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Inicio Cine & Espectáculos El triple crimen de Florencio Varela y la violencia convertida en espectáculo
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El triple crimen de Florencio Varela y la violencia convertida en espectáculo

Por
J.N.
-
25/09/2025
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    El triple femicidio de Florencio Varela -tres mujeres asesinadas con extrema violencia y la transmisión en vivo del crimen a un grupo cerrado en redes sociales- marca un antes y un después en la forma en que entendemos la violencia en la Argentina. No se trató solamente de un hecho policial atroz, sino de un mensaje cuidadosamente diseñado, un acto de propaganda criminal en el que el horror se convierte en espectáculo.

    Este caso debería interpelarnos como sociedad. Ya no hablamos únicamente de organizaciones que matan para disputar territorios, ajustar cuentas o disciplinar rivales. Lo que estamos viendo es un salto cualitativo: el crimen convertido en contenido audiovisual, pensado para ser visto, comentado y temido.

    El crimen como mensaje

    Las mafias y organizaciones criminales siempre entendieron que la violencia es más efectiva cuando se hace visible. Un asesinato en la oscuridad puede servir para eliminar a una persona; un asesinato exhibido públicamente tiene un efecto multiplicador.

    En Florencio Varela, la transmisión en vivo del triple femicidio fue un acto de propaganda: mostrar a los propios que el poder se ejerce sin límites, advertir a los rivales sobre las consecuencias de desobedecer, sembrar terror en la comunidad. El objetivo no era solo eliminar a tres mujeres, sino transformar sus muertes en un espectáculo disciplinador.

    En otras provincias ya hemos visto prácticas similares, aunque con otros formatos: balaceras filmadas, amenazas difundidas por WhatsApp, videos de torturas que circulan en redes sociales. Lo que ocurrió en Varela no es un hecho aislado, sino la confirmación de una tendencia: el crimen organizado busca no solo actuar, sino ser visto.

    El rol de la tecnología

    La dimensión tecnológica es central en este fenómeno. Plataformas que fueron creadas para la comunicación cotidiana, la diversión o la sociabilidad terminan siendo utilizadas como herramientas del terror. La transmisión en vivo, pensada para acercar a familiares y amigos, se convierte en un arma simbólica.

    Esto nos obliga a preguntarnos: ¿qué capacidad real tiene el Estado argentino para intervenir en estos escenarios digitales? ¿Existen protocolos de cooperación con las empresas tecnológicas para detener transmisiones criminales en tiempo real? ¿Cómo se preservan las pruebas digitales sin violar derechos fundamentales?

    En un mundo hiperconectado, no alcanza con pensar en la seguridad en las calles; hay que pensar en la seguridad en los entornos digitales, donde el crimen organizado encuentra un espacio de exhibición que potencia su poder.

    Los espectadores del horror

    Un dato particularmente inquietante es que al menos 45 personas vieron en vivo la transmisión del triple femicidio. Esa cifra abre una pregunta ética y social: ¿qué responsabilidad tienen esos espectadores?

    El hecho de que haya una audiencia para este tipo de actos nos muestra un costado todavía más oscuro: la violencia no solo se produce, también se consume. Y cuando el horror se vuelve espectáculo, las fronteras entre víctima, victimario y espectador se desdibujan.

    Este fenómeno exige un debate profundo sobre cómo enfrentamos la cultura de la violencia, cómo prevenimos que el morbo se normalice, y qué hacemos como sociedad frente a quienes, por acción u omisión, terminan legitimando el espectáculo del crimen.

    Femicidios y crimen organizado: un cruce letal

    No es casual que las víctimas fueran mujeres. Los femicidios en la Argentina siguen siendo la forma más extrema de violencia de género, pero en este caso se cruzan con dinámicas propias del crimen organizado: trata de personas, narcotráfico, control territorial.

    Las mujeres son utilizadas como botín, como mensaje, como “cuerpo” sobre el cual se exhibe el dominio. Este cruce entre violencia machista y violencia criminal multiplica el riesgo y obliga a que las políticas de género se integren a las políticas de seguridad. No se trata de agendas separadas: son parte de un mismo problema estructural.

    Lo que Argentina necesita discutir

    El triple crimen de Varela desnuda la urgencia de un debate nacional que no puede seguir postergándose. La respuesta no puede ser solo “mano dura” ni promesas de capturar a los culpables inmediatos. Hace falta una estrategia integral que combine:

    – Investigación criminal compleja: ir más allá de los ejecutores y desarticular las estructuras que financian, ordenan y sostienen estos crímenes.

    – Protección real a testigos y víctimas: sin resguardo efectivo, las denuncias no avanzan y el silencio se impone.

    – Justicia rápida y visible: las condenas que tardan años refuerzan la idea de impunidad y debilitan la confianza social.

    – Políticas de género transversales: reconocer que los femicidios no son hechos aislados, sino parte de una trama de dominación y control.

    – Regulación democrática de redes sociales: establecer protocolos de actuación frente a transmisiones criminales, sin caer en censuras indiscriminadas pero con mecanismos de respuesta inmediata.

    – Educación ciudadana: trabajar en la prevención, en la desnaturalización de la violencia y en la responsabilidad colectiva frente a su consumo.

    Una advertencia para el país

    Lo ocurrido en Florencio Varela no es solo una noticia policial, es un espejo que refleja lo que podría expandirse si no se actúa a tiempo. La Argentina ya convive con altos niveles de violencia, con estructuras narco en expansión, con redes de trata activas y con un sistema judicial que muchas veces llega tarde.

    Si normalizamos el horror, si lo consumimos como espectáculo, si la impunidad se convierte en regla, el riesgo es que hechos como el triple crimen de Varela dejen de conmovernos. Y cuando la barbarie deja de ser noticia y pasa a ser paisaje, la democracia misma se erosiona.

    La violencia convertida en espectáculo es una advertencia nacional. Depende de nosotros -Estado, justicia, sociedad civil- decidir si la escuchamos o si seguimos mirando para otro lado hasta que ya sea demasiado tarde.

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      J.N.
      J.N.
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