Un oficial está callado. Espera paciente en una oficina de la base Aeronaval Comandante Espora la confirmación telefónica de lo que un emisario de Buenos Aires en persona le anunció el día anterior: la sublevación comenzará a la hora cero del 16 de septiembre y desde Puerto Belgrano se comandará el golpe contra el gobierno constitucional del general Juan Domingo Perón.

Puerto Belgrano, la base naval más grande de la Argentina con asiento en Punta Alta, y de la cual depende la Base Comandante Espora, situada a 9 kilómetros de Bahía Blanca, tenía en aquel entonces una magnitud de poder extremadamente relevante, y allí se iba a constituir el comando de operaciones de las fuerzas golpistas de septiembre de 1955.

Tras la llamada que confirmó el comienzo del golpe, el capitán de navío Jorge Perrén y un grupo de altos jefes y oficiales tomaron la Base a la espera del capitán Arturo Rial, que llegaría desde Buenos Aires. En Puerto Belgrano, Rial activó los preparativos para el golpe, lo que se tradujo en aviones ubicándose en la pista mientras que por el camino que une a Espora con Puerto Belgrano se transportaban bombas y espoletas para cargar en los Catalinas.

Luego del bombardeo a Plaza de Mayo, en junio de ese año, el gobierno peronista había ordenado retirar los elevadores a todos los aviones, incluso a los que estaban en reparaciones. Estas partes indispensables de los aviones y las bombas se trasladaron a Puerto Belgrano. Las espoletas se llevaron más lejos, a Zárate. La medida obstaculizó el mecanismo operativo de la aviación naval, pero por tiempo breve. El 3 de septiembre los jefes de la Marina lograron la autorización para hacer vuelos locales, lo que permitió que la Base Espora pusiera en servicio todos sus aviones en un solo día.

La Base Espora era en ese momento la base aeronaval más importante del país. La Base Aeronaval Punta Indio había sido prácticamente desmantelada después del 16 de junio. Sus oficiales estaban exiliados, en la cárcel o habían sido dados de baja después de la masacre que habían ocasionado en Plaza de Mayo, donde bombardearon a cientos de civiles.

Dos horas después de la hora cero anunciada, estalló el alzamiento militar en Córdoba. Los cañones de la sublevada Escuela de Artillería, al mando del general Eduardo Lonardi –líder del alzamiento–, abrieron fuego sobre la vecina Escuela de Infantería, hasta entonces leal al gobierno.

Para esa hora Puerto Belgrano y Comandante Espora ya se alistaban para atacar a las fuerzas leales a Perón que se movilizarían para repeler los primeros movimientos del golpe en marcha.

A partir del 17 de septiembre el gobierno nacional comenzó a movilizar varias columnas del ejército leales a la Constitución para combatir los focos rebeldes. Pero en la medida en que esas tropas avanzaban por la provincia de Buenos Aires, los aviones que despegaban de la Base Espora bombardeaban los puentes carreteros y ferroviarios impidiendo su paso, o directamente apuntaban contra el regimiento si este no se rendía.

El Regimiento N° 5 de Infantería, con asiento en Bahía Blanca, decidió no plegarse al levantamiento. Fue el primero en sufrir los bombardeos de los aviones de la Marina de Guerra. Los bahienses corrían al ver los vuelos rasantes sobre la ciudad.

Otro violento enfrentamiento se produjo en Ensenada, donde unidades sublevadas de la escuela naval cruzaron el Río Santiago con el objetivo de tomar la ciudad de La Plata. La avanzada fue resistida por integrantes de la Guardia de Infantería de la policía de la provincia junto a vecinos de esa localidad obrera fuertemente ligada al peronismo. La llegada de las tropas leales al Regimiento de Infantería N° 7 con asiento en La Plata marcó el repliegue de los marinos y su posterior retiro de la capital provincial.

En tanto, los regimientos de Olavarría, Tandil, Azul y Mar del Plata que se dirigían hacia la localidad portuaria para combatir el alzamiento, fueron acosados por las bombas de los aviones golpistas y tuvieron que desviarse hasta Sierra de la Ventana.

Por otros caminos viajaban el Regimiento N°3 de La Tablada, la Caballería de Santa Rosa, y el N° 5 de Artillería de General Pico, pero el ataque insistente de los bombarderos navales los obligó a refugiarse en los pueblos bonaerenses cercanos, que fueron testigos de las bombas.

El Regimiento de Infantería N°3, unidad que había participado en la defensa de la Casa de Gobierno el 16 de junio, fue el que recibió la mayor parte del fuego aéreo.

El domingo 19 de septiembre, las tropas leales al mando del general Eusebio Molinuevo, refugiadas en Tornquist, se rindieron ante la amenaza de Rial de bombardear el pueblo serrano.

El golpe militar para derrocar al gobierno, que había comenzado en Puerto Belgrano y Córdoba, se replicaba ahora en distintas provincias y ponía en jaque al gobierno peronista.

Mientras la Marina amenazaba con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud, desde la base naval de Puerto Belgrano zarparon las naves de la flota de mar que bombardearon las destilerías de Mar del Plata y las que amenazaron con extender la destrucción sobre Buenos Aires si no renunciaba Perón a la presidencia.

Las destilerías de Mar del Plata luego de los ataques.

En las primeras horas del 20 septiembre, bajo una llovizna insistente, el general Perón se subió al Cadillac presidencial rumbo a la embajada de Paraguay, y luego se dirigió a la cañonera de ese país, fondeada en el puerto de Buenos Aires, para partir hacia el exilio.

Con Perón fuera de la Argentina, Lonardi resolvió establecerse como presidente, con el capitán Arturo Rial como secretario general de Gobierno y el comodoro Julio Krause como secretario de Relaciones Exteriores.

A varios pueblos de la provincia de Buenos Aires, al igual que a otras localidades del interior del país, les quedaría reconstruirse. Los daños de las bombas y las ametralladoras dejaron huellas notorias en muchos poblados, pero quedaron principalmente grabados en la memoria de los vecinos, muchos de los cuales corrieron fuera de sus casas buscando un mejor refugio cuando los aviones de la Marina atacaban.

Los muertos del ’55 tardaron en contarse. El Estado argentino se demoró 55 años para abordar los hechos que formaron parte del golpe que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón. La investigación, iniciada bajo la ley 26.564, que amplió los beneficios de las Leyes 24.043 y 24.411 para otorgar una reparación patrimonial a quienes sufrieron detención o desaparición forzada por motivos políticos entre el 16 de junio de 1955 y el 9 de diciembre de 1983, buscó incluir a las víctimas del accionar de los rebeldes en los levantamientos del ´55.

El Archivo Nacional de la Memoria (ANM) se cargó al hombro esa investigación de los acontecimientos que posibilitó el recuento de las víctimas y la indagación documental. Hasta ese momento los aportes más significativos al tema los habían realizado autores identificados con la autodenominada “Revolución Libertadora”, por lo que el número de los fallecidos, y la identidad de muchos de ellos, quedaron fuera de los textos de historia y de las crónicas posteriores.

En junio de 2010, el ANM publicó una investigación con datos inéditos sobre el bombardeo del 16 de junio de 1955 a la Casa de Gobierno y a la Plaza de Mayo. Más tarde, en 2019, dio a conocer información sobre el golpe del 16 de septiembre de 1955. En su relevamiento documental abarcó pesquisas de libros obrantes en los registros civiles y cementerios de las localidades donde se produjeron los sucesos de septiembre.

El Archivo Nacional de la Memoria pudo identificar 156 víctimas mortales de septiembre de 1955, entre quienes se encuentran civiles y militares defensores del orden constitucional al cual prestaron juramento, y sediciosos que –valiéndose de los atributos y medios otorgados por y para la nación– atentaron contra las instituciones democráticas.

El objetivo de aquel trabajo fue principalmente identificar a las víctimas, y obtener y preservar documentación vinculada con el quebrantamiento de los derechos humanos para seguir construyendo memoria.