Ciertas Petunias tienen sello propio, literal y metafóricamente. El segundo es un estilo reconocible, desde la composición del grupo, un humor inteligente que llevan adelante entre juegos de lenguaje y musicalidad en la realización de sus espectáculos. Y el literal lo estrenan para celebrar sus dos décadas en los escenarios: “20 años reivindicando la pavada”. Para no esquivarle a ninguno de los dos, presentan El simposio. Nada se pierde, todo se transforma, con ponencias en las que recorren desde la historia del vals hasta el mentalismo. “Quisimos hacerlo académico, cómo uno cuenta lo que investigó, y eso se contraponía mucho el humor con lo que es una ponencia, que es todo lo contario: apela a la seriedad, la credibilidad, la coherencia”, explican a Página/12 Magdalena Barla y Tania Valsecchi. “Queríamos jugar con esa contraposición entre lo formal, lo serio, lo académico y lo que realmente queremos hacer en escena que es humor, escenas absurdas, ridículas, con delirios…”, adelantan sobre lo que ofrecen los domingos a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1530).

Este quinto espectáculo del grupo (que se completa con Camila Campodónico y Natalia Guevara, la asistencia general de Juan Facundo La Fuente y la dirección de Myrna Cabrera) se compone de canciones de espectáculos previos y composiciones nuevas, articuladas con textos pensados para reconstruir este caleidoscopio de letras, gags y coreografías. “El orden de las ponencias es un hilo que va llevando la obra”, dice Valsecchi. “El orden musical es prioritario, las canciones tienen un desarrollo integral. Eso va llevando al lugar esencial nuestro, que es el delirio y la pavada, eso que se desarma en el escenario: empezamos lo más formales que podemos y de a poco se nos va poniendo cada vez más difícil de sostener esa seriedad”, analiza la petunia que se sumó a la compañía hace diez años, luego de ser “fan” del grupo, y Barla agrega que ese formato “nos permitía hilar las diferentes escenas. Tiene que ver con contraponer todo el tiempo contar algo serio y que la gente pueda reírse de una situación ridícula”, compara.

-Tienen el sello de “20 años reivindicando la pavada”, su humor es simple en la expresión porque la inteligencia está en el armado de esa simpleza. Tras dos décadas, ¿qué es esa pavada que reivindican?

Tania Valsecchi: –Es la búsqueda, el humor del lenguaje, de las gestualidades, de lo gracioso que es “meter la pata”. Primero nos tiene que divertir a nosotras…

Magdalena Barla: –Lo primero es un código que tenemos en común hace veinte años. Ese tipo de humor, muchísimo de jugar con el lenguaje, poder hacer otras lecturas sobre lo que se dice, es lo que nos causa gracia. En la obra, lo que está pensado para ser información o divulgación pero nos podamos reír de eso. Entre nosotras y con la gente. Eso es reivindicar la pavada, poder jugar con el otro, con las ocurrencias y abrazarlas. Mucho está basado en otra lectura del lenguaje, no la primera que surge. Un pensamiento paralelo, esa imaginación que surge cuando alguien dice algo y vos pensás en otra cosa pero no lo podés decir (risas).

La puesta en escena es sobria, con unos pocos elementos que refuerzan (y en algunos casos ayudan a desarmar) el aura de seriedad del simposio: un atril, una pizarra y sillas dispuestas como un panel con el que la petunia oradora de turno interactúa. Y junto con el vestuario sobrio, casi un uniforme, componen una escenografía que, desde el minimalismo, realza la centralidad de los textos, la música en vivo a manos de las petunias (guitarra, bajo, teclado y percusión) y la precisión de las actuaciones. En el absurdo que se despliega sobre el escenario con cada presentación académica, esa articulación de ponencias y explicaciones, de saberes y malas interpretaciones, aparecen aria, chacarera, axe, flamenco, candombe y vals, versionando también canciones de 2 minutos, Flema o Ricky Martin.

Este ascetismo escénico contrasta con lo ofrecido en su espectáculo anterior, El 15, frágil esplendor, estrenado en pandemia. “Llegamos a los quince diciendo que había que poner todo. Era la pandemia, se acababa el mundo, entonces lo dimos todo. Había que hacerlo por las dudas”, ríe Valsecchi. “Todo era exagerado. Y con este, lo primero que pensamos es hacer todo lo contrario: es menos. ¡Incluso si se acaba el mundo!”, se planta, y Barla recuerda que se dieron cuenta de que había escenas y canciones que “las pasábamos en eventos chiquitos, o si no hacemos recital hay temas que no tocamos. Entonces empezamos a pensar cómo podíamos unir eso, que tuviera un sentido, y encontramos que podíamos contarle a la gente pavadas para poder unir las canciones y las escenas”, confiesa la petunia fundadora.

– En un contexto complejo, de mucha crueldad, ¿qué les genera hacer espectáculos de humor?

M. B.: -La pavada y el humor que nos hace mirar las cosas desde otro lado. No es un humor que nos reímos y nos olvidamos de este mundo horrible que estamos viviendo, sino algo que te permita unos puntitos de reflexión. No para olvidar la realidad, sino para mirarla desde otro lado. Que no sea una reflexión como una ponencia, como que lo serio es lo único importante, porque el humor nos permite pararnos desde otro lugar. También es reírse de uno mismo y poder compartirlo.

T.V.: -No sé si es sublimar, pero es un humor que nos permite transitar incluso el dolor. Para nosotras es muy importante poder recuperar esa sensación de reírse sin dejar de pensar.

M.B.: -También se aprenden cosas en este simposio, aunque no lo crean.

– La última: con veinte años de recorrido, ¿pueden definir lo que es Ciertas Petunias?

M. B.: –Una cosa son las individualidades, pero para mí Ciertas Petunias es una compañía músico-teatral. Tratamos de lograr ese equilibrio entre la música y el teatro, tenemos momentos en los que hacemos más música y otros en lo que sucede más lo teatral. Somos de origen musical, la idea siempre fue cantar. La voz es lo que nos une fuertemente. Y esa voz dice desde un montón de lugares. No sé qué pensará Tania…

T.V.: –Hoy somos cuatro y tenemos cinco visiones distintas (risas). Históricamente, la compañía tenía sus individualidades con más conocimientos de música o desde lo actoral. Con esta nueva configuración, donde Luli y Jesica no están en la compañía ahora y son re actrices, volvimos a la presencia de las voces que es lo que más nos sale, pero nos hizo ocupar un rol que un poco descansábamos en las chicas y de golpe las cuatro tuvimos que crecer en lo actoral.

M.B.: –Claro, te das cuenta de que todas somos lo mismo, que ese lugar ya está. Es una configuración de la compañía, es un elenco de música y humor. Podemos hacer música sin humor, por supuesto, y podemos hacer humor sin música, pero menos. Una obra sin música no la haríamos jamás. Eso no es Ciertas Petunias. La música es parte del ADN.

La mirada feminista

 

En estos veinte años la formación de Ciertas Petunias siempre fue mujeres pensando, escribiendo y poniendo el cuerpo sobre el escenario, algo poco habitual para la escena local aun luego del crecimiento del movimiento feminista. Y para Barla y Valsecchi hay una mirada feminista en todo eso, aunque los espectáculos no sean en sí feministas. “El feminismo tiene que ver con los vínculos, con el respeto, con la igualdad, con sostener”, piensa Valsecchi. “Lo militamos para nuestra vida y para la sociedad, y se transparenta en el modo de hacer. Algo muy rico que tiene esta compañía es la generosidad, y eso también es parte de la lucha feminista: buscar una sociedad que sea generosa, igualitaria, respetuosa, que promueva vínculos saludables. Termina apareciendo en las obras, en poder estar veinte años juntas”, celebra, y Barla destaca que eso es muy importante porque “somos una compañía independiente. Todas fuimos madres por primera vez con este proyecto andando, pudimos transitar la crianza juntas. Eso permite que cuatro, cinco o siete mujeres podamos seguir haciéndolo durante veinte años. Es un montón. Ahí está el diferencial, porque en grupos de mujeres y varones es más difícil. O siendo solo varones no tienen tanto problema…”, señala. “Crecimos en una generación que fue aprendiendo a cómo decir, y nos queda un montón que aprender todavía”, concluye.