“Alta coimera, Karina es alta coimera”. En el video vertical que María Paula Godoy subió a las redes sociales, el ritmo de Guantanamera calza justo con el nombre de la protagonista de las revelaciones de Diego Spagnuolo. Rápidamente —y previo paso por la fábrica de jingles del streaming Gelatina—, el estribillo se convirtió en un himno que se canta en recitales, canchas de fútbol y hasta en el subte.
Desde Valle Viejo, en Catamarca, donde vive desde hace ocho años, la cantante le cuenta a Las12 algo de su historia, su militancia y la cocina del hit del invierno (casi primavera).
“Siempre estoy antenada a lo que pasa, estamos todo el tiempo así y Guantanamera me había sonado en la cabeza, vaya a saber por qué. Uno siempre está pensando en música y me había acordado de Guantanamera y le dije a Juanma: ‘Un día voy a hacer un jingle con esto, porque es un temazo’. Me puse a ver varias versiones, ya la estaba tarareando desde antes”, relata la artista popular que se presenta en festivales y escenarios de todo el país.
Juan Manuel Angera es el guitarrista con el que trabaja, el compañero de su vida y el padre de su hijo Martín.
“El miércoles a la noche, cuando vemos en el noticiero que ya era un escándalo, a las 12 y media de la noche sale la noticia de que el presidente había echado a Spagnuolo —reconstruye la noche del jingle—. Entonces, yo le digo a Juanma: ‘Esto es muy grave, el chabón firmó, puso la huella digital, ¿cómo lo va a echar? Tenemos que hacer algo ya’. Y en lo que me fui al baño, acomodé las cosas, porque ya nos íbamos a dormir, me vino la idea de ‘Karina era coimera’ (lo canta en medio de la respuesta) y me voy cantando a la cocina, toda alegre, haciéndole fiestas a Juanma. Ahí ya fue solo risa”.
Fue una madrugada larga: “Hasta las 4 de la mañana nos quedamos cagándonos de risa. En el video, fijate, yo estoy en pijama, ya nos estábamos yendo a dormir”.
—¿Por qué creés que se generó semejante movimiento?
—Creo que viene desde un estallido sincero de la gente, la gente se la apropió. Obviamente, Gelatina es una plataforma maravillosa, es un encuentro con la música y con nuestra cultura, cultura y política. Entonces, es innegable que el programa nos ayudó un montón en la difusión. Pero hay un sentimiento colectivo de bronca e indignación, porque todos lo estamos pasando muy mal. Es una corrupción horrible, deshumanizante, contra nuestros discapacitados, es horrorizante, impensable. Creo que todos lo entendemos. Y la música ayuda: un aplauso a Joseíto Fernández, que hizo esa guajira maravillosa y que también tiene una historia por detrás.
Joseíto Fernández escribió la guajira en 1928 y más tarde Julián Orbón adaptó a la música los Versos sencillos de José Martí. Tras la revolución cubana de 1959, esa canción es un símbolo no oficial de Cuba para el mundo.
Pero en Argentina, ahora, se la relaciona con Alta coimera, por el escándalo de pago de retornos que desató el audio del exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis).
—¿Te imaginaste semejante repercusión?
—No, para nada. Entiendo el momento histórico en el que pasa, porque hay también una evolución desde la sociedad y el jingle atraviesa un sentimiento colectivo de indignación. Se están mandando muchas cagadas. Hay mucha corrupción. Por eso pasó lo que pasó. Yo soy una especie de conductor (eléctrico), vengo del oficio de hacer música, de hacer arte. Entiendo el arte como un puente para conectar con ese sentimiento social, cultural, popular y político, porque en definitiva siempre estamos antenados a las noticias, a qué nos pasa. Estamos preocupados con Argentina.
“Estoy a diario con pianos, guitarras, por todos lados, respiramos música. Es así. Viene desde lo más profundo, que es ser artista”, cuenta su cotidianidad.
De Mercedes Sosa a los jingles
María Paula Godoy supo que quería cantar cuando veía a su padre transfigurarse con los discos de Mercedes Sosa.
“Me vuelvo a Argentina en búsqueda del folclore, de mis raíces, porque después de mucho tiempo llega un momento que te tira. Mi viejo, que era medio nerd, medio cerrado, era físico, ¿viste? Un tipo medio para adentro, pero él tenía un tocadiscos y discos de folclore. Cuando ponía a Mercedes Sosa se le desfiguraba la cara. Cuando era niña, yo veía que le daba una nostalgia tremenda. Y eso me transmitió: mi viejo se emocionaba con Mercedes Sosa. Entonces yo quería emocionarlo a mi papá, como ella lo hacía”.
Será por eso que su anterior éxito jinglero fue Casta, todo casta, sobre la melodía de Todo cambia, un ícono de la Negra escrito por Julio Numhauser Navarro. Y que, en el festival de jingles de Gelatina en Obras, el año pasado, haya arengado “Gracias a la Negra” mientras todo el estadio coreaba el estribillo.
Una vida entre Brasil y Argentina
La historia de María Paula Godoy atraviesa dos países, Brasil y Argentina, como puede escucharse en su disco Ambas, donde interpreta sambas y zambas.
Nació en Monteros, Tucumán, en 1980, pero su infancia y adolescencia transcurrieron en Piracicaba, en el estado de San Pablo, adonde su familia se radicó por una maestría de su padre, Adolfo Ludovico Godoy. “Él llegó y se afilió al PT, al Partido de los Trabajadores, entonces en mi casa era Lula, Lula, Lula. Después de que mi papá fue electo presidente del primer sindicato de la universidad donde daba clases, al día siguiente falleció en un accidente de auto muy misterioso, porque la persona que lo chocó se dio a la fuga”, cuenta.
Tras el accidente, la mamá y la hermana de María Paula volvieron a Monteros, pero ella —que tenía 19 años— decidió quedarse en Brasil. Y si bien estudiaba administración de empresas, empezó a vivir de la música. “Hace 28 años que vivo de la música. Durante 11 años me quedé en Brasil cantando forró, una música folclórica del nordeste de Brasil, y lo hacía también con conciencia política. Todas las canciones autorales que hacíamos con la banda ya tenían esa impronta”, relata.
Durante ocho años cantaba todos los domingos para un público de 1500 personas en Canto da Ema, un lugar de forró en San Pablo.
“Esa es la búsqueda, una decisión política también hacer folclore. Entonces, yo siempre estoy buceando las músicas dentro del cancionero latinoamericano”, ratifica ahora, que su nombre y su cara se hacen conocidos en todo el país.
La fábrica de jingles
En Navidad de 2008 volvió a Argentina: quería bucear en sus raíces musicales, ya híbridas. Traducía canciones brasileñas al castellano y viceversa. Primero se estableció en Buenos Aires.
“Empezamos a hacer shows en Notorious, un lugar que ya no está, por Avenida Callao. Hacía música brasilera y un poco de folclore. Y cuando derrocaron a Dilma, con el golpe de Dilma y después ganó Macri acá, yo estaba en Buenos Aires. En el repertorio metíamos Vocé Abusó y le cantábamos a Macri”, relata sobre el inicio de los jingles.
Primero se acercó a Raúl Carnota, que le dijo: “Chiquita, primero afianzate en lo que sabés hacer, que es la música brasilera. Después metete en folclore”.
Su intención era llegar a Argentina a cantar folclore. “Con los años y conociéndolo a Juan Martín, él me tiene toda la paciencia y me ayuda a bucear en el folclore argentino”, dice ahora. Y grabó un disco con canciones que incluyen crítica social.
—¿Cómo llegaste a los jingles?
—Pasó lo que pasó, pasó Gelatina. Yo era muy fan del programa, lo escuchaba, me parecía excelente la catarsis que podíamos hacer como pueblo a través de las canciones. El año pasado mandamos varias y nos invitaron a participar del Festival de Gelatina. Casta, todo casta trascendió, pero Alta coimera trasciende porque hay un sentimiento colectivo y popular muy genuino de despertar del pueblo.
Catamarca, amor y militancia
—¿Y cómo decidiste ir a vivir a Catamarca?
—Me conozco con Juanma en un cumpleaños y yo le digo: “¿De dónde sos?”. Me dice: “De Catamarca”. Le digo: “Mirá, yo soy de Montero”. Y ahí nomás ya nos pusimos de novios. Y ya teníamos cinco años juntos y llegó un momento en que dijimos: “Bueno, ¿de qué se va a tratar la vida? Yo tengo 35 años y nos amamos tanto”. Teníamos un sentimiento muy profundo y quisimos ser mamá y papá. Vinimos a Catamarca porque es la tierra de él, acá está su familia y la mía está a 200 kilómetros. Quisimos darle eso también a la crianza de Martincho. Yo me vine embarazada y acá nace un catamarqueñito.
—¿Y cómo es vivir allá?
—Estoy alucinada con Catamarca. El cariño que tenemos acá nos hace sentir bendecidos… porque Catamarca es un lugar paradisíaco, donde todavía reina la paz, con todos los problemas sociales, porque estamos en Latinoamérica, en Argentina, pero con un entorno de belleza natural que impresiona, exuberante, fabuloso. Todos los días, o tres veces a la semana, agarramos el bolsito y nos vamos al río: arena, agua cristalina, monte, las vaquitas.
María Paula va todos los miércoles a las marchas de los jubiladxs en Valle Viejo: “Esta semana fue la marcha 43. Todos los miércoles estamos ahí con ellos, ya somos familia, nos contamos las cosas, siempre la estamos militando. Siempre me piden para cantar, yo canto”.
—Todo eso combinado con una intensa actividad musical en todo el país…
—Sí, totalmente. Nunca dejamos de hacer música. Tomamos la decisión filosófica de hacerlo desde el lugar del amor. Priorizamos el amor, la familia, la casa. Por eso nos vinimos a Catamarca también. No tenemos ninguna pretensión ni sueño exitista, ni de ser famosos, absolutamente nada de eso. Todo viene desde un lugar muy sincero y de militancia.
Entre el hate de las redes y la resistencia
—¿Recibís mucho hate en las redes?
—Por suerte tengo más amor que hate en este momento. En otros momentos sí tuve mucho. Vengo haciendo jingles antes de Gelatina, por ejemplo, cuando fue la ley del aborto en 2020 hice uno, y con ese me mataron. Ahí supe lo que era el hater.
Otro momento de agresiones en redes fue en 2021. Participó en el Festival del Poncho de Catamarca, y le tocó actuar el día después de un incidente machista.
Así lo contó el periódico Monterizos, de su ciudad. El fragmento fue publicado el 30 de julio de 2021:
“Ocurre que el artista Freddy Romero dijo en pleno escenario: ‘Metalé a ese bombo compadre, como usted le pega a la vieja en la casa’. La desafortunada frase recorrió todo el ambiente artístico, y la que levantó la voz fue Godoy, que en el mismo escenario le dijo a uno de sus músicos: ‘Péguele nomás a ese bombo, como la Justicia tiene que pegarle a los violentos’, en clara alusión a la repudiable frase de Romero”.
No fue su única experiencia de agresiones: “También cuando estábamos en el Movimiento Margaritas, soy una de las fundadoras del movimiento para la visibilización de las músicas de Catamarca y por la ley del cupo femenino en los escenarios. En esa época también recibía hater, obviamente, de los machirulos de la vida que nunca faltan. Así que nada, vengo ya medio curtida”, sigue María Paula.
No la amedrentan: “Es combustión, para mí es como una medallita. Cada puteada que me gano digo: ‘Bueno, por algo será, le toqué el corazón’. En algún lugar le llegué y le dolió y por eso viene acá y me comenta. ¿Entendés?”.
La popularidad de los últimos días le complicó la costumbre de responder a cada comentario en sus redes. “Ahora imposible, porque mi teléfono es un incendio. Pero antes yo me tomaba el trabajo de contestarle uno por uno, con amor y deseándole prosperidad, salud a toda su familia, que sigan bien. Pero bueno, que me deje cantar, porque este es mi lugar de expresión y la única manera, desde mi lugar de artista, de cultivar la democracia. Porque la democracia se cultiva”.
—¿Estás craneando otro jingle?
—Es difícil después de esto… Siempre aparece, cuando menos lo esperás, cuando la cosa es muy peluda, me aparece. Tengo algunos temas que pueden ser buenos jingles, no sé si como este, no sé si por el momento histórico, pero mi casa es una fábrica de jingles también, una máquina que no para.
—¿Te tocó actuar después de Alta coimera?
—Sí, hemos cantado al día siguiente. Vino Juan Falú acá y abrimos, fuimos teloneros de él. La gente también la cantó. Juan Falú andaba súper respetuoso, se cagaba de risa, nos dio un abrazo. Nos bendijo esa noche, nos dijo: “Me encanta lo que hacen”.
Y así, con el amor del público, el canto de las hinchadas y el público de recitales, como una ocurrencia en el subte o en un parlante de un auto en Ezeiza, Alta coimera seguirá sonando como himno de esta época.