La soledad en las personas mayores es uno de los grandes problemas de la actualidad y una tendencia que crece de cara al futuro. Si bien se trata de un fenómeno multicausal, el proceso de envejecimiento poblacional es uno de los factores centrales, en el marco de una sociedad en la cual la vejez todavía es tabú. ¿Es posible pensar la vejez como una etapa de goce?, ¿qué tipo de vidas se les puede proponer a las personas mayores?, ¿qué rol juegan el amor, las amistades y los vínculos intergeneracionales? tres especialistas en gerontología dieron algunas pistas para pensar este escenario.
“Los grandes desafíos del siglo XXI son la inteligencia artificial, la longevidad y la soledad”, sostuvo Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires y presidente de la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG). En la misma línea, Sergio Kuchevasky –director general del Hogar Ledor Vador, la residencia de personas mayores más grande de América Latina– afirmó que “el gran problema que va a afectar a la sociedad futura, es la soledad”. Para Romina Rubin, médica geriátrica y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontología, “hay culturas que veneran la vejez y otras que la aíslan”, y es necesario “transformar la mirada sobre las personas mayores hacia una más positiva, balancear las propuestas de envejecimiento activo y de asistencia, y articular un modelo de cuidado con un modelo de proyectos”.
Una sociedad que envejece y se aísla
El último censo de Población, Hogares y Viviendas del INDEC –2022– evidenció la aceleración de un proceso que comenzó a mediados del siglo XX: la disminución de la población de personas jóvenes provocada por la caída de la natalidad y un envejecimiento sostenido de la sociedad. Según datos comparativos con censos anteriores, en 1914 la mitad de la población tenía hasta 20 años y las personas de 65 años representaban sólo un 2 por ciento de la población total. Hacia 1970 este grupo llegó al 7 por ciento y para 2022 casi el 12. En 1970 había 24 personas de 65 años por cada 100 de 14 años; en 2022 este valor aumentó a 53 personas.
“Estamos saliendo de una ventana demográfica con una expectativa de 76 años, que se va a disparar en los próximos cinco o diez años. En la Defensoría de la Tercera Edad verificamos este fenómeno a diario, en la atención directa”, explicó Semino. El funcionario contó que en el organismo que dirige reciben entre 200 y 400 personas por día, que son “quienes no pueden resolver sus problemas con familiares o personas cercanas, que no tienen a nadie que los pueda ayudar”. Es decir, personas mayores que están solas. También se acercan a las oficinas de la Defensoría encargados de edificios o vecinos que asisten a personas que viven solas y no pueden valerse por sí mismas, en un contexto en el que las jubilaciones están muy deterioradas, lo cual hace que la situación sea aún más precaria.
“En la gran ciudad, aunque parezca mentira, la soledad es mucho más notoria”, explicó Semino. Es un problema que desde el Estado no se contempla, porque el imaginario de la población es el de un modelo de sociedad que ya no existe. “Inclusive la reforma del Código Civil, que se hizo desde una perspectiva supuestamente progresista, mantiene la estructura familiar del siglo XIX. En términos de asistencia, de cuidados y deberes, se sigue pensando en una familia de padres y madres con muchos hijos. Hoy hay un hijo con muchos padres y madres”, afirmó. La falta de un diagnóstico preciso de este fenómeno provoca que el Estado no tenga respuestas a esta realidad: “no existe un sistema de cuidado ni de acercamiento, y es un problema cada vez más grande, que en los centros urbanos es más notorio”, agregó el funcionario. “La soledad se retroalimenta. A mayor soledad, se incrementa el aislamiento”, advirtió luego.
Esta realidad también se evidencia en los hogares de personas mayores. Kuchevasky contó que en Ledor Vador, “tenemos métricas en donde se ve que hay muchas personas, cada vez más, que vienen a residenciarse solas”. Otra tendencia marcada es que las edades son cada vez más elevadas: “nos encontramos en una situación en la que los promedios de edad suben. Tenemos personas que se encuentran en muy buenas condiciones de salud, pero con mucha edad. Esto no se había pensado antes, es algo nuevo”, contó Kuchevasky. “Las tendencias sociales muestran que la familia tradicional existe cada vez menos, las personas tienen menos hijos y forman redes distintas. Si no pensamos en otro tipo de lazos, la soledad va a ser un problema cada vez mayor”, agregó.
Pensar nuevos lazos
Uno de los ejes sobre los que trabaja la gerontología es la centralidad de los lazos sociales, según explicó Rubin. “Las personas tienen lo que se denominan factores psíquicos protectores: adaptación, flexibilidad, lograr ser resilientes y poder sobrellevar los duelos que implica la vejez”, sostuvo la especialista. La construcción de nuevas redes sociales se vincula, a su vez, con la participación de nuevas actividades y proyectos. “Estos grupos son lugares de encuentro, las personas mayores logran hacer lazos más fácilmente. Es un aspecto importante para todas las personas, pero más aún en la etapa de la vejez. Encontrar un grupo de pertenencia, un propósito, una actividad”, detalló Rubin. Sin proyectos o actividades, “se profundiza la sensación de soledad”, sostuvo.
Para Semino el primer paso que se debe pensar desde el Estado es un proceso de acercamiento. El Defensor de la Tercera Edad consideró que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene recursos humanos para impulsar políticas públicas y “hacer un mapa interactivo de fragilidad y soledad de personas mayores”, que implicaría “rastrear y detectar a las que están solas, sin vínculos estables, y hacer un seguimiento conforme a la fragilidad de esas personas”. Semino asegura que “el envejecimiento te fragiliza, pero la soledad duplica esa fragilización”.
En el hogar Ledor Vador de Chacarita trabajan activamente por estimular la generación de lazos, tanto entre los residentes, como hacia afuera. Allí se alojan unas trescientas personas. Ofrece más de cien actividades por mes, tanto culturales, deportivas y sociales en general. “Somos una fábrica de contenido permanente”, dijo Kuchevasky. La última novedad es un estudio de radio y streaming, en donde los residentes pueden hacer sus programas, articulados por un taller al que se sumaron cincuenta personas. “Es una generación de la radio, por eso fue un éxito”, contó el director general del hogar, y destacó la virtud de ese programa por abonar al contacto intergeneracional. Esta es otra de las claves para luchas contra la soledad e impulsar lazos distintos: “para las personas mayores es fundamental el contacto intergeneracional, poder discutir con jóvenes, compartir experiencias y puntos de vista”, afirmó Kuchevasky.
El amor y la sexualidad en personas mayores
“Lo que se le niega a los viejos es el deseo”. Esta frase de Semino condensa varios aspectos vinculados al goce de las personas mayores, pero en particular uno: la sexualidad y el amor. Se trata de uno de los temas que menos se asocian a la vejez, uno de los grandes tabúes de la sociedad. Kuchevasky sostiene que el amor y la sexualidad “son temas que nunca se asocian a las personas mayores, pero que existen”.
Para Rubin, la importancia del amor “está presente durante toda la vida, incluso las ganas de enamorarse y también la intimidad”. “Es un mito que desaparecen esas ganas –continuó la gerontóloga–. Lo que se modifica es el modo, las diferentes necesidades físicas o el ritmo. Pero la necesidad de conexión emocional se sostiene toda la vida”. En su trabajo diario, se encuentra con personas que “se han enamorado de grandes, que se han vuelto a enamorar o que resignifican sus vínculos después de muchos años, conversando, teniendo más tiempo, reencontrándose o redescubriéndose en otro momento de la vida”.
Un espejo del futuro
Semino introdujo una mirada que complejiza el modo en que se piensa la vejez. “El problema de las personas mayores no es para su generación, sino para el devenir. Los viejos son el espejo que adelanta, en el que se ve el camino al que va la sociedad”, aseguró. Las personas jóvenes ven en las mayores un destino, un futuro que puede ser deseable o no. “Hay un enorme miedo al envejecimiento”, sostuvo. Sin embargo, aclaró que no se trata de un miedo natural, sino que es efecto del modo en que la sociedad ve a las personas mayores: “muchos de los comportamientos de los jóvenes en relación al futuro tiene que ver con lo que proyectan, con un puerto deseado. Si ves personas mayores que ganan trescientas lucas y no pueden cumplir sus deseos, es lógico que no piensen en el futuro”, concluyó.