La industria de la música tocó fondo en 2014, incapaz de transicionar a la era digital, pero once años después ha vuelto a ingresos récord. El modelo ha pasado de una venta física -CD, vinilos, cassettes- al llamado streaming de las plataformas. Un nuevo campo de juego que ha cambiado las reglas para hacer dinero. Poco después de tocar su techo de ingresos en 2001, las discográficas se embarcaron en una cruzada contra la piratería y las descargas sin ofrecer alternativas legales a los consumidores. Las empresas aferradas a un modelo de negocio de otro milenio se desangraron. La consolidación fue brutal al pasar de seis grandes jugadores a tres -Universal, Sony y Warner- que a su vez engulleron decenas de pequeños sellos por el camino. Este trío, conocidas como majors, produce casi dos tercios de los ingresos por música grabada en el mundo. La llegada de Spotify fue el revulsivo para saltar a la era digital. La compañía sueca diseñó un modelo que conjugaba escuchar la música en línea de forma accesible y legal mediante acuerdos con las discográficas que se llevan un porcentaje de los ingresos por publicidad. Si en 2011 se generaron 400 millones de dólares por esta vía, en 2024 fueron más de 20.400 millones según IFPI, la patronal mundial de las discográficas. MÁS INFORMACIÓN Liz Pelly, la periodista que descubrió las granjas de ‘artistas falsos’ de Spotify: “En una hora, producen docenas de canciones” No todos los mercados han crecido igual. España sigue sin haberse recuperado, lastrada por las bajas suscripciones premium que hacen que la remuneración sea inferior a la de otros países. “Spotify democratizó la música”, reconoce una alta ejecutiva internacional de uno de las tres majors. Pero también, dice la fuente, hizo más difícil vivir de la música grabada. “Ahora la gente tiene más posibilidades de que su música se escuche, pero también de seguir repartiendo pizzas al día siguiente”, dice el artista asturiano Víctor Manuel, muy crítico con la industria. Más dinero entre muchos más artistas Spotify se defiende en su informe anual Loud and Clear de 2024, en el que apunta a un récord en el pago a la industria de 10.000 millones de euros. “Hace diez años, el artista más popular en Spotify generaba algo más de cinco millones de dólares. Hoy día, hay más de 200 artistas que han superado ese umbral”, dice la empresa. Hay 12 millones de artistas que han subido su música a Spotify (frente a las decenas de miles que colocaban un CD en una estantería). Otra fuente del lado discográfico, en este caso española, esboza el modelo de reparto del negocio en streaming: la plataforma se queda con un 25-30%, el autor recibe 15% y después de pagar el IVA la compañía discográfica se queda con entre un 50% y un 55%. El modelo analógico, asegura, tenía un margen más amplio para el sello. De cada diez lanzamientos pre-streaming, uno se convertía en éxito y soportaba las pérdidas de los otros nueve. Pero ahora la dificultad para monetizar un solo lanzamiento estrecha la capacidad de riesgo que puede soportar una compañía, que tienden a invertir menos en el desarrollo y la parte artística de los artistas noveles.  Los grandes del ‘streaming’ eliminan de sus catálogos los temas sin apenas reproducciones El sistema de remuneración es diferente en cada plataforma, y hay al menos 300. En Spotify, el jugador dominante, la remuneración depende de la membresía. “Los ingresos en el modelo gratuito pueden ser una décima parte de lo que supone el mismo número de escuchas de pago”, dice un ejecutivo de una de las major. Ser una estrella mediana en un mercado premium, como Reino Unido, es más rentable que ser un artista famoso en México, donde la mayoría de los streams se los lleva YouTube con su modelo gratuito que remunera peor. Fuentes de las discográficas critican que se han priorizado las altas de usuarios, una ratio que premia la bolsa, sobre la calidad de las membresías, que es la que repercute en las ganancias de los artistas. El Financial Times publicó en agosto que Spotify planea subir los precios en algunos mercados. La plataforma sueca estrenó hace cinco años el “modo discovery”, que a través de acuerdos para bajar el precio de las regalías da más cariño del algoritmo a los artistas. La funcionalidad se comparó con las ‘payolas’, esos sobornos que los sellos pagaban a los DJ de las radios. Bloomberg asegura que los mánager aconsejan a sus artistas llegar a acuerdos sólo con los sellos que paguen por estar en este modo. Las tres major han creado sus propias distribuidoras que suben la música a las plataformas. Muchos artistas han decidido prescindir de la tutela de un sello y utilizan estas filiales bajo acuerdos de licencia cortos. Las distribuidoras cobran alrededor de un 15% de las ganancias pero frente a las plataformas conocidas como Do it yourself -con tarifa plana- tienen más capacidad de negociación para conseguir mejores acuerdos (como el botón discovery) y posicionan mejor los temas. “Antes mandaban las disqueras y ahora manda el consumidor”, dice un tercer ejecutivo de una de estas distribuidoras ligadas a una major. “El pretexto de que domina el algoritmo lo usan algunos para justificar su falta de éxito. Pero nunca ha habido tantos datos y tanta información para que un artista encuentre a sus fans y se dedique a ellos”. Los viejos rockeros nunca mueren El catálogo de artistas de grandes éxitos pasados conocido como legacy que tienen las major se ha convertido en un ingreso estable, recurrente y abundante. En el caso de Sony y Universal algunas fuentes apuntan a que puede llegar a suponer hasta el 70% de sus ingresos por streaming. Los legacy aportan multitud de escuchas en diversas partes del mundo en cualquier membresía y no exigen mantenimiento ni inversión por parte de la discográfica. Por eso, la venta de catálogos es la estrella de las operaciones en el sector con cifras astronómicas e inversores como Blackstone han comprado repertorios completos. El fundador y CEO de Duetti, una sociedad de inversión especializada en música indie, Lior Tibon, explica que el acceso a los datos ha abierto las puertas de la música a la inversión financiera. Los indicadores a casi diez años vista permiten calcular los ingresos futuros de un catálogo o un tema. Un hit pasado es el tipo de activo que buscan los conservadores, como invertir en una infraestructura con un peaje recurrente. El retorno esperado está 200 puntos por encima del rendimiento del bono americano, lo que puede arrojar una rentabilidad media de alrededor del 7%. A Carlos Galán, fundador del mítico sello indie Subterfuge, le ofrecieron un millón de dólares por El fin del mundo, del grupo La La Love You. En un primer momento la idea fue tentadora pero al final declinaron la venta. “Es desmembrar el catálogo, soltar lastre cuando no tenemos necesidad”, dice Galán. Las disqueras han decidido reinvertir en los catálogos, que les aportan estabilidad y un colchón para tomar riesgos y seguir con el negocio. Sony ha pagado por los derechos de Queen la cifra récord de 1.270 millones de dólares. Esta misma semana Morrisey, ex vocalista de The Smiths, anunció la venta de la parte de los derechos del catálogo de la banda británica que le pertenecen. Aunque adujo motivos personales, la venta llega en un momento de furor por este tipo de activos clásicos que hará muy lucrativo su desamor. Los acuerdos de venta de catálogos son en su mayoría confidenciales y no se conoce de ninguno en España. Tibor lo atribuye en parte a la baja suscripción premium, que hace estas inversiones menos competitivas. Pero el caso de La La Love You muestra cómo los inversores están rastreando éxitos que sean los futuros legacy pero aún estén a buen precio. Los artistas jóvenes, como Taylor Swift, con la carrera por delante, tienen pocos incentivos para vender su catálogo. Al contrario que figuras como Bruce Springsteen o Bob Dylan, que están próximos a retirarse y con la venta de sus repertorios han traído los ingresos del futuro al presente. También hay golpes de suerte. Como el de Kate Bush que publicó en 1985 el álbum Hounds of Love. En su cara B estaba el tema Running up of the Hill que popularizó la serie Stranger Things, haciendo de la canción número uno, 37 años después de su publicación. Bush era la dueña de los derechos así que se embolsó de golpe millones de dólares. Activo seguro La incertidumbre hará que la venta de catálogos siga al alza, ya que la inversión en música está descorrelacionada de la marcha de la economía. En un reciente informe, Goldman Sachs anticipa que el mercado global de la música alcanzará los 200.0000 millones de dólares en 2035, empujado por los mercados emergentes y también por el deseo de la industria de monetizar por nuevos medios. Además del negocio de la música grabada, las disqueras han diversificado su cartera de servicios lanzándose al management o incluso a la promoción de conciertos en vivo, un negocio muy arriesgado en el que en el siglo XX no estuvieron interesadas en formar parte. Esta línea de negocio es una de las que más crece y mejor pronóstico tiene, según Goldman Sachs, y es la que permite vivir a muchos artistas. Además, la venta física aún da dinero a la industria. En Japón y Corea los discos siguen siendo una fuente de ingresos importante, hasta superar en 2023 la cota de los 5.000 millones de ingresos globales. La venta de merchandising también ha cogido fuerza, explica Manuel López, de la consultora Sympathy for the Lawyer, sobre todo en figuras con mucha influencia, como Aitana y Nathy Peluso, que colaboran con marcas de moda.