
Es su segundo montaje con la compañía oficial que dirigen Andrea Chinetti y Diego Poblete. La anterior fue SapiensRabia en 2018, una mirada -para decirlo simplificadamente-, sobre la híper estimulación de la vida contemporánea.
En esta nueva obra, creada especialmente para el Ballet del San Martín, la coreógrafa se inclina por el tango y más específicamente por la música de un compositor muy singular en la historia del género, Eduardo Rovira, del que este año se cumple el centenario de su nacimiento. Un músico de vanguardia en una línea muy distinta a la de Astor Piazzolla.
Algo llamativo en una primera conversación con Lisi Estarás es que conserva intacta la tonada cordobesa después de tantas décadas de haber dejado el país y de haber adoptado otros idiomas: “No sé cuál es la causa -dice un poco riéndose- e incluso cuando hablo en francés o en el idioma de Flandes, me aparece la tonada”.
El ballet clásico apareció en la vida de Lisi como un deslumbramiento. Se había formado en el Seminario de Danza del Teatro San Martín de Córdoba y luego ingresó a su Ballet como refuerzo del cuerpo de baile: “También hice danza contemporánea en el elenco de la Universidad de Córdoba, pero poco, porque estaba muy enfocada en el ballet clásico. Me gustaba mucho, era muy disciplinada y a pesar de que había empezado tarde avancé muy rápido.
Una veterana de 14 años

-¿A qué llamás tarde?
-Comencé a los 14 años; pero fue como una revelación y nunca más dejé. Como te decía, ya estaba trabajando un poco con la danza en Córdoba, pero cuando tenía 19 años tuve la oportunidad de viajar a Israel.
-¿Con el propósito de seguir formándote allí?
-Fui a visitar a gente de mi familia, pero estando en Jerusalén supe que la Academia Rubin de música y danza abría una audición para estudiantes; me presente y gané una beca. Después encontré que el nivel era muy bajo.
-¿En qué sentido?
-Yo venía de la Argentina con un muy buen nivel de formación de danza y las clases en la Academia Rubin me aburrían. Me presenté entonces a una audición de la compañía Batsheva de Ohad Naharin (nota: uno de los más grandes coreógrafos de las últimas décadas) en Tel-Aviv y entré. No tenía mucha experiencia de danza contemporánea, pero sí algo actoral, algo de las expresiones de la cara…
-Que te permitieron encajar bien en el lenguaje de Naharin…
-No, no. Ohad trabaja sobre el instinto de los cuerpos y era esa la exploración que me interesaba. También venían coreógrafos a montar obras en Batsheva: Jiri Kylian, Angelin Preljocaj, figuras muy grandes. Y por otra parte, Ohad nos estimulaba a crear nuestras propias piezas o a utilizar la video-danza. Esto me despertó el gusto por la coreografía; pero después de cuatro años empecé a buscar qué otras cosas había en el mundo. No quería seguir viviendo en Israel.

-¿Por qué motivo?
-No sé si se trataba de algo social o ideológico, pero no me gustaba esa atmósfera militar en la que se vivía todo el tiempo. No era para mí.
A buscar el futuro y su propio grupo
-¿Y a dónde elegiste irte?
-Primero a Holanda, donde vivía una amiga, y años después a Gante, en Bélgica. Soy una persona muy desapegada: me tiran en un lugar y ahí me quedo, con la excepción de la Argentina, que está en otro circuito de mi alma. Y amo más en particular todavía estar en Buenos Aires; no me importa lo que alguna gente diga de esta ciudad, yo ya lo decidí. No viviría en Córdoba, pero sí en Buenos Aires. Volviendo a Holanda, hice muchas audiciones y no quedaba en ningún lado. Finalmente ingresé a la compañía de Alain Platel y estuve allí veinte años.
-¿Cuándo creaste tu propio grupo?
-En 2017. Se llama Monkey Mind y es una compañía con la que hago obras pequeñas y a partir de discapacidades. Es decir, trabajo con gente que tiene “mixed abilities” -habilidades distintas-, pero que son bailarines profesionales.

-¿Forman un grupo estable?
No, somos sólo mi manager y yo e invitamos personas para cada producción. Digo que son profesionales en el sentido de que la danza no es para ellos una actividad simplemente social. Son sobre todo otros cuerpos y con alguna discapacidad intelectual: mayormente síndrome de Down y autismo.
-¿Este tipo de trabajo parece tener un gran auge en los últimos años, no?
-El arte inclusivo está muy en boga en Europa ,pero yo lo hago desde hace muchos años. Y no me interesa, como suele ocurrir, ayudarlos a adaptarse, sino lo contrario: ir hacia el mundo de ellos.

-¿Qué significa el término Monkey Mind?
-Por un lado es lo contrario de la meditación, donde se trata de respirar y concentrarse en una sola cosa. La técnica del Monkey Mind es lo opuesto y yo la uso como una técnica coreográfica: absorber todo lo que está disperso de una manera caótica y a partir de eso, crear movimientos. Y también me interesa ver personas en el escenario, no bailarines; un modo de comportamiento más allá de los pasos, más allá de la danza misma.
Lo que presenta en el San Martín

-Vayamos ahora a Pasos en la noche (2050), ¿cuál es su trama?
-Me imaginé un grupo de personas que entran a un lugar en un futuro distópico: un lugar de tango. Está de moda el término “futuro distópico” como algo malo que nos va a acontecer. Pero estas personas se inventan un futuro para poder llegar a ese lugar y por eso le agregué al título el número 2050, como una idea futurista.
-¿Por qué elegiste música de Eduardo Rovira?
-En Bélgica existe un grupo de tango llamado Sónico, liderado por el músico argentino Ariel Eberstein. Él vio hace tiempo obras mías y me pidió que escuchara algunas de sus grabaciones. Justamente, yo venía buscando música ya compuesta para una danza como la mía: emocional, abrupta, caótica; lo que escuché me gustó mucho. Esta es la tercera obra que hago con música de Rovira y siempre es un desafío.

-¿Y también te atrajo algo de su persona?
-Sí, supe que era muy modesto y que no le interesaba para nada la popularidad. Y que durante una estadía en Europa no conseguía trabajo hasta que lo contrataron en un circo y tuvo que tocar el bandoneón disfrazado de payaso. Hay una alusión a esto en mi obra, como mi fantasía proyectada en su vida. Me da alegría poder tener en Pasos en la noche la música de un compositor que merecería ser más conocido.
Información
El estreno de Pasos en la noche (2050) será este miércoles 3 de septiembre a las 20 en el Teatro Coliseo, Marcelo T.de Alvear 1125. El ciclo de funciones concluye el 12 de este mes.
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