Javier Calamaro entró a la redacción de El Destape con una botella de su propio aceite de oliva en sus manos y su guitarra colgada en la espalda. El motivo de su visita fue el inminente festejo por sus 40 años en la música en la sala Caras y Caretas, pero lo primero a lo que se refirió fueron las propiedades curativas del producto que llevó como obsequio y de cuántas enfermedades previene si se toma una cucharada cada mañana en ayunas.
Tras ser consultado si gustaba de café o té, eligió la primera opción y se acercó él mismo a la cocina para prepararlo. Cuando vio el microondas aseguró que prefería tomarlo tibio pero no ponerlo en ese aparato que le cambia el sabor a la comida y además es dañino para el cuerpo. Todavía no hacían diez minutos que había llegado y ya había revelado varios de sus hábitos inclaudicables a la hora de preservar su salud.
Hace décadas Javier Calamaro tuvo un click en relación a su estilo de vida: si no cambiaba, iba a terminar mal. Hoy es un fanático de lo saludable y la insignia de eso es su propia marca de aceite de oliva, que lleva su apellido como nombre. El otro pilar infaltable en su vida es la música, sanadora como todo arte. En diálogo con este medio, el artista reveló cómo será su recital en la sala Caras y Caretas el 23 de agosto, contó cómo es su vínculo con su hermano Andrés y relató la dura historia de su hermana mayor, exiliada en los 70 por persecución política.
Néstor Kirchner fue uno de los políticos con los que Javier Calamaro tuvo trato: en varias ocasiones de índole pública y privada compartieron encuentros y charlas. El artista detalló cómo recuerda al expresidente y contó detalles de una faceta desconocida del líder político en su juventud.
40 años en la música: el festejo en Caras y Caretas
¿Cómo te preparás para el show por los 40 años en la música?
– Con una gran banda, de los cuales la mitad viene tocando conmigo desde hace más de 25 años. La banda está agrandada, porque ya pasó tanto tiempo que la hija del Indio Márquez, el guitarrista, ahora es parte. Así que somos familia.
Además va a haber invitados. Algunos para la banda, que se quedan todo el concierto, y otros son músicos que suben: va a estar Willy de Los Tipitos y también Miguel Vilanova, Botafogo. Va a haber canciones; muchas que desempolvé. Canciones raras porque las hice y prácticamente no las canté, llevo más de veinte años sin cantarlas. Va a ser una celebración del estilo del ritual.
¿Qué se siente volver a conectar con canciones que escribiste hace décadas?
– Son canciones que reflejan un momento por el que estoy atravesando nuevamente. Las tengo muy vigentes. Yo escribí alguna canción que hacía alusión a mi hijo, que hoy tiene 23 años, pero tengo otra de 4. Entonces esa canción vuelve porque lo tengo muy presente, sigo teniendo ese feeling en la piel. Me pasa con algunas más.
¿Cómo es mantener una carrera vigente durante 40 años?
– Más que cómo es me pregunto cómo no es. No me imagino la vida sin eso; es algo que soñé cuando era muy chiquito. Para mí era un sueño vivir de la música. Era a lo que yo aspiraba en la vida y cuando logré eso no fue para que sea temporal. Lo llevo en mi ADN.
El aceite de oliva como símbolo de salud y bienestar: el cambio de vida de Javier Calamaro
¿Cuándo arrancaste te veías a los 60 todavía arriba de los escenarios?
– Cuando arranqué a los 60 me veía muerto (risas). Pero descubrí el aceite de oliva y en lugar de morirme, reviví.
¿El aceite de oliva representa el regreso de la salud, de los hábitos saludables a tu vida?
– Sí. En realidad vino a raíz de toda una serie de cosas que me pasaron. Un día, antes de elaborar aceite de oliva, antes de mi hija que ahora tiene cuatro años, me pegó la consciencia de que si seguía fisura iba a terminar mal. Me hizo un click y todo eso vino con un cambio de hábitos muy drástico, no sutil. Me fui a escalar el Aconcagua.
No podía correr una vuelta a la manzana y a los dos años estaba escalando el Aconcagua. Después de entrenar dos horas por día de lunes a lunes, de prepararme, después de hacer treinta montañas. Es una cosa extrema. Después siguieron los cambios de hábitos que se consolidaron cuando conocí a la gente que hacía aceite de oliva, que yo ya consumía mucho. Me gastaba un montón de plata en aceite de oliva y conocí a los número uno: el maestro en el arte del aceite de oliva, que se llama Gabriel Guardia. Es el tipo que cambió el paradigma en el continente: dijo “el aceite de oliva se hace así”. Cuando lo conocí y terminé haciendo el aceite de oliva propio, consolidé una serie de hábitos y enterré los anteriores definitivamente.
¿Es difícil sostenerse como pyme en este contexto?
– Uf, no te imaginás. Llevo tres años haciendo esto y un mes ganamos, dos perdemos y así. La vengo remando, pero no solo yo: las grandes olivícolas también. Ahora con Milei, está terrible. Terrible, heavy, está heavy para las pymes.
La música como nexo familiar, su vínculo con Andrés y la dura historia de su hermana mayor
Volviendo a la música, ¿cómo llegó a tu vida?
– Vino por el lado de la familia. Soy el menor de cuatro hermanos; mi padre trajo el tango, trajo el rock, música clásica, bossa nova. También me llevó a ver mi primer concierto de rock, que fue a Santana en el Luna Park en 1970. Increíble, Santana en el 70 después de tocar en Woodstock, una cosa increíble.
Pero después, de mis tres hermanos mayores, la primera fue mi hermana Hebe, gran músico folklorista. Con una ideología muy fuerte, con una línea de pensamiento y de acción que la llevó a perder su propio país a costa de salvar su vida. Mi hermana cantaba en una banda que se llamaba Huerque Mapu, una banda tremenda de los años 70. Cuando hicieron un disco que se llamaba Montoneros, que se fabricó y nunca salió. Ahí se les pudrió todo con López Rega, vino el golpe de Estado y se exiliaron. Eso me dejó y me sigue dejando un legado de amor por el folklore, por los grandes autores argentinos. De ahí vino todo: el tango, el folklore, el rock.
Después mi hermano Andrés, que me lleva cuatro años, era el que compraba los discos. No todos, pero casi todos, de rock. Los traía y los compartíamos. Pero te estoy hablando cuando éramos muy chiquitos. Y el resultado de todo eso se reflejaba en mi vida, yo lo primero que canté fue un tango a los 9 años.
¿Cómo es tu vínculo con Andrés?
– Somos cercanos, no nos vemos mucho porque yo tengo una vida social restringida solamente a los días domingo y él estuvo girando durante meses por España y otros países. Pero tenemos una relación muy que no hace falta verse, pasan cosas. Estábamos charlando en Año Nuevo, la noche de fin de año, y la charla giraba en torno al casamiento. Un mes después, él se casó con su pareja y yo fui el testigo. Yo ya me había casado con la Pochi, mi chica, hacía quince años, pero como quedamos en frecuencia casorio me volví a casar y él fue el padrino. Tenemos esa clase de relación: siempre vamos a estar cerca aunque estemos un mes sin hablar.
Son esos vínculos que están siempre presentes. Mi hermana, que la adoro, para mí es lo mejor de mi familia, se fue en el 76 y no volvió más. La veo cada muerte de obispo, cuando yo viajo. Y mi otro hermano, el que no es músico, vive en Barcelona.
¿Cómo se vivió a nivel familiar el exilio de tu hermana en los 70?
– Horrible porque la previa a eso fueron persecuciones fuertes: íbamos a ver cantar a mi hermana y venía un Falcon que estacionada en la puerta -esto fue pre golpe de Estado, con López Rega- y estábamos ahí. Yo era muy chiquito y tiraban una lata adentro y se llenaba todo de gas lacrimógeno. Tengo esos recuerdos de mi hermana antes del exilio. Y después, la clandestinidad, sus amigos que iban desapareciendo, algunos que ya habían encontrado la manera de escaparse a otro país. Mi hermana tuvo mucha fuerte porque su entorno eran muy pero muy buenos: buenos músicos, poetas muy lúcidos. En su círculo más cercano estaba Alfredo Zitarrosa, que fue quien le consiguió un salvoconducto para que puedan terminar en Europa pasando por Uruguay con documentos falsos, y también estaba Atahualpa Yupanqui. Todavía hoy canto Piedra y Camino evocando a mi hermana.
Tu papá también militó en política. ¿Cómo recordás eso?
– Papá era un crack. Él fundó el único movimiento que podría haber salvado a este país. De hecho, empezó a hacerlo de la mano de Frondizi y le hicieron un golpe de Estado. Los mismo radicales golpearon las puertas de los cuarteles. Papá y cuatro más fundaron el Movimiento de Integración y Desarrollo, con Frondizi, con Frigerio -el abuelo del que está de gobernador ahora, se llaman igual pero el abuelo era re power-, Oscar Camilioni y el otro no me acuerdo cómo se llamaba. Pero eran muy potentes. Mi viejo estuvo preso por defender presos políticos. No querían que los defiendan y metían presos a los abogados de los presos políticos, los encanaban.
Una faceta desconocida de Néstor Kirchner y el vínculo de Javier con la política
Viniendo de una familia tan involucrada políticamente, ¿cómo es tu vínculo con la política y cómo ves al actual contexto?
– Cada vez que digo algo sobre eso me arrepiento. Ahora dije “cerrado ese tema”. Son otra raza, esa gente para mí es otra raza. Conocí a un montón, muchos me cayeron bien, de cualquier estrato político, cualquiera.
¿Conociste a Néstor Kirchner?
– Sí, claro, estuve varias veces con él. A Néstor primero lo conocí una vez que fuimos a cantar a Santiago del Estero, éramos un montón: estaba Pablos Milanés, Adriana Varela, un montón de artistas cantando para un día patrio. Ahí estaba Néstor y lo conocí.
Y una de las veces que vino mi hermana a visitarnos, de las pocas veces que vino, me dijo que quería conocer a Néstor. Me dio curiosidad y le pregunté por qué. Me dijo que cuando tocaban con Huerque Mapu en Santa Cruz el que organizaba el show era Néstor: era el plomo, el sonidista, todo. Me dijo: “Nosotros llegábamos y venía Néstor. Nos ayudaba a cargar los instrumentos, los llevaba al show. Era el productor del show”. Te estoy hablando del año setenta y pico, 73 ponele.
Un costado desconocido de la vida de Néstor Kirchner.
– Sí, sí. Y entonces yo llamé a la Casa Rosada: “Hola, soy Javier Calamaro y quiero una audiencia con Néstor”. Me preguntaron por qué y dije: “Porque Néstor era el plomo de mi hermana”. El plomo es el asistente, viste. Y fuimos y lo conocí. Después lo llevé a mi viejo a hablar con Néstor; mi papá que era un hombre de cultura, con una cabeza gigante, súper ilustrado y culto. Escribió varios libros, uno dedicado a Néstor, creo que más o menos al tercer año del mandato, cuando vio que se acomodaba todo. Mi papá vio cierta cercanía entre la intención del Movimiento de Integración y Desarrollo con Néstor. Entonces le escribió un libro que no se llegó a publicar porque después mi papá tuvo un ACV y, bueno, no se pudo. Bueno, pedí otra audiencia y fui con mi papá, que le llevó el libro que estaba todo como mecanografiado. Pero bien, buena onda Néstor. No sabías a qué ojo mirarlo (risas).
¿Y con Cristina también tuviste cercanía?
– Sí, tuve. Bueno, en aquel festival donde lo conocí a Néstor también estaba Cristina. Ella era más antipática, el que tenía onda era Néstor, ella era como más rara.
Pero con ella después tuve otros encuentros: hice varios discos a beneficio. El primero importante fue por México, cuando estaba el subcomandante Marcos, por esa época, décadas atrás. El segundo disco fue por la comunidad Qom en Pampa del Indio; era un proyecto que tenía la finalidad de juntar plata para comprarle tierras a los Qom, los Toba, y hacer reparación histórica. Es decir, devolverles a los dueños originales lo que fue de ellos y les fue usurpado. Cuando hicimos ese proyecto, ahí la conocí a Cristina en una audiencia que tuvimos con otros músicos como León Gieco, Gustavo Santaolalla, Juan Car hasta Charly García.
La política en la familia Calamaro
Recién decías que preferís no manifestarte partidariamente; Andrés sí lo hizo en el último tiempo. Como familia, ¿cómo afectan las críticas que quizá eso conlleva?
– Yo no leo las críticas, me importan un pito (risas). Ni siquiera tengo la teoría de “ladran Sancho, señal que cabalgamos”. A mí lo que dice mi hermano me parece bien, muchas veces, lo que llego a enterarme. A veces no me entero ni de lo que digo yo, pero me parece bien. Tuvimos largas charlas y grandes coincidencias. Él es un tipo muy lúcido.
O sea, ¿es una familia en la que se dan debates políticos?
– No, están prohibidos (risas). En las reuniones familiares, por lo menos las que son en mi casa, está prohibido ese tema; se puede hablar de religión, pero ni de política ni de fútbol. Queremos temas que nos acerquen, no que nos hagan perder horas hablando boludeces. A mí esos temas no me interesan. Me interesa lo que hacen los artistas, los genios. No lo que hace o piensa la gente común. No me nutro de eso: la política es un gran negocio para los políticos en Argentina y en el mundo.
¿Siempre lo viste así?
– No, antes era más idealista. Me sentí defraudado, igual que tantos millones de personas, por políticos en particular, gobiernos en particular, los sucesivos cambios de bandera política en Argentina. Y también me pasó con el mundo: los mandatarios de la mayoría de los países me parecen patéticos. Por eso el mundo está en crisis, no solo el país.