Carolina nació en Rosario y es una apasionada de la música desde su más tierna edad. De muy chiquita asistía a los conciertos de la formación legendaria Acalanto, que integraba su tío Héctor Pichi De Benedictis, y quedó fascinada por la flautista Irene Cervera. Apenas pudo aprendió a tocar la guitarra y hasta un violín que había pertenecido a su abuela. Comenzó en el Instituto Ars Nova, pasó por la vieja Escuela Nacional de Música –que más tarde pasó a depender de la Provincia– y transitó la secundaria en la Nigelia Soria, cuna de grandes artistas locales si las hay.

La vida la llevó a tomar otros rumbos y emigró a España, donde reside desde hace más de 20 años, y ahora vuelve a su tierra natal para ofrecer dos espectáculos: Animales viajeros, que apunta al público infantil y con el que se presentará este sábado 16 en el Teatro de La Manzana, de San Juan 1950; y Sonidos del mundo, cuya cita será el sábado 23, a las 21, en Altos de Montevideo, ubicado en la calle homónima al 1792.

Con la música en el avión

Para referirse a Animales viajeros, uno de los dos espectáculos que metió en la valija para traer a la Argentina –y que también presentará en Buenos Aires– Carolina señala que “surgió un poco en las clases que doy para niños pequeños. Los cuentos y las canciones fueron apareciendo y en un momento armé un texto que unió de alguna manera a todos los otros y se transformó en una historia cuyos protagonistas son tres animales que tocan diferentes instrumentos”.

A esas letras y esas melodías –todas de composición propia incluyendo los arreglos para los músicos y la parte de la orquestación– se le fueron sumando y dando valor agregado “un juego de cartas que hizo una ilustradora rosarina que se llama Silvia Lenardón y que está bueno para dar clases porque vas leyendo el cuento que está de uno de los lados y los nenes van mirando la imagen y también identificando los instrumentos que toca cada uno de los personajes”; animaciones, discos y hasta un libro con las partituras incluidas. Los animales viajeros desembarcarán este sábado en La Manzana, “un teatro que es muy querido por todos nosotros y que viene funcionando hace más de 30 años”.

La puesta en escena, se encarga de remarcar Caro, va a contar con la presencia de Lenardón, quien “va a estar manipulando las cartas y enseñando los dibujos”, y va a haber “algunas cositas como performáticas y animaciones de fondo”. En cuanto a los cuentos musicales “vamos a intentar hacer todo en vivo y sin amplificación, tocando ahí para la gente que nos vaya a ver”.

En el equipaje, antes de dejar Barcelona, la cantautora también cargó los Sonidos del mundo. “Son canciones propias, paridas en tiempos de pandemia. Para mí es música argentina, porque todos los temas tienen algún rasgo de folclore, tango, chamamé. Algunos son más argentinos y otros más sudamericanos, hay algo medio blues, medio swing, bien variado. Pero en general, siento que es música popular argentina. Y rosarina, porque también hay una cuestión ahí de los referentes de la ciudad que una escuchó desde siempre, como Fandermole, y siempre con guitarra española, acústica, clásica”.

Sonidos del mundo se presentará el sábado 23 en Altos de Montevideo y contará –autobombo mediante– con la participación de este cronista, en la lectura de textos propios, y el acompañamiento musical de Lara y Julieta Garat.

Silbando bajito

“De chiquita ya quería hacer música”, sentencia Carolina sin titubear, y repasa: “Íbamos a ver a mi tío, el Pichi De Benedictis, que en esa época tocaba en Acalanto, y a mí me encantaba escuchar a Irene (Cervera) que tocaba la flauta, entonces mi papá me enseñó a silbar un día mientras me llevaba al jardín. Después apareció una guitarra y me puse a tocarla, y más tarde apareció un violín, que era el de la abuela. Entonces les pedí que me llevaran a aprender, empecé con la guitarra y después me apunté también a tocar violín, pero ahí quedó”.

En cambio, a la guitarra no la soltó nunca más. “Empecé en el Instituto Ars Nova, porque tenía 5 o 6 años y tan chiquita en la Escuela Nacional no me aceptaban en ese momento, y cuando ya tuve la edad suficiente sí pude entrar ahí, tipo conservatorio”, rememora la artista, y sigue: “Hice la secundaria en la Nigelia Soria, a la mañana el bachillerato y a la tarde música, y cuando terminé trabajé como profe. En un momento decidí venir a estudiar a una escuela de acá de Barcelona, buscando otras metodologías de aprendizaje, y aunque trabajé de un montón de otras cosas, al tiempo me salió un laburo de lo mío y agarré viaje. Desde entonces siempre me dediqué a la música, dando clases, tocando en fiestas con un grupo, brindando conciertos. Y por supuesto hice cosas bizarras como cuando un día me dijeron «tenés que agarrar este abanico, moverlo así, hacer este pasito», y yo, bueno, dale que va” (risas).

Carolina confiesa que tuvo que aprenderse temas que estaban de moda para esas fiestas, como Ana Belén, Coti Sorokin, de Calamaro en su época de Los Rodríguez, Sabina, y hasta de Manolo Escobar, el autor de El Porompompero.

A la hora de mencionar referencias musicales, destaca que “me gustan los cantautores en general, Serrat, Silvio Rodríguez, Fandermole me encanta, lo escuchaba siempre y sacaba sus temas. Y los de toda la vida: Spinetta, Fito, Charly, la Negra Sosa, Piazzolla, Caetano. Y muchas grandes cantantes como Elis Regina, Silvina Garré me encantaba cuando era chiquita, era re fan de ella, Liliana Herrero, y una catalana que me gusta mucho que es Silvia Pérez Cruz, que está siempre colaborando con un montón de gente”.

Antes de despedirse (o bienvenirse si existiera esa palabra) Carolina confiesa que para ella “la música es mi trabajo, mi quehacer cotidiano pero también es mi pasión”, y concluye: “Lo lindo es que a veces si no hay palabras también está buenísimo, por lo que la música es un lenguaje en sí mismo. Y te hace vibrar”.