Un grupo de estudiantes de la especialidad Mecánica de la Escuela Técnica Nº32, ubicada en el barrio porteño de Chacarita, diseñó y fabricó dispositivos adaptados para facilitar tareas cotidianas a personas con dificultades motrices.
El proyecto, denominado Adaptadores para Personas con Enfermedades Reumáticas (APER), surgió en 2024 como respuesta a experiencias personales cercanas, integrado por los alumnos María Torres Borda, David Coria y Camila Mansilla, bajo la coordinación de los profesores Martín Célico y Jonatan Gordillo, entre otros.
En la Feria de Educación, Ciencias, Arte y Tecnología, organizada por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Célico observó a estudiantes de escuelas especiales que presentaban un proyecto sobre alimentación. Y que utilizaban un dispositivo importado, con un costo mucho más alto, al que estaba desarrollando con sus alumnos.
La participación en la feria educativa no solo les permitió exhibir su trabajo, sino que también abrió nuevas perspectivas para el proyecto APER. El jurado evaluador les sugirió ampliar el público destinatario de los dispositivos, incluyendo a estudiantes de educación especial como potenciales beneficiarios.
Por ende, el equipo de la escuela técnica chacaritense se replanteó el alcance de su iniciativa: los adaptadores impresos en 3D que habían creado, no solo podían beneficiar a personas con enfermedades reumáticas, sino también a quienes enfrentan cualquier tipo de movilidad reducida.
Para validar la eficacia de los prototipos, recurrieron a pruebas con personas cercanas a los casos reales. Según explicó Gordillo, el objetivo fue crear herramientas de uso diario, junto al asesoramiento de profesionales de la salud, que resultó fundamental para orientar el trabajo del grupo. Una de las alumnas, cuyo familiar trabaja en la Cruz Roja, facilitó el contacto con un médico que los guió desde el inicio.
El proceso de desarrollo de los adaptadores se caracterizó por su enfoque colaborativo y multidisciplinario. Los estudiantes participaron en todas las etapas, desde la investigación y el diseño hasta el modelado digital y la fabricación mediante impresión 3D.
Además, los alumnos establecieron un intercambio con una escuela de educación especial, donde no solo recibieron sugerencias técnicas, sino que también pudieron interactuar con personas que enfrentan dificultades motrices. Ese contacto les permitió conocer y entender cómo las personas con reuma o dificultades motrices llevan adelante su vida cotidiana. Y pudieron hablar con ellas, empatizar, ver su realidad.
La retroalimentación de los usuarios fue clave para perfeccionar los dispositivos. Cada entrega se acompañó de una encuesta de satisfacción, que incluía un apartado abierto para observaciones. Una de las sugerencias más relevantes llevó a la elaboración de un instructivo de uso, con el fin de que el público comprendiera mejor el funcionamiento de los adaptadores.
Con este nuevo horizonte, el equipo proyecta avanzar en el proceso de patentamiento de los diseños para evitar su comercialización por parte de terceros. Así, buscan generar un círculo virtuoso entre escuelas y usuarios, capacitando a otras instituciones técnicas, especialmente aquellas que cuenten con impresoras 3D, para que puedan replicar la producción.
Además, evalúan implementar un bono contribución a través de la cooperadora escolar, destinado a financiar la compra de materiales e insumos como el PLA (ácido poliláctico), el plástico necesario para la fabricación de los adaptadores.
La próxima meta del grupo es participar en la instancia jurisdiccional de la Feria de Ciencias, con la posibilidad de avanzar a la etapa nacional si su proyecto resulta seleccionado. Pero esa instancia es más limitada, ya que solo algunos trabajos logran pasar dentro de cada jurisdicción.