Fátima Noriega junto a su hija Martina, que nació en plena pandemia en la cama de su casa, antes de que pudieran salir hacia el sanatorio. También están su otra hija, Emilia, y el gato Felipe

La noche del 18 de julio de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, Fátima Noriega vivió uno de los momentos más inesperados e inolvidables de su vida: dio a luz a su segunda hija, Martina, en la cama de su casa, sin asistencia médica, con su marido improvisando de partero y su gato como espectador inquieto.

Más allá del miedo y la incertidumbre que le tocó atravesar ese día; hoy, a 5 años del hecho, la mujer desdramatiza las complicaciones que le trajo el adelantamiento del parto y cuenta con detalles la desopilante situación que la llevó a experimentar el “lado B” de la maternidad.

Fátima estaba de 38 semanas y había tenido una ecografía esa misma tarde. Según el diagnóstico, el parto estaba lejos: la beba estaba “recontra arriba” y su fecha probable era recién en agosto. Por eso, cuando al llegar la medianoche comenzó a sentirse incómoda, lo atribuyó al exceso de comida. “Pensé que me había caído mal la cena. Había cocinado de más y estaba con la panza pesada”, recordó en diálogo con Infobae.

La abogada penalista revivió el caótico parto que sorprendió a toda la familia durante la madrugada del 18 de julio de 2020:

Intentó dormir, pero el malestar persistía. Su hija mayor, Emilia, ya dormía a su lado en la cama del piso superior del dúplex familiar, ubicado en el barrio porteño de Belgrano.

Su marido, Mariano Heller, estaba en la planta baja, concentrado viendo la serie Los Soprano. “Le chateaba desde la cama para no hacer ruido y no despertar a Emilia, que tiene el sueño liviano. Él me respondía, pero sin demasiada urgencia. Estaba muy metido en la serie”, relató con humor.

En medio de su incomodidad, un detalle la descolocó: Felipe, el gato de la familia, empezó a rasguñar insistentemente la puerta para ingresar a la casa. Era algo que jamás hacía. “Esa noche había quedado afuera porque estaba enfermo, lo habíamos llevado al veterinario y no sabíamos si iba a sobrevivir. Pero él, como si supiera que algo me pasaba, quería entrar sí o sí”, relató Fátima.

Martina Heller nació a la 1.52 del 18 de julio y pesó 3 kilos

El gato insistía tanto que incluso ella, molesta, le pidió a Mariano que lo metiera a la casa. “No me dejaba dormir. Y ahora entiendo que algo percibía. Fue el primero en darse cuenta de que estaba por parir”.

Durante la madrugada, el dolor comenzó a intensificarse. Sin saber si se trataba de contracciones, Fátima utilizó una app para medir la frecuencia. Cada vez que sentía algo raro, lo registraba. “La aplicación me devolvía un cartel que decía que llame a emergencias. Le mandé las capturas a Mariano y ahí recién reaccionó un poco”.

Subió las escaleras y se encontró con una escena inesperada: Fátima, aún en la cama, ya tenía contracciones fuertes. Le pidió que la ayudara a acomodarse con una pelota de pilates, a ver si cambiando de posición el dolor aflojaba. Pero el dolor no cedía. “Le dije: ‘Llamá a la partera y a mi mamá para que venga a quedarse con Emilia porque esto va en serio”, explicó.

Emilia junto a su hermana Martina

Lo que vino después ocurrió en menos de 15 minutos y dos pujos. Fátima se puso de pie y, de inmediato, supo que el parto era inminente. “Sentí que Martina estaba saliendo, sentía su cabeza entre las piernas. Me bajé los pantalones y me acosté en la cama del cuarto de al lado para no despertar a mi otra hija. No había tiempo para nada. En teoría, teníamos que ir hasta el sanatorio, en Palermo, pero ya era tarde”.

Cuando la partera atendió el teléfono, escuchó el primer grito de Fátima, doblada de dolor, y supo que no llegarían a destino. Le pidió a Mariano que pusiera el celular en altavoz y le dio las instrucciones necesarias. “Esto va a pasar ahí, en la casa de ustedes. Tranquilos, va a salir todo bien”, les dijo la portera.

En ese momento, el caos tomó forma doméstica: la partera guiando a distancia, Mariano con el teléfono en una mano y su esposa en pleno trabajo de parto en la otra. Y Felipe, el gato, volvió a entrar a la habitación. “Mariano trataba de sacarlo mientras intentaba ayudarme a parir a Martina. Fue una escena digna de una comedia”, contó.

Familia completa: Mariano Heller, el esposo de Fátima, también tiene otra hija de 19 años

Su marido, en shock, le preguntó a la partera si debía tirar de la cabeza que ya asomaba. “Ahí me avivé y le dije que no tirara nada, que yo iba a pujar. Y en dos pujes nació Martina”.

El debate posterior entre ambos giró en torno a un detalle: si la bebé nació envuelta en la bolsa amniótica o no. “No sabemos cuándo se rompió. Pero no hubo chorros de agua ni sangre como uno imagina. Fue todo increíblemente limpio”.

Martina nació a la 1.52. Tras salir al mundo, fue colocada sobre el pecho de su madre, cubierta con montañas de toallas traídas por su papá. Afuera, el frío del invierno era intenso. Mientras que Felipe, el gato curioso, seguía merodeando la habitación en silencio.

Hoy, las hijas de Fátima tienen 5 y 8 años

Minutos después, llegó la madre de Fátima. “Anda a ver a tu nieta”, le dijo Mariano. La mujer, que había encarado para ver a Emilia, se encontró con que ya había nacido Martina y que Fátima la tenía entre sus brazos. “Apenas entró a la pieza, Martina le abrió los ojos. Fue un momento muy fuerte”, contó Fátima.

La ambulancia tardó unos 40 minutos en llegar. “La partera nos pidió que no cortáramos el cordón umbilical, que lo tenía que hacer un médico. Nos explicó que si lo hacíamos en casa después había que ir a una comisaría a hacer trámites de identificación. ¡Era lo único que me faltaba!”, recordó entre risas.

En el ascensor del sanatorio ocurrió una de las escenas más inverosímiles de toda esa madrugada: Martina se prendió al pecho por primera vez. “Estaba llena de toallas, ella encima mío, prendida a la teta, y con el cordón colgando. Cuando se cerró la puerta del ascensor, me cayó la ficha de todo lo que había pasado”, recordó.

Primeros momentos y risas compartidas entre hermanas

Esa imagen, cargada de caos y ternura, resumió buena parte de lo que fue aquella noche: un parto urgente, casero, inesperado, donde lo instintivo y lo cotidiano se mezclaron sin previo aviso.

Lo inesperado del nacimiento de Martina también hizo que sus papás le dijeran una “mentira piadosa” a Emilia. Como ella cumplía años un día después – el 19 de julio- y su mamá estaba internada, le hicieron creer que todavía faltaban dos días para su cumple y lo celebraron una vez que Fátima y la bebé fueron dadas de alta.

“Después, cuando creció, se lo contamos”, explicó. Hoy, con más conciencia, Martina se lo toma con un humor y la carga a su hermana de que ella tuvo “un nacimiento normal”.

A pocos días de haber celebrado los 5 años de Martina, Fátima asegura que tanto ella como su marido actuaron de manera instintiva: “No lo hicimos porque fuimos valientes, sino porque no teníamos opción. Todo pasó tan rápido que solo reaccionamos. Después, claro, empezás a caer en la magnitud de lo que pasó”.

“Lo que viví con Martina me convirtió en una experta del ‘lado B’ de la maternidad”, remarcó Fátima. Una experiencia que, aunque desbordante, terminó bien. Y que ahora es parte de la historia familiar que se recuerda, con risas y asombro, cada 18 de julio.