Cuando Rachel Grey empezó a trabajar en Google como ingeniera de software en 2007, era una buena época para ser un noogler, que era como el gigante de las búsquedas llamaba a los nuevos empleados.

En una orientación de dos semanas en la sede de Google en Mountain View, California, Grey descubrió una utopía de prestaciones. Las cafeterías de la empresa servían filete y camarones, las cocinas estaban repletas de jugos naturales y los gimnasios ofrecían clases de ejercicio gratuitas. Los trabajadores recibían subvenciones en acciones además de sus salarios, una iguala del 50 por ciento en sus aportes para la jubilación y una paga extra de Navidad en forma de 1000 dólares dentro de un sobre.

Lo que también impresionó a Grey durante la inducción fue que Google daba a conocer cuántas máquinas había en sus centros de datos. “Vi lo transparentes que eran las cosas en la empresa”, dijo sobre la información normalmente reservada.

Con los años, sin embargo, su experiencia cambió cuando se convirtió en gerente de ingeniería de software. La paga extra de Navidad se redujo. Los empleados ya no disponían  continua de información corporativa. La empresa abandonó  que su inteligencia artificial no se utilizaría para fabricar armas. El presupuesto para ascensos se agotó, presionando a Grey para que bajara las calificaciones de rendimiento, algo que ella dijo que fue “asombrosamente doloroso”. En abril, con 48 años de edad y a punto de cumplir 18 en el empleo, Grey renunció a lo que una vez fue el trabajo de sus sueños.

Atrás quedaron los días en que Google, Apple, Meta y Netflix eran los destinos soñados para los trabajadores del sector de la tecnología, y ofrecían grandes salarios, exuberantes campus corporativos y culturas de trabajo que promovían la libertad de discurso y acción. Ahora las gigantescas empresas se han convertido en grandes burocracias. Aunque muchas de ellas siguen ofreciendo comida gratis y pagan bien, no tienen reparos en recortar puestos de trabajo, imponer la asistencia obligatoria a la oficina .

Es la era de callarse y ponerse a trabajar, dijeron los empleados.

“El sector tecnológico puede seguir siendo lo mejor en cuanto a comida gratis y salario alto”, dijo Grey, pero “el nivel de miedo ha subido mucho”.

“Supongo que es mejor almorzar y estar muerto de miedo que no almorzar y estar muerto de miedo, pero no sé si es bueno para ti estar allí”, añadió.