La tercera es la vencida. O al menos eso es lo que pretende probar Ela Minus en su inminente regreso a Buenos Aires. A su debut fallido en 2018, a causa del diluvio que ocasionó la cancelación de la última jornada de Lollapalooza Argentina, le secundó dos años más tarde un desembarco porteño con sabor agridulce. Aunque aquella vez logró actuar en vivo, como parte de la gira de su álbum debut, Acts of Rebellion, lanzado unos meses antes. “La sala no era la indicada”, se lamenta la artista colombiana al otro lado del zoom. “Fue un día estresante, hicimos lo mejor que pudimos. De ese show rescato lo conmovida que me dejó el público”. Un lustro más tarde, la música que se ganó un lugar en la vanguardia de la escena electrónica a punta de carácter, innovación y resistencia vuelve con ganas de revancha y además con nuevo disco.

Día se titula el segundo disco de la artista nacida como Gabriela Jimeno Caldas. Y lo presentará este miércoles 6, a las 20 , en Deseo (Av. Chorroarín 1040). Se trata de un trabajo que no ofrece ni un centímetro de condescendencia al público y mucho menos a la pista de baile. En tiempos en los que la electrónica mostró su lado más obvio y obediente, ella osó imponer sus reglas. Al punto de que al espectador (o al escucha) no le queda otra opción que fluir a través de esos 10 tracks que se comportan de manera iconoclasta. Esa intención refuerza el armado del repertorio, donde las tonalidades vibracionales que emanan del sintetizador (el instrumento eje del relato) tejen diálogos con las melodías y el bombo en negra hasta tomar forma de canción. Todo esto contenido por las ambientaciones oscuras.

“Para mí fue un disco muy difícil de hacer por las circunstancias personales que lo envolvieron”, explica la también cantante y compositora de 35 años. “Creo que la combinación de que haya salido mi disco debut en la pandemia y la pandemia en sí fue un shock, lo que generó cambios e incertidumbres, tanto en lo global como en mi vida personal. Y en el medio sentí mucha presión al momento de pensar en hacer otro disco. No me salía. Y lo que salía, lo odiaba. Esos bocetos me sonaban a inseguridades y a que leí demasiadas reseñas. A raíz de mi incomodidad, llegué a lugares más honestos. Entonces me di cuenta de que desde ese lugar era que tenía que trabajar. Por lo menos, logré ser honesta. Ése es uno de los pilares de mi consumo artístico y de lo que quiero dar al mundo”.

Sin embargo, por más que el acabado y la estética digan lo contrario, Ela Minus nunca pretendió que Día fuera un álbum disruptivo. “Es interesante la percepción de cada uno, es por eso que no me deja de sorprender que haya sido recibido como un disco inesperado”, reflexiona esta bogotana establecida en la ciudad de Nueva York. “Incluso, no me parece que sea tan arriesgado ni clubero, sino más bien pop. Cuando uso la palabra pop, me refiero a la estructura de una canción, donde hay una introducción, un verso y un coro. Llevamos muchas décadas en las que las canciones que más se quedan con nosotros tienen esa estructura. Me parece interesante explorar eso como cantante y compositora. Quiero hacer música que trascienda el tiempo. No me interesa hacer música que dure un año, lo que es algo muy común en la electrónica”.

Frente a los espacios que ganó el hyperpop como novel apéndice popero, con Charli XCX al frente, la música colombiana opina: “La definición de pop cambia cada cinco años y es interesante porque dice mucho de la sociedad. No sólo en la música”, suelta. “Cuando la gente me dice que hago electrónica pero sin ningún condimento pop, les contesto que toda la música que se hace ahora es así. El mainstream en este momento es electrónico. Los discos más grandes del año pasado fueron discos de club. Brat, de Charli XCX, hace cinco años hubiera sido considerado underground. Los discos de Sabrina Carpenter tienen sintetizadores, lo que nos lleva a redefinir los términos musicales. No hice este disco pensando en la pista de baile, pero alguien escribió en una reseña que ésa fue mi idea y empezó a circular esa certeza”.

Justo cuando el repertorio pareciera que finalmente se desenvuelve sin óbices, cerca del desenlace del álbum aparece el tramo experimental, de la mano del interludio de menos de un minuto de duración “And”. “Fue pensado así, entre los dos tracks hipotéticamente cluberos del disco, ‘Onwards’ y ‘Upwards’”, afirma quien en este caso hizo de la incomodidad un refugio estético. “Los compuse para el video de un tema del primer disco, ‘N19 5NF’, que tiene una escena festiva en la que encaja ese pequeño beat. Todas mis sesiones de grabación surgen de horas y horas de experimentación, y después vuelvo para escuchar y editar. Ese track es uno de mis momentos favoritos del disco porque siento que transmite muy bien la tensión y la desesperación que atravesaba cuando hice la transición”.

“Persiguiendo fantasmas, inclinándome ante ídolos ajenos, estaba ocupada intentando aceptarme a mí misma”, canta la artista en “Idols”, una de las canciones más autorreferenciales del disco, así como paradigma del estado emocional que envolvió a la grabación. “Habla sobre mis primeros pasos en la industria de la música”, evoca la artista, que alterna el inglés y el español en su cancionero. “Recién firmada, fui a Londres a conocer a la gente de mi disquera. Empecé a ser parte de este mundo, de esta escena electrónica que antes me era lejana y que admiraba, y curiosamente me deprimí. Ésta es una industria donde hay muchas drogas y alcohol, y en la que hay pocos principios. Esa primera interacción inspiró el tema y me ayudó a cuestionarme, a tomar decisiones y a encontrar mi lugar dentro de la música”.

 

En 1990, se estrenó Rodrigo D: No futuro, emblemático film de Víctor Gaviria devenido en radiografía de la juventud colombiana en tiempos de Pablo Escobar. Para sobrellevar la tristeza de esa realidad, sobre todo en los estratos sociales más humildes, chicos y chicas apelaron a las drogas y la violencia, con el punk y el hardcore a manera de banda de sonido. O más bien una traducción bien autóctona de estos estilos, la misma que cautivó a este canon latino del techno pop, al punto de que fue parte de esa escena. Pese al giro que dio su música más tarde, ese brío aún late en su ADN sonoro, de lo que da fe su último álbum. “Algo que tomo de esa película es la definición de ser latinoamericano, y eso se puede ver en esa oscuridad y crueldad”, sostiene. “Antes que ignorarla, la miramos de frente y la volvemos música”.