Argentina tiene una larga tradición de grupos de teatro conformados por actores y actrices: Gambas al Ajillo, Piel de Lava, Los Macocos o Los Bla Bla son algunos ejemplos de distintas generaciones. Sin embargo, es menos habitual encontrar colectivos multidisciplinarios. Grupo Marea está integrado por el dramaturgo y director Mariano Pensotti, la escenógrafa Mariana Tirantte, el músico Diego Vainer y la productora Florencia Wasser. En 2005 estrenaron La Marea, obra que dio nombre al grupo y marcó el inicio de un recorrido que ya lleva dos décadas de creación colectiva, originalidad y desafíos permanentes en diversos circuitos teatrales del mundo.
El sábado estrenaron en Dumont 4040 Una sombra voraz, obra protagonizada por dos de los actores más interesantes de la escena porteña: Diego Velázquez y Patricio Aramburu, a quienes recientemente se los pudo ver en piezas notables como Escritor fracasado o Los bienes visibles. Esta es la historia de Julián Vidal (Aramburu), un escalador cuyo padre fue un famoso alpinista desaparecido mientras intentaba alcanzar la cima del Annapurna (Himalaya) en 1989. A sus 40 años Julián intenta completar la escalada que su padre dejó inconclusa. Manuel Rojas (Velázquez), un actor algo estancado, lo encarnará en una biopic que recrea aquella experiencia. El rodaje une a estos personajes y les permite descubrir nuevos aspectos de sí mismos.
Cuando se les pregunta por el balance de estos 20 años, Pensotti reflexiona: “Está buenísimo y, a la vez, es rarísimo. No pensamos todo el tiempo en los 20 años. Por lo general estamos muy tomados por el hacer y no hay tiempo para balances o para melancolizarnos. Creo que es algo positivo. Al mismo tiempo, es muy fuerte: hace 20 años estrenamos La marea y en el medio hubo obras de sala, intervenciones urbanas, películas, instalaciones”. Algunas de esas producciones fueron El pasado es un animal grotesco (2010), Cineastas (2013), Cuando vuelva a casa voy a ser otro (2015), Arde brillante en los bosques de la noche (2017), Diamante (2018), El público (2019/2021), Los años (estrenada en 2021 en el Teatro San Martín) y La Obra (estrenada en 2023), que ya pasó por Viena, Atenas, Canarias, París, Girona, Vitoria, Milán, Berlín, Lituania y Bélgica, y sigue teniendo su cuenta pendiente con Buenos Aires.
“Esta obra es muy particular para nosotros porque había cierta decisión de volver a trabajar una escala distinta en el teatro independiente. Estar en la Martín Coronado fue muy fuerte porque significó llegar ahí con la lógica autogestiva de un grupo que se maneja de forma totalmente independiente. Hicimos Los años de la misma manera que hoy hacemos Una sombra voraz“, subraya el director, y remarca que ese movimiento era significativo “en este momento específico del país” porque “el teatro independiente no solo es un lugar donde se presentan obras sino que funciona como polo de creación cultural”. Tirantte suma la idea de “espacios de resistencia”.
La escenógrafa responsable de los potentes dispositivos escénico-narrativos que suelen tener las obras de Marea –y esta no es la excepción– dice que la escala de esta obra puede parecer más pequeña pero aclara que “tampoco es tan así”: “Es una obra más de nuestro grupo, independiente e inmensa a la vez. Cada proyecto es inmenso por todo lo que le ponemos y el espíritu es el mismo si estamos en una sala del off, en un teatro oficial o en una gira. Hay algo que escapa a la escala”. Wasser refuerza este punto. “Por supuesto hay diferencias de escala, pero me cuesta mucho pensar nuestros trabajos desde ese punto de vista porque el modo de abordaje es igual en todos los casos”, comenta la productora.
El director habla de cierta “épica de lo inabordable” en ese modo de trabajo y piensa la obra como una metáfora misma del acto de escalar: “Es como ir en una ascensión hacia lo divino. Aunque suene un poco pretencioso, en cualquier escala que trabajemos siempre nos termina ganando un poco algo de eso”. Vainer habla de una “escala interna” del grupo y dice: “Son procesos bastante extendidos y tenemos un nivel de perfeccionismo que hace que cualquiera sea exactamente igual sin importar la dimensión. Es muy tentador cambiar de dimensiones, de espacio y de soportes como hicimos en los últimos años. Es un gran desafío”.
–Este es un grupo multidisciplinario. ¿Qué aporta esa diversidad?
Mariano Pensotti: –Sentimos que hay algo bastante particular en esa forma de articulación. Cuando vemos la obra ya no sabemos bien qué fue primero, es muy diferente a un proceso más tradicional en el que alguien escribe un texto y después se junta con una escenógrafa o un músico y todo crece en capas. Acá está todo muy mezclado: quizás nos juntamos los cuatro a hablar sobre las noticias de los cuerpos aparecidos en el Everest y a partir de ahí empiezan a circular ideas y conceptos. Lo narrativo es algo que nos rige, nos importa mucho lo que queremos contar y cada disciplina contribuye tanto a esa totalidad como la dramaturgia o la dirección.
En el último tiempo, Pensotti se obsesionó con noticias de cuerpos hallados en lugares como Suiza, el Himalaya, Canadá o Argentina. Esos hallazgos son un efecto del cambio climático: la nieve se derrite y quedan expuestos los cadáveres de escaladores desaparecidos hace décadas “como si la naturaleza, violentada al extremo, nos estuviera devolviendo los muertos que durante tanto tiempo ocultó”, escribe el director en un texto que sintetiza la génesis de la creación. “Yo no escribiría estas obras si no estuvieran estos dispositivos”, asegura Pensotti, y Tirantte agrega que siempre piensan en conjunto cómo contar la historia. En Una sombra voraz hay un dispositivo muy ingenioso que les permite a los actores ejecutar esa escalada y, por tener una superficie espejada, habilita gran cantidad de juegos visuales que también funcionan como disparadores narrativos porque la obra explora a través de sombras y duplicaciones los vínculos entre actor/retratado o padres/hijos.
En Marea los roles no están definidos. “Flor puede tirar ideas desde lo musical, Diego puede aportar sobre lo dramatúrgico y yo puedo contribuir con ideas espaciales. En algún momento cada uno se hace cargo de su rol específico pero hay un brainstorming inicial que es la etapa más rica y vertiginosa”, señala Pensotti, y habla de una “polinización” para pensar esas dinámicas de funcionamiento. “Esta es la idea que sobrevivió de un brainstorming mucho más amplio de obras que nunca existieron y tal vez existan en otro momento. Las ideas que no funcionan en un momento quedan flotando para otra creación”, explica Vainer.
–Antes del estreno en Buenos Aires hubo una versión francesa (protagonizada por Cédric Eeckhout y Élios Noël) y una versión austríaca (interpretada por Manuel Harder y Sebastian Klein). ¿Cómo fueron esas traducciones y de qué manera se resignifica la obra?
M.P.: –Por lo general, nuestras obras giran en festivales internacionales o vamos a crear obras con elencos de otros países. Esta es la primera vez que hay distintas encarnaciones de una misma idea. Hay varias modificaciones entre versiones por la especificidad de los actores y el lugar donde sucede. La obra fue traduciéndose mucho porque originalmente había un montón de referencias a cosas francesas que no están más y en el proceso de ensayos con Diego Velázquez y Patricio Aramburu empezaron a surgir un montón de cosas, hubo improvisaciones y cambios para adaptar la obra.
Al mismo tiempo, Tirantte y Wasser hablan de “lo argentino” como algo característico del colectivo porque, aunque desarrollen su actividad en distintos puntos del globo, “Mariano siempre escribe obras para ser representadas en Buenos Aires y hacer nuestros trabajos acá es el motor que nos guía, queremos presentarlos donde se gestaron”, subraya Wasser. Pensotti alude a cierto acuerdo para “no hacer concesiones aunque las obras se representen afuera”. El origen, en este caso, fue una invitación del Festival de Avignon: crear una obra para dos personajes que pudiera girar. “Eso tocó un nervio porque después de Los años veníamos pensando en el deseo de armar una obra más pequeña centrada en la actuación –dice–. Somos un grupo muy vinculado a los dispositivos escénicos y narrativos y, si bien acá está eso, queda clarísimo que siempre hay un trasfondo donde lo central es lo que se narra, lo que se representa y cómo se actúa. Acá todo eso está mucho más al frente”.
–¿Cómo fue el diseño de este dispositivo escénico?
Mariana Tirantte: –A nivel dispositivo siempre pensamos en algo que ayude a narrar. Acá buscábamos que en algún momento los actores pudieran escalar y quedar colgados. A partir de esa idea empecé a investigar cómo hacerlo posible: tenía que ser seguro, liviano, versátil para armar distintas espacialidades y generar reflejos, algo que nos representara estéticamente. Y también tenían que animarse a subir (risas). Al principio se hace todo cuesta arriba pero casi siempre llegamos a una cima.
–¿Cómo fue el proceso creativo en el caso de la música?
Diego Vainer: –Por un lado, había algo muy claro: la referencia a una película y el género de música cinematográfica. Por otro, hace dos o tres obras venimos trabajando con las intervenciones musicales que tal vez no son tan narrativas pero se basan en sostener tempos y tensiones con el texto. Son obras que tienen una gran cantidad de texto (muy bien escrito) y desde lo sonoro siempre trato de encontrar algo para que uno no sienta que está escuchando una música sino un entrecruzamiento de texturas, ritmos, tensiones e incluso espacialidades. Y hay un lugarcito para referencias a música preexistente, tenemos una colección de karaokes y pequeñas escenas bailables. Seguimos profundizando en eso (risas). En cada versión la música tiene distintas duraciones por el tiempo que lleva desarrollar las escenas en cada idioma. Es interesante pensar la temporalidad en relación a lo musical, nunca nos había pasado.
El dramaturgo señala, además, “la confluencia espacial” entre el trabajo de Vainer y TIrantte porque “no responde tan sólo a necesidades funcionales del texto: Mariana crea máquinas de contar historias más que decorados y Diego también porque revela cosas que no están ahí, a simple vista, en la historia”. En ese sentido, la presencia de los cuatro a lo largo del proceso de ensayos es fundamental y Vainer señala esto como una gran diferencia con lógicas de producción más tradicionales. “Tenemos que estar para ver cómo funciona todo, seguimos encontrando cosas nuevas en cada área. La investigación sobre el trabajo continúa; por eso no lo pensamos como una reposición sino como un estreno”, asegura el músico.
–¿Cómo piensan el diseño de producción? Marea siempre intenta generar una experiencia teatral y lleva adelante proyectos ambiciosos más allá de la escala.
Florencia Wasser: –Bueno, por supuesto los números varían en el Excel dependiendo de los apoyos que existan, pero no creo que alguna vez hayamos dejado de hacer algo por falta de presupuesto. Eso no es porque nos sobre sino porque buscamos la manera de poder abordarlo dentro de los parámetros posibles. A veces hay que ordenar, encorsetar o buscar la manera de que no nos desbordemos y ese es mi rol, pero no siento que hayamos tenido que restringirnos a dos sillas y un tapiz. Se trata de buscar la forma de contar lo que se quiere contar como lo queremos contar. Cada vez que veo El público y recuerdo el elenco que teníamos y las locaciones que conseguimos, no puedo creer que lo hicimos nosotros cuatro.
Todos celebran el sentido de pertenencia que genera Marea: cuando aparece un problema “es de los cuatro” y aseguran que hay cosas que no harían sin el sostén del grupo. Sobre la situación actual de la cultura y la actividad teatral independiente, Pensotti declara: “Creo que compartimos que es un momento tremendo del país donde nos enfrentamos a una destrucción descontrolada de la cultura, la salud, la educación. Esto es algo que sufrimos todos en carne propia: nosotros, los espectadores, nuestros colegas. La decisión de estar en el teatro independiente tampoco es inocente. Hay una voluntad de estar en un lugar que hoy se encuentra bajo ataque; un lugar de resistencia que en Argentina fue fundado desde lo autogestivo, el deseo y una impronta más socialista, no con las lógicas del capitalismo salvaje. Nuestra propia existencia como grupo prueba que las cosas se pueden organizar de manera distinta, sin necesidad de un verticalismo salvaje donde los de arriba aplasten a los de abajo”.
Por otra parte, el director señala que “la ficción está totalmente corrida” porque existe “un poder esperpéntico” y cita a Kartun: “Lo escuché hace poco diciendo algo muy lúcido. En las formas parece que todo es muy extremo y novedoso, pero en realidad es lo mismo de siempre: los dueños del país haciendo mierda a todos los que están abajo. En ese sentido, me parece interesante pensar cómo quienes hacemos ficción nos paramos hoy frente a esa gran ficción que se está construyendo en el país”.