El frente de Copetín Fiat, ubicado en Wenceslao de Tata y Cervantes, en Caseros, partido de Tres de Febrero

En ocasiones la vida social de un pueblo o país puede describirse a partir de un café o bar de esquina. Es cuando el comercio en cuestión sirve de vehículo para narrar sucesos históricos. Esta cualidad es independiente de la magnitud de su superficie. Por pequeñito que sea. Aunque tenga el tamaño de un Fiat 600. Ya entenderán por qué salí de la ciudad rumbo al oeste del conurbano para relatar al Copetín Fiat.

El Copetín Fiat está ubicado en la esquina de Wenceslao de Tata y Cervantes, Caseros, partido de Tres de Febrero. El negocio comenzó siendo un almacén de barrio a mediados de los años 50. Sus propietarios eran Francisco Oliverio y su esposa, María. Él, calabrés. Ella, bonaerense de Guaminí. En la esquina de enfrente al almacén funcionaban los talleres de IMEMA, la metalúrgica que fabricó —sin alcanzar una escala industrial—, entre otros modelos, el automóvil Mitzi B40, una micro cupé de reducidas dimensiones y bajo consumo, de producción 100% nacional. Tiempo después, en ese mismo predio se instaló la Fiat para fabricar otro auto pequeño: el Fiat 600. Está claro que con este desembarco industrial italiano el barrio se convulsionó. También se multiplicó el movimiento de gente. Como reza la instalación artística sobre el paredón de lo que fue la Fiat, sobre la calle Miguel de Cervantes, “Todos los Fititos de la Argentina salieron de acá”. En total —según las estadísticas— fueron fabricados 294.000 Fititos entre los años 1960 y 1982.

Instalación artística en el sitio donde funcionó la Fiat, sobre la calle Miguel de Cervantes

Todo tiene un por qué y aquí comienzan las referencias históricas. El año 1960 fue el del sesquicentenario de la Revolución de Mayo y también se lo conoció como “Año Motorístico Argentino”. La razón de la denominación tuvo que ver con la firma del decreto N° 3696 por parte de Arturo Frondizi, por entonces presidente de la nación, que estableció el “Régimen de promoción para la industria automotriz”. Los empresarios locales, y otros que vinieron a instalarse del exterior alentados por el impulso que promovía el decreto, se largaron a fabricar vehículos. Un lustro más tarde, durante el gobierno de Arturo Illia, la economía de los argentinos mejoraba, bajaba la deuda externa, el presupuesto en educación crecía y se vivía un período de gran expansión y participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas. Ser un “Hombre Fiat” representaba a una clase media nacional que llegó a una cima inalcanzable para el resto de Latinoamérica. Y fue justamente en 1965 que Francisco y María, en respuesta a la demanda obrera que circulaba a diario por Wenceslao de Tata y Cervantes, decidieron abrir un bar con despacho de bebidas en la esquina de su almacén copiando la tipología de tantos antiguos almacenes bar que funcionaron en los barrios de Buenos Aires. Sin embargo, en provincia, la habilitación comercial otorgó un registro tan bonito como de uso infrecuente dentro de la Capital Federal: Copetín al paso.

El café del Copetín Fiat es exquisito. Antonio, al frente del bar, lo prepara con mano experta desde hace 60 años

De inmediato, la propuesta copetinera prendió entre los empleados de la Fiat. Francisco y María no daban abasto con las tareas. El matrimonio había concebido dos hijas y el ámbito laboral requería labores y trato adecuado a personal masculino. Entonces buscaron ayuda entre sus sobrinos varones: Carlos y Antonio. Carlos abandonó pronto el trabajo y hacia 1968 Antonio Papaianni ya se encontraba solo al frente del negocio. En verdad estuvo solo por poco tiempo. Betty, una vecina del barrio, le había echado el ojo. Antonio y Betty se casaron en 1972 y tres años más tarde nació Gregorio, el primero de sus cuatro hijos. Hoy en Copetín Fiat cumplen distintas funciones Antonio, Betty, Gregorio y Daniela, su esposa. El boliche abre de lunes a viernes de 8 a 15. Eventualmente también lo hacen algún sábado como, por ejemplo, el que ya les contaré. ¿Y qué pasó entre 1975 y la actualidad? Pasó un país.

Antes describo la esquina.

La superficie del local tiene el tamaño de un garage para que entre un Fitito. En todo su largo hay una barra revestida en madera donde se exhiben los exquisitos productos caseros realizados en la cocina del lugar, que ocupa lo que anteriormente fuera el almacén. Allí se lucen las sfogliatellas, arancinis, m’beyús, profiteroles, alfajores de maní, canelés y pitta mpigliata. El café que sirven es exquisito. Lo prepara Antonio. Algo sabe, lleva 60 años haciéndolo.

Antonio Papaianni, sobrino de los fundadores de Copetín Fiat, está al frente del lugar desde 1968

El local no tiene mesas. Excepto durante las estaciones benignas cuando se habilitan algunas en la vereda. Les recuerdo, el comercio fue habilitado como copetín al paso. El piso es de calcáreo con forma de damero. Un largo espejo aumenta la espacialidad interior, lo acompaña una barra con banquetas para degustar los platos calientes de los mediodías: buñuelos, fugazzetas, guisos, sopas, carnes y pastas. Sin embargo, el producto estrella del Copetín Fiat es el “Comprimido”, un sánguche de jamón crudo, queso y dulce de batata. Cuenta la leyenda que los italianos de la Fiat disponían de pocos minutos para comer, entonces pedían el almuerzo y el postre todo junto. O sea, “comprimido”.

El resto de los objetos que se lucen dentro del Copetín son botellas de la marca Llave —vecina del barrio—, sifones, pizarras, almanaques, piezas antiguas, pinturas, viejas fotografías de la esquina, radios y una declaración de Bar Notable otorgada por el municipio de Tres de Febrero en 2021. El tradicional altarcito familiar guarda una miniatura de un fitito. Por último, la música son listas de temas nacionales creadas por Gregorio.

El

Dicho esto, retomo la línea histórica abandonada. Voy a enumerar algunos eventos que impactaron en el desarrollo automotriz argentino, las costumbres y la clientela del Copetín Fiat. Cuenta Antonio que, a principios de los años 70, la Fiat tenía proyectado crear a pocas cuadras del Copetín un Centro de Transferencia para enviar automóviles por tren hacia Chile y exportarlos vía el océano Pacífico. Pero el plan abortó cuando el martes 21 de marzo de 1972 un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo —ERP— secuestró a Oberdan Sallustro, director general de la compañía. Unas semanas más tarde, en un enfrentamiento con la policía, el ERP mató al empresario. Por entonces, la mayoría de las terminales y las fábricas de autopartes trabajaban al límite de su capacidad operativa. La Argentina que vino a continuación no fue la misma. En 1979, la dictadura militar eliminó las trabas existentes para la importación de vehículos terminados. Como dije, en 1982 dejó de fabricarse el Fitito.

Otros hechos vinieron a modificar los hábitos y la feligresía del Copetín. Cuando la empresa Sevel fusionó las operaciones de Fiat y Peugeot, construyó un comedor para los trabajadores dentro de la planta de Caseros. La clientela metalúrgica del Copetín cambió por empleados administrativos y funcionarios de la nueva empresa.

Sobre la barra revestida en madera que atraviesa el local se exhiben los productos caseros fabricados ahí, como sfogliatellas, arancinis, m’beyús, profiteroles, alfajores de maní, canelés y pitta mpigliata

El Copetín Fiat recibe gente a toda hora. Fui dos días seguidos. El primero para tomar café y degustar su pastelería, pero cuando comencé a conocer los platos del día y comenzaron a salir los primeros almuerzos, volví al día siguiente. Otros cambios en la conformación de la clientela se dieron a partir de situaciones exógenas. La primera sucedió cuando Gregorio abrió la cuenta en instagram @copetinfiat. A partir de entonces, un público diferente comenzó a acercarse a la esquina. Ahora fueron los amantes del Fitito, el colectivo foodie, influencers y bonaerenses de municipios más alejados. Con respecto a los vecinos, la segunda transformación ocurrió luego de la pandemia por covid 19. Cuando sólo se podía caminar unas pocas cuadras y todos empezamos a consumir en los comercios de cercanía. Mucha gente próxima al Copetín se dio la oportunidad de entrar por primera vez y conocer la propuesta gastronómica. La esquina, hasta ese momento, había tenido el estigma de haber sido un reducto de obreros, borrachines y muy masculino.

Hoy ni la Fiat ni Sevel ocupan el predio de enfrente, pero el renombre del Copetín se expandió por los alrededores y atrae a empleados de las empresas Peters Licores, Ginebra Llave, Sika, Papelera del Sur y los visitantes que concurren al Museo del Fitito, único en el mundo dedicado a un modelo de auto y ubicado a unas pocas cuadras.

Antonio junto a su hijo, Gregorio, también a cargo del Copetín Fiat

Por si no hicieron cuentas, Copetín Fiat abrió en 1965. Es decir, este año cumple 60. Y para el sábado 9 de agosto organizaron un fiestón. Un evento para disfrutar en familia. Un festival de comida en la calle. Van a cortar Cervantes para montar stands de cerveza, vermús, ginebra y vino. También habrá un escenario para bandas de música. Será un sábado para recordar la historia de una barriada, la Argentina, construir comunidad y degustar los platos típicos del Copetín Fiat. Coronando el ingreso a la juntada habrá dos Fititos y un 128 IAVA. Los interesados deben adquirir sus tickets escribiendo a las redes sociales del Copetín Fiat. La fiesta tiene una capacidad limitada. Por las dudas, Gregorio me aclara de manera taxativa que la familia completa más el resto del personal cocinarán para unas 300 personas. Tiene miedo de que, habiendo tanto fanático, le caigan 600.

Instagram: @cafecontado