¿Cuántas veces puede cambiar algo para siempre? Porque pocas cosas cambiaron tantas veces para siempre como lo hizo la música popular, sobre todo en la segunda parte del siglo XX. Aunque en este caso debamos decir que se trata del folk, lo cierto es que el folk fue el punto de partida porque lo que verdaderamente cambió para siempre fue, como tantas veces, el rock.
Como sea, se supone que el 25 de julio de 1965, en parte enojado por lo que vio y escuchó durante aquel fin de semana de verano, acaso porque se trataba de una evolución natural en su música, acaso por muchas cosas más (y todas válidas), cuando Bob Dylan electrificó su set en el festival de Newport, la meca del modo más ortodoxo de abordar el folk, todo cambió para siempre. Esa noche, el folk se sintió traicionado para siempre (todo parece ser para siempre aquí) por su joven líder. Pero más trascendente que eso fue lo que le sucedió al rock aquella noche.
Al abandonar el modo acústico (unplugged le decíamos en los 90) y enchufar su guitarra y pasar su sonido por el amplificador, Dylan reformuló el modo de cantar, de componer y de sonar del rock. O, lo que es lo mismo, aquella noche de verano en Newport, Dylan dio forma al folk rock, nada menos.
Bob Dylan: volver al rock
¿Acaso Bob Dylan abandonó el folk para introducirse en el rock? Puede ser, pero se trató de un regreso al rock de parte de Dylan. Nacido en Duluth, Minnesota, en 1941, Robert Allen Zimmerman (tal es su verdadero nombre) se formó escuchando a tipos como Little Richards. Pero cuando, en 1961, decidió trasladarse a Nueva York para conocer a Woody Guthrie, el viejo héroe del folk, que ya padecía la enfermedad de Huntington, estaba convencido de que el rock no representaba el sentir del pueblo como sí lo hacía el folk.
Entusiasmado por las formas y los recursos líricos que le ofrecía el género, Dylan se convirtió rápidamente en la joven promesa del folk, en la (nueva) voz de una generación. En esa tesitura grabó sus primeros cuatro discos, con letras que sorprendieron por su enfoque y su originalidad y por su modo tan particular de su voz y el estilo de su canto.
Así, el homónimo debut de 1962, The Freewheelin’ Bob Dylan (1963), The Times They Are a-Changin’ (1964) y en menor medida Another Side of Bob Dylan (1964), donde ya se vislumbraba el cambio que vendría meses después, marcaron la pauta del camino que debía seguir el folk, ahora de la mano de su nuevo referente. Pero este referente tenía otros planes.
¿Dylan contra el folk?
Antes de lo que se dio en llamar la “controversia eléctrica” de Bob Dylan hubo una controversia que la precedió: la de Dylan con cierta naturaleza del folk. Veamos.
La música folk, como género, está obsesionada con la idea de que las canciones se transmitan, sin cambios, de generación en generación. Durante sus primeros años, Dylan se vio presionado para continuar con esas tradiciones, por lo que sus primeros discos estaban compuestos en gran parte por canciones folk tradicionales, a pesar de que el compositor tenía bastante material propio y muy bueno como para editar varios discos.

Incluso cuando las canciones folk originales de Dylan se hicieron populares en la escena, inspirando casi por sí solo el renacimiento necesario del folk de los años 60 seguía atado a esas tradiciones restrictivas del género. Y eso a Dylan empezó a no gustarle. Sintió que, si bien era la voz de una generación joven que renovaba el folk, se trataba de un sostener el statu quo. O, lo que era lo mismo, reemplazar a la vieja guardia del folk para hacer lo mismo que ella.
El punto es que Dylan no era solo folk. En rigor, nunca lo había sido. Desde sus inicios, se inspiró en una gama increíblemente amplia de influencias musicales, incluyendo tipos como Little Richard. Y Dylan estaba decidido a explorar esas influencias tan diversas. En este sentido, el folk era un elemento más que tenía en mente.
Dylan actuó en el prestigioso Festival Folk de Newport tanto en 1963 como en 1964, convirtiéndose en uno de los momentos más destacados del festival. Los asistentes a Newport eran, al igual que los organizadores, puristas del folk que consideraban la música folk tradicional y acústica como la máxima expresión de la interpretación musical. Por el contrario, Dylan buscaba cada vez más reflejar el turbulento periodo político de los años 60 y, para ello, se dio cuenta rápidamente que necesitaba de la electricidad.
Y eso paso, primero en el estudio y luego en vivo, nada menos que en Newport. En abril de 1965, presentó Bringing It All Back Home, que marcó el inicio de la era del “Dylan eléctrico”. Aun así, se esperaba que su actuación de ese año en el festival fuera exclusivamente de folk acústico, como era tradición en el festival. Sin embargo, Dylan subió al escenario con una Fender Stratocaster en la mano para cambiar la música (y muchas otras cosas más) para siempre. Y fueron apenas tres canciones, no más, las que lo hicieron.
Dylan eléctrico: armemos una banda
Luego de tocar el sábado 24 un set acústico clásico con las canciones «All I Really Want Do Do», «If You Gotta Go, Go Now» y «Love Minus Zero/No Limit», Dylan comenzó a pensar en la posibilidad real de tocar eléctrico en el cierre del domingo 25. Claro que para eso debía armar una banda, que en ese momento no tenía porque para tocar folk simplemente no la necesitaba.
Hablando con el guitarrista Mike Bloomfield, este le sugiere a Dylan que usara los músicos de Butterfield Band. “Es una idea estupenda», le respondió Dylan y exactamente eso fue lo que hizo. El sorpresivo y no menos revolucionario set eléctrico fue una combinación de músicos propios, el tecladista Al Kooper y Bloomfield en guitarra, y de Bloomfield de la Paul Butterfield Blues Band, el bajista Jerome Arnold y el baterista Sam Lay, además de Barry Goldberg en el piano.

“Todo sonaba genial, excepto que Jerome no conseguía seguir los cambios en ‘Like A Rolling Stone’”, recordaría muchos años después Barry Goldberg. “Jerome era un bajista de blues y esa canción se salía un poco de su zona de confort. ‘Yo puedo tocar el bajo en Like A Rolling Stone, sugirió Al. Jerome aceptó que Al tocara el bajo en esa canción, y yo sustituí a Al en el órgano. Todo fue muy espontáneo, aunque todos estábamos improvisando”.
“La magia estaba definitivamente allí esa noche, para todos nosotros, tan pronto como se encendieron las luces y vimos a Dylan salir, vestido de negro, con su Stratocaster colgada al hombro”, siguió recordando Goldberg. “Eso era una declaración en sí mismo, pero también era mucho más. Y para ser sincero, ni siquiera me di cuenta de que había tanta reacción negativa por parte del público. Quiero decir, no estaba sordo, pero oía los vítores mezclados con los abucheos, y sabía que había gente a la que le gustaba lo que estábamos haciendo. Los demás ni siquiera escuchaban; estaban en estado de shock, reaccionando al momento y a su sensación de traición. Estaban tan enfadados porque Bob les daba la espalda a los folkies que no podían entender lo que estaba haciendo. Durante años, Bob había hecho folk, y ahora, de repente, eso significaba el fin de la era folk tal y como la conocían. La actuación de Bob cerraba se capítulo en particular, pero también abría uno nuevo al crear el folk rock, un logro que era más importante que la reacción del público”.
Apenas tres canciones
Con un breve set de tan solo cinco canciones, Dylan, junto con una banda armada casi de improviso, arrasó con tres temas eléctricos, estrenando por primera vez “Maggie’s Farm”, la célebre “Like A Rolling Stone”, editada como single apenas un mes antes, y «It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry”, que fueron recibidos entre aplausos y abucheos, no en partes iguales, por cierto.
Los motivos del rechazo nunca fueron claros o, en todo caso, todos los motivos mencionados tienen asidero. Muchos fanáticos del folk sintieron que Dylan había traicionado tanto a su público como a sus raíces folk. Por ello, estos tres temas cortos crearon una atmósfera increíblemente hostil. Otros sostienen que las quejas de buena parte del público fueron por lo reducido del set. Otros en cambio afirman que lo que molestó a muchos fue el sonido, más precisamente el alto volumen de los instrumentos.
Tras abandonar el escenario en estado de shock por el efecto de su nuevo sonido, Dylan volvió a escena para cerrar, solo con su guitarra como en los buenos y no tan viejos tiempos, con dos temas en modo folk. Esa parte acústica del set consistió en “It’s All Over Now, Baby Blue” y “Mr. Tambourine Man”. Aunque ese cierre más tradicional permitió que se fuera con aplausos, calmar un poco al furioso público de fans del folk, ya no habría vuelta atrás: Dylan se había vuelto eléctrico. Pasaron más de tres décadas hasta su regreso a Newport y fue raro, con peluca y una falsa barba.