La exposición a ciertas formas de contaminación ambiental eleva el riesgo de desarrollar demencia. Se estima que la enfermedad afecta a unos 57 millones de personas en todo el mundo, y se prevé que la cifra aumente a al menos 150 millones de casos para 2050.
Así lo indica el estudio más completo de su tipo elaborado por investigadores de la unidad de epidemiología del Consejo de Investigación Médica de la Universidad de Cambridge. El trabajo, publicado por la revista científica The Lancet Planetary Health, se basó en datos de más de 29 millones de participantes expuestos a contaminantes atmosféricos durante al menos un año.
Aunque la contaminación atmosférica ya se ha identificado como un factor de riesgo para la demencia, la investigación avanza un paso más al encontrar vínculo entre tres tipos de contaminantes atmosféricos y la demencia.
Por un lado, las partículas PM2.5 (se trata de partículas ultrafinas presentes en el aire, con un diámetro de 2.5 micrómetros o menos) emitidas por vehículos, centrales eléctricas, estufas y chimeneas de leña. También, dióxido de nitrógeno, procedente de la quema de combustibles fósiles. Y además hollín, que proviene de fuentes como los tubos de escape de los vehículos y la quema de madera.
Más específicamente, el estudio descubrió que por cada 10 microgramos por metro cúbico de PM2.5, el riesgo relativo de demencia de una persona aumentaba un 17 por ciento. Utilizando cifras equivalentes para el hollín, el riesgo aumentó un 13 por ciento.
La causa más común de demencia es la enfermedad de Alzheimer que, en el Reino Unido (de donde llega este estudio), afecta a unas 982 mil personas. La contaminación atmosférica puede causar demencia al provocar inflamación cerebral y estrés oxidativo, un proceso químico corporal que puede dañar células, proteínas y ADN.
Haneen Khreis, autora principal del informe, afirmó que este trabajo aporta “más pruebas que respaldan el hecho de que la exposición prolongada a la contaminación atmosférica exterior es un factor de riesgo para la aparición de demencia en adultos previamente sanos”.
Los investigadores reconocieron que, si bien el informe es el más exhaustivo hecho hasta ahora, presenta limitaciones porque está basado en participantes blancos que viven en países de altos ingresos. Reconocieron que los estudios futuros deberían incluir a más participantes de entornos diversos.
La contaminación atmosférica es uno de los principales factores de riesgo modificables para la demencia, pero no es algo que las personas puedan solucionar por sí solas. Es ahí donde el liderazgo gubernamental es vital. “Abordar la contaminación atmosférica puede generar beneficios a largo plazo para la salud, la sociedad, el clima y la economía. Puede reducir la enorme carga que soportan los pacientes, las familias y los cuidadores, a la vez que alivia la presión sobre los saturados sistemas sanitarios”, destacó la investigadora Khreis.