Un hotel de Balvanera por años fue sinónimo de marginalidad y criminalidad para los habitantes de ese barrio porteño. Pero una transformación redefinió su significado. El edificio, que antes estaba tomado, fue reconvertido con un objetivo comunitario. Lo que antes se trataba de un aguantadero, ahora es un Centro de Inclusión Social (CIS), con el modelo Casa Familia.
Durante años, el inmueble funcionó como un espacio temido por los vecinos. La cuadra, de la que no se da precisiones sobre la dirección para cuidar a quienes ahora son acogidos, a pesar de estar rodeada por instituciones educativas, perdía toda su vitalidad con la caída del sol.
La percepción de inseguridad era constante, según relatan los propios residentes.
Adriana Álvarez, vecina de la zona desde hace más de cuatro décadas, recordó aquel escenario con precisión: disturbios frecuentes, tráfico de drogas y temor al transitar por allí de noche.
“En la transformación del barrio esto va a ser increíble porque hay muchísima gente en esta situación y ayuda a que muchas problemáticas del barrio cambien”, sostuvo.
La reapertura del edificio con un nuevo propósito fue iniciativa del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño. Además de dar respuesta a la problemática habitacional de personas en situación de calle, también modifica la relación de los vecinos con su entorno.
“Teníamos allanamientos prácticamente todas las semanas, y peleas; que ahora sea un lugar de inclusión nos parece bárbaro”, relató Alberto Aguilera, integrante de la red de vecinos Manzana 66, con tres décadas de residencia en el barrio.
Su perspectiva vecinal le permite valorar el impacto de esta política pública: “Es una zona problemática por consumos que hay en la calle, que a la vez generan inseguridad. Por eso estamos muy contentos con este nuevo CIS de Balvanera: nos parece muy bueno para el barrio”.
El espacio reabierto ofrece 24 habitaciones con capacidad para albergar hasta 96 personas, diseñadas con un enfoque que prioriza la intimidad y la convivencia familiar.
El modelo Casa Familia no funciona como los refugios tradicionales. “Es un dispositivo pensado como puente real entre la inclusión y la autonomía. El último eslabón antes de que cada persona pueda volver a habitar su vida con dignidad y vínculos sólidos”, detalló Gabriel Mraida, ministro de Desarrollo Humano y Hábitat.
El enfoque del centro no se limita a brindar alojamiento. Cada residente participa activamente en la organización de la vida cotidiana del lugar. Desde la preparación de alimentos hasta el mantenimiento de los espacios comunes, las rutinas compartidas fomentan la responsabilidad y el sentido de comunidad.
La propuesta incluye tres ejes clave para fortalecer la autonomía: educación, mediante programas para finalizar los estudios formales; salud y bienestar, a través de actividades recreativas, culturales y deportivas; y trabajo, con capacitaciones orientadas a la reinserción laboral.
El trabajo de inclusión es sostenido por equipos multidisciplinarios que brindan acompañamiento las 24 horas. Estos equipos están conformados por trabajadores sociales, psicólogos, operadores y acompañantes terapéuticos, que ayudan a las personas a gestionar documentación, acceder a servicios de salud, mantener vínculos familiares y fortalecer redes de apoyo.
La metodología se estructura sobre cuatro pilares: revinculación y hábitos, capacitaciones, inserción sociolaboral y egreso positivo, este último entendido como el momento en que las personas se encuentran listas para vivir de forma autónoma fuera del CIS.
La experiencia de Adriana también refleja el cambio de perspectiva que trajo la presencia del nuevo centro. “Me preocupaba que hubiera un amontonamiento de gente y la clase de acompañamiento para los más chicos, y me terminé encontrando con pequeños hogares”, reconoció.
Esta nueva casa de Balvanera ilustra cómo una intervención puede cambiar la fisonomía de un barrio. “Que estos lugares existan en un barrio donde tenemos mucha gente en situación de calle nos da esperanza de que esa gente no se va a perder”, cerró Alberto.
La iniciativa se enmarca en una estrategia más amplia impulsada por la administración porteña. “Ya no van todos al mismo centro, eso era antes; ahora implementamos un abordaje segmentado según la situación de cada persona”, señaló el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, al supervisar la apertura del espacio.
Y agregó: “El hotel fue desalojado en abril de este año en el marco de la política de recuperación de sitios intrusados: la actual gestión porteña lleva recuperados más de 370 propiedades”.
En toda la Ciudad de Buenos Aires funcionan actualmente 47 Centros de Inclusión Social, segmentados en función de las características del público al que atienden: familias, mujeres solas, mujeres con hijos, hombres solos y personas con padecimientos de salud mental.