Este invierno distintas zonas cercanas a la Cordillera de los Andes, del lado argentino, enfrentan un escenario de escasez de nieve en comparación con años anteriores que alertó a especialistas. A simple vista, los paisajes blancos persisten en los picos más altos, pero la acumulación está muy por debajo de los promedios históricos.
Según informaron especialistas del Conicet en diálogo con medios locales, el déficit actual ronda el 30% respecto del volumen de nieve habitual para esta época del año. Aunque persisten las expectativas para lo que resta del invierno, el panorama es, por el momento, poco alentador.
La situación no solo inquieta a los turistas que acuden en busca de nieve y deportes invernales. También moviliza a los sectores productivos que dependen del agua de deshielo, especialmente en un contexto marcado por lo que los científicos han catalogado como una megasequía sin precedentes en la región, afirman los medios locales.
Según explicó el glaciólogo Pierre Pitte, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), este fenómeno no es simplemente una fluctuación anual.
“No tiene antecedentes. Tenemos registros de caudales de agua desde hace 100 años, y un periodo de sequía tan prolongado como este nunca se había visto. Estamos en un régimen diferente al histórico”, dijo a Los Andes.
Pitte advirtió que, si bien los inviernos recientes ofrecieron algo de alivio, el invierno 2025 presenta condiciones más difíciles, sobre todo en las cuencas del norte mendocino, mientras que en el sur la nieve representa apenas la mitad del promedio.
Para contextualizar el fenómeno, el hidrólogo Ezequiel Toum detalló al mismo medio mendocino que la influencia de un anticiclón semipermanente, un sistema atmosférico que actúa como una suerte de “tapón” que impide el ingreso de frentes fríos a la región.
Si bien esta variabilidad siempre existió, desde 2010 se observa una secuencia persistente de años con déficit de nieve. A esto se suma un patrón climático global que alterna entre los fenómenos de El Niño y La Niña, aunque actualmente se encuentra en una etapa neutra.
Las mediciones satelitales confirman la gravedad: la cobertura actual de nieve en Mendoza alcanza los 2.400 km cuadrados, frente a un promedio habitual de 3.450 km cuadrados para esta época, según confirmó Pitte a Diario UNO.
Las estaciones meteorológicas en puntos estratégicos, como Horcones en la entrada del parque Aconcagua, permiten comparar con años anteriores. En 2021, por ejemplo, se registró un 70% menos nieve que el promedio entre 2000 y 2024, mientras que en 2019 la merma alcanzó el 84%.
El impacto no se limita al paisaje. “La nieve es el aporte principal que tienen los ríos”, subrayó Pitte. La falta de precipitaciones níveas durante el invierno condiciona la disponibilidad de agua en los meses cálidos, afectando tanto al consumo humano como a la producción agrícola e industrial.
La preocupación se extiende a toda la cuenca hídrica, aunque todavía no se generaliza del todo. Con 100 milímetros de agua equivalente acumulados hasta ahora, frente a los 200 milímetros habituales, los especialistas estiman que, de no cambiar la tendencia, la próxima primavera-verano traerá caudales sensiblemente menores.
Toum destacó en Los Andes que la actual megasequía tiene causas mayoritariamente naturales. “El 70% se explica por la variabilidad del sistema”, sostuvo, mientras que el 30% restante obedece a la acción antrópica y la emisión de gases de efecto invernadero.
No obstante, los estudios del IANIGLA proyectan que esta situación podría consolidarse como la “nueva normalidad” hacia 2050. Incluso en escenarios optimistas, no se prevé recuperar los niveles de nieve y agua de los últimos 100 años.
“A mitad del invierno, no es un buen escenario”, advirtió Toum. Aunque insistió en la necesidad de esperar las nevadas que puedan ocurrir en lo que resta de la temporada.
La situación también repercute de forma directa sobre el turismo de nieve, una de las actividades más emblemáticas de Mendoza durante los meses fríos.
El presidente de la Cámara de Turismo de Malargüe, Floridor González, fue contundente en diálogo con Los Andes: “La reserva viene floja…”.
Actividades alternativas como el randoné (una modalidad de senderismo con esquís o raquetas de nieve) y el esquí a vela —una suerte de windsurf en superficies nevadas— cobran protagonismo. No requieren grandes acumulaciones ni pistas habilitadas, por lo que se adaptan mejor a las condiciones actuales. Aún quedan dos meses de frío, y con ellos, la expectativa de que el caudal de precipitaciones aumente.