La espectacular imagen que capturó Rocco Morabito, el 17 de julio de 1967

Estaba colgado enerte, boca abajo y sostenido apenas por el arnés. A seis metros de altura, Randall G. Champion acababa de recibir una descarga eléctrica de más de cuatro mil voltios mientras trabajaba en un poste de luz en Jacksonville, Florida. Era el 17 de julio de 1967 y la rutina laboral de los trabajadores de las líneas de alta tensión cambió en segundos: Randall rozó un cable que parecía inactivo y lo dejó inconsciente apenas hizo contacto con él.

Desde el suelo, su compañero J.D. Thompson vio la escena y no dudó. Trepó con velocidad por el poste, se aseguró con el cinturón de seguridad y, todavía suspendido en el aire, le practicó respiración boca a boca. No reaccionaba. Golpeó su pecho como esperando una señal divina… No había tiempo que perder, la muerte parecía espiarlos de cerca.

En la calle, a pocos metros, el fotógrafo Rocco Morabito recorría la ciudad para cubrir una huelga ferroviaria para el periódico Jacksonville Journal. Pero, el olfato periodístico lo sacó a empujones de su auto apenas vio la escena. Frenó la marcha, pidió ayuda por radio ante la emergencia y tomó su cámara. Disparó el obturador de su cámara varias veces y captó un momento de desesperación que convirtió en historia. La imagen fue titulada El beso de la vida y ganó el Premio Pulitzer de Fotografía de Noticias al año siguiente.

Pero no fue solamente una foto premiada. Se convirtió en un afiche, en carteles de capacitación en seguridad y en un símbolo de humanidad y compañerismo.

El reencuentro mientras Randall Champion estaba internado tras realizarse una operación de bypass cardíaco. Thompson y Morabito lo visitaron, aprovechando para inmortalizar la ocasión con una nueva fotografía, en 1988

El día en que la muerte se suspendió en el aire

Randall G. Champion tenía 29 años y trabajaba como liniero —un trabajo esencial para garantizar el suministro de energía eléctrica— en la ciudad de Jacksonville. Aquella mañana de julio de 1967, trepó un poste de más de seis metros de altura para realizar tareas de mantenimiento sobre una línea eléctrica. A 120 metros de él, su compañero J.D. Thompson hacía lo propio.

Mientras Randall hacía sus labores, en un instante, todo cambió: tocó un cable que transportaba 4160 voltios. La descarga lo dejó inconsciente. Su cuerpo quedó colgando, inmóvil, sostenido apenas por el arnés de seguridad.

El accidente que pudo costarle la vida se produjo porque no llevaba puestos los guantes aislantes ni el equipo de protección completo exigido para manipular líneas de esa tensión. El entrenamiento no fue suficiente para evitar el descuido, y el contacto con el cable bastó para detenerle el corazón. Durante unos minutos, Randall quedó técnicamente muerto, suspendido en el aire.

“Agarró el cable eléctrico con los cuatro dedos”, recordó más tarde Thompson, que sin dudarlo, bajó de su poste y corrió hacia Champion. “La corriente salió… creo que era el pie izquierdo. Y se abrió un agujero por donde salió”.

Thompson reaccionó de inmediato. Subió por el poste como pudo, atado a su cinturón de seguridad, y apenas alcanzó a su amigo, lo tomó del cuello y comenzó a aplicarle respiración boca a boca allí mismo, colgado. “Le puse aire tan fuerte como pude y también le golpeé el pecho”, describió. No había margen de error. El rescate era contrarreloj y él lo sabía…

Desde el suelo, Rocco Morabito apuntó su cámara y ¡clic!... Una secuencia de fotos que ni él podía creer lo que congeló. “Escuché gritos, alcé la vista y vi a este hombre colgando. ¡Oh Dios mío! No sabía qué hacer. Tomé una foto muy rápido… luego llamé a una ambulancia”, contó tiempo después. La imagen clave fue tomada justo cuando Thompson le insuflaba aire a su compañero, a seis metros de altura, en un momento de desesperación y precisión.

En cuestión de segundos, Thompson sintió un débil pulso. Bajó con Randall sobre los hombros y, ya en el suelo, otros compañeros continuaron con las maniobras de reanimación hasta la llegada de la ambulancia. Champion vivió para contarlo. “Empecé a forcejear… creía que todavía estaba colgado del cable”, contó luego, al recordar su primera sensación al recuperar la conciencia. Pese a todo, la lesión de Randall fue una quemadura grave en ese pie, que requirió un injerto de piel y una recuperación prolongada. Durante meses, debió someterse a curaciones y rehabilitación física para volver a caminar.

Años después, en 1991, recibió una segunda descarga eléctrica (esta vez de 26 mil voltios) y volvió a sobrevivir. Su historia se convirtió en leyenda entre los linieros: estuvo dos veces al borde de la muerte y dos veces regresó. Bien pudo ser comparado con Roy Cleveland Sullivan, el guardabosques perseguido por rayos, que sobrevivió a siete impactos directos.

Randall y Rocco Morabito miran de cerca la imagen que ganó el Premio Pulitzer en 1968

La foto

La imagen de Morabito fue publicada al día siguiente en el Jacksonville Journal, con el título “The Kiss of Life” (El beso de la vida), que le había sugerido su editor, Bob Pate. Morabito había regresado de la escena aún conmocionado y al llegar a la redacción pidió: “Creo que tengo una imagen bastante buena”. El periódico retrasó su cierre de edición para incluirla.

Su potencia visual fue inmediata: en pocas horas, recorrió redacciones, sindicatos y centrales eléctricas de todo Estados Unidos. Al año siguiente, ganó el Premio Pulitzer de Fotografía de Noticias, uno de los máximos galardones del fotoperiodismo.

Pero el impacto fue más allá de lo periodístico: la imagen llegó a carteles de capacitación en seguridad y fue una lámina de un manual técnico. También se replicó en manuales de primeros auxilios, fue mostrada en congresos de seguridad industrial y en centros de formación técnica.

La secuencia fotográfica publicada en el Jacksonville Journal en las que Morabito capturó el impactante rescate

Durante décadas, estuvo exhibida en estaciones eléctricas, escuelas de oficios, y hasta en el Newseum, un museo interactivo dedicado a la historia del periodismo, la libertad de prensa y la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Ubicado en Washington D.C. desde 2008, cerró en diciembre de 2019.

Es que esa escena evidenciaba con crudeza el riesgo cotidiano del oficio de los trabajadores del tendido eléctrico, pero mostraba también la importancia del trabajo en binomio —el llamado buddy system— que establece que ningún trabajador debe realizar este tipo de tareas en solitario; la importancia del conocimiento en RCP y del uso del equipo adecuado.

A eso sumó algo más profundo: que incluso en una tarea tan técnica, la humanidad puede ser decisiva. Si en ese momento tan crítico, la reacción de un compañero no hubiera existido, quizás otra sería la historia. Aún hoy, en muchos gremios eléctricos, la imagen se mantiene como símbolo.

En 1968, Rocco Morabito ganó el Premio Pulitzer por su fotografía y así lo festejaron en la redacción del Jacksonville Journal

Tres hombres, un vínculo, una enseñanza

Después del accidente, los destinos de Champion, Thompson y Morabito quedaron enlazados para siempre. En 1988, más de dos décadas después del episodio, los tres se reunieron en la redacción del Jacksonville Journal para una última foto. Champion, convaleciente de una cirugía cardíaca, posaba junto a Thompson, que ya era jefe de cuadrilla; y Morabito se había convertido ya en una leyenda del periodismo local. Esa vez, no hubo rescate, sino el deseo de tres almas unidas que se volvieron a encontrar.

Randall Champion murió en 2002, a los 64 años, a causa de una insuficiencia cardíaca. Había trabajado más de 30 años en la compañía eléctrica y sobrevivido a la segunda descarga en 1991, cosa que lo obligó a una larga rehabilitación y lo dejó con secuelas físicas graves. Cada vez que podía, contaba que aquel día de 1967 había salido de su casa tan apurado al trabajo que se olvidó de besar a su hija Ann. “Esa fue la parte que más me dolió. Casi no regreso”, solía repetir, revelando la carga emocional de aquel instante suspendido en el aire.

J.D. Thompson, con camisa azul claro, fue homenajeado el 12 de noviembre con una proclamación del Ayuntamiento que lo elogia por rescatar en 1967 a su compañero y por impulsar medidas de seguridad que aún se mantienen (Jax Daily Record)

Rocco Morabito lo siguió en 2009, a los 88 años. Hijo de inmigrantes italianos, había sido artillero en la Segunda Guerra Mundial y trabajó durante 42 años en el Jacksonville Journal, 33 de ellos como fotógrafo. Luego de recibir el Premio Pulitzer por The Kiss of Life, no volvió a tomar una foto que alcanzara tamaña magnitud. Se retiró en 1982 con un legado silencioso y poderoso: haber detenido el tiempo en el instante exacto en que una vida volvía.

J.D. Thompson, por su parte, vivió siempre agradecido por haber podido salvar a su compañero. Fue reconocido públicamente por su acción heroica, pero jamás se atribuyó ese rol, sino todo lo contrario. “No me siento un héroe… solo hice lo que cualquier liniero haría por su compañero”, dijo con humildad en varias entrevistas. En noviembre de 2024, el consejo municipal de Jacksonville lo homenajeó por su acción en 1967. Su rescate impulsó la creación de métodos de entrenamiento que se siguen practicando actualmente.

Ninguno de los tres capitalizó la historia. La vivieron como lo que fue: una experiencia límite que los marcó para siempre. La foto quedó como testimonio. Lo demás —el vínculo, la enseñanza, la vida recuperada— no necesitó ser narrado. Ya estaba todo dicho.