Mientras su salud se lo permitió, el papa Francisco llamaba todos los días a las 19 horas a la única iglesia católica de Gaza -Sagrada Familia- para hablar con su compatriota, el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, e interiorizarse sobre la situación de los fieles y la población en general en esa región del mundo castigada por una guerra que ya ha durado demasiado tiempo. Desde el inicio del conflicto, hace más de un año y medio, la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza se convirtió en un refugio para cientos de personas desplazadas por la guerra. Sin distinción de credos, la parroquia recibía a familias cristianas y también musulmanas. En el momento del ataque, había entre 500 y 600 personas en el lugar.
Este jueves, ocurrió lo temido, previsible, pero también inaceptable: la iglesia fue atacada con un saldo de dos muertos y varios civiles heridos, entre ellos, el párroco Romanelli. La parroquia donde se encuentra este sacerdote argentino es refugio de alrededor de 500 personas que han perdido sus casas o se han visto forzados a abandonarlas para ponerse a salvo de los bombardeos.
La iglesia de la Sagrada Familia de Gaza -ubicada en el norte del enclave- forma parte del Patriarcado Latino de Jerusalén -que fue quien comunicó la noticia- con un comunicado que decía: “La Iglesia de la Sagrada Familia en Gaza se ha visto golpeada esta mañana por un bombardeo. Hay varios heridos en el lugar, entre ellos el párroco, Gabriel Romanelli”. Más tarde, confirmaron que había al menos dos personas fallecidas.
El Patriarcado Latino de Jerusalén es la circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica para Tierra Santa (Israel, Territorios palestinos y Jordania) y Chipre. Está directamente sujeto a la Santa Sede. Desde el 24 de octubre de 2020 su patriarca, es decir su obispo, es el cardenal Pierbattista Pizzaballa, que fue uno de los papables del último cónclave.
El edificio de la parroquia sufrió daños estructurales. El ejército israelí envió un comunicado: “Las FDI están al tanto de los informes relativos a los daños causados a la Iglesia de la Sagrada Familia en la ciudad de Gaza y las víctimas en el lugar. Se están examinando las circunstancias del incidente”.
Las heridas del padre Romanelli, de 54 años, son leves y ya ha sido atendido en un centro de salud.
Cáritas Jerusalén informó que el ataque tuvo lugar alrededor de las 10:10 (hora local) de la mañana, cuando un tanque israelí disparó contra la iglesia latina de la Sagrada Familia, dañando la cruz del techo y causando la caída de metralla y escombros sobre el patio de la iglesia donde había muchas personas.
“La parroquia acoge a unos 500 cristianos desplazados que lo han perdido todo a causa de la guerra”, explicó Anton Asfar, director de Cáritas Jerusalén. La organización llamó a respetar los lugares de culto y los refugios humanitarios y recordó que dañarlos “constituye una grave violación del derecho internacional humanitario y una violación directa de la dignidad humana”.
En enero pasado, Romanelli celebraba el alto el fuego provisional alcanzado en la zona, como un “inicio de un camino de paz” y, aunque consciente de que la guerra no había concluido aún, se alegraba por el regreso de las frutas y las verduras a Gaza después de meses de privaciones. También expresaba su deseo de que el alto el fuego significara “una nueva etapa en Tierra Santa y de reconciliación y justicia entre palestinos e israelíes”.
Una esperanza de momento frustrada.
El padre Gabriel Eduardo Romanelli nació en Buenos Aires, en el barrio de Villa Crespo y se crió en Villa Luro. Es miembro del Instituto del Verbo Encarnado, una congregación misionera católica fundada en San Rafael (Mendoza), en 1984. Todos sus estudios -teología y filosofía- los hizo en esa ciudad: el noviciado y el seminario en la congregación María Madre del Verbo Encarnado.
Tras completar su formación en Mendoza, partió en 1995 hacia Medio Oriente. Romanelli ya tiene en su haber 30 años como misionero. Su primer destino fue Egipto, donde además aprendió el árabe. Luego pasó 4 años en una misión de la diócesis del Patriarcado Latino de Jerusalén, en la ciudad de Madaba, en Jordania. Más tarde, el patriarca de esa diócesis lo envió a Roma por dos años para completar una licenciatura en filosofía y volver a la región como formador.
A su regreso a Tierra Santa, fue destinado al seminario de Cisjordania, donde pasó 14 años como docente en materias de Filosofía, en árabe y en francés. También era formador en el seminario de los Padres Franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. Esas clases las dictaba en italiano.
Junto con las hermanas servidoras del Señor de la Virgen de Matará, rama femenina de la congregación del Verbo Encarnado, fundó el Hogar Niño Dios de Belén para chicos abandonados o discapacitados y con necesidades especiales. Sentía orgullo de señalar que ese hogar de Belén estaba “muy cerca de donde nació Jesús”.
Por ese entonces -septiembre de 2015- visitó la Argentina y en esa oportunidad dialogó con Infobae sobre la realidad de las comunidades cristianas en la región. En aquella charla con Infobae, subrayó que las obras católicas atienden a personas de otros credos. Una apertura que no es fácil de encontrar en sentido inverso. “En otros países, Egipto por ejemplo, no nos permiten hacer obras de caridad con no cristianos”.
“Como católicos, tratamos de amar a todos, tratamos de ayudar y trabajar con todos, ortodoxos y protestantes, musulmanes y judíos”, decía.
Diferenciaba por entonces la situación de los cristianos en Tierra Santa, “es decir Palestina, Israel, y un poco más allá, Jordania”, que consideraba “buena, por más que haya un conflicto desde hace años”, aunque en ese entonces (2015) no era armado, de la situación que se vivía “en otras partes de Medio Oriente, (donde) la situación de los cristianos es muy delicada, particularmente en Siria e Irak, por la acción de este grupo terrorista, satánico, que se autoproclamó como Estado, el Estado Islámico (EI o ISIS)”, que perseguía a todas las minorías, incluso a los musulmanes moderados.
“El que te mata no pregunta si sos ortodoxo, protestante o católico; te mata porque creés en Cristo”, decía por entonces Romanelli.
Sobre su pastorado, y la situación de persecución que vivían los cristianos en la región, decía “es una misión difícil, pero estamos convencidos de que es mejor padecer el mal que hacerlo y por lo tanto nos remitimos a la justicia y a la bondad divinas para que se acabe esta injusticia”
También señalaba que la zona necesita paz, una paz que debía asentarse sobre la justicia.
“La paz es posible. Hay que rezar y trabajar para que Dios transforme los corazones”, decía.
El padre Romanelli había tomado también la costumbre de grabar videos para informar al mundo entero de la situación en su parroquia y solicitar respaldo, oraciones y ayuda material para el creciente número de refugiados que estaba acogiendo en el lugar.
En el último mensaje que grabó, ayer, empezaba, como era su costumbre, dando las gracias por “el milagro de cada mañana”. Es decir, porque cada mañana venían “niños a rezar”, hijos de los refugiados cristianos.
En esos videos, se lo veía siempre de buen humor, sonriente, aún cuando admitía que “a veces es un caos”.
Destacaba la gran virtud y fe de sus feligreses que en medio de esa situación tan dramática, no cedían a la desesperanza, pero aclaraba: “Nosotros no nos la creemos, como se dice en mi tierra, en mi patria (…), esa es la acción del Espíritu Santo, es Cristo el que los atrae y es también fruto de la acción de miles y miles y miles de misioneros en todo el mundo que, con su sacrificio, con, con el hecho de estar en parroquias y en lugares mucho más difíciles que en esta misión…”
Acá había hecho una pausa para aclarar que lo decía convencido: “Hay misiones en Occidente, por poner un ejemplo, que son mucho más difíciles que todas las misiones en Medio Oriente. Eso es así, porque el misionero va en nombre de Cristo y va para atraer las almas a Cristo”, pero aunque “en Occidente hay misiones fabulosas, también en muchos lados y muchos, incluso nuestros misioneros, eh, están en lugares donde parecería que el espíritu se ha retirado y donde la gente, incluso la gente buena, no sabe qué hacer para que vuelva, no sabe cómo convencer a las almas para que vayan a la iglesia, que estén delante de Jesús”.
Y entonces agregó que “Dios nos concede en medio de esta guerra atroz que sigue su curso, desgraciadamente” la posibilidad de seguir misionando, de seguir atrayendo a la gente a la Iglesia.
Luego contó que habían tenido “un montón de bombardeos toda la noche, a la mañana también”. “De hecho, ahora entré un poquito en la capilla nuestra para aprovechar que tenemos internet también para mandar este video, pero con un olor a pólvora…”. dijo.
También comentó un aspecto práctico del lugar: “Nos han dado permiso para limpiar los paneles solares. Esperemos que se pueda hacer, ya que los pocos que tenemos que han quedado sanos o que pudimos recuperar durante la guerra, estaban cubiertos por arena y por el polvo y, bueno, por la pólvora también. Eso hace que tengamos que usar el poco diésel que tenemos para producir un poco de electricidad. Eh, sigamos rezando para que todo esto termine. Bueno, los bendiga Dios todopoderoso desde Gaza”.
“En el medio de tanto caos, tanta maldad de la guerra, Dios nos concede respirar aires de eternidad con ese milagro de la mañana”, agregó al final del mensaje.
Esta mañana, no hubo milagro en Gaza. O sí, puesto que el padre Romanelli ha sobrevivido al ataque contra la única iglesia católica del enclave.
Cabe esperar que pronto sean reparados los daños causados a la parroquia, refugio de tantos civiles, para que la obra generosa de este cura argentino pueda continuar.
En aquella entrevista de hace diez años, cuando aún no estaba asentado en Gaza, Romanelli decía: “Las personas de fe encontramos toda esa fortaleza y coherencia que viene de lo alto y nos impulsa a hacer todo lo que se puede hacer, lo que nos permiten hacer. Como decía la Madre Teresa de Calcuta, somos unas gotas de agua en el océano pero sin nosotros el océano tendría unas gotas de agua menos”.