El comedor San Cayetano, ubicado en el barrio Eva Perón, de la zona de Libertad, en el partido de Merlo, no pudo abrir sus puertas este lunes por falta de mercadería para cocinar. Sus voluntarios responsabilizan directamente al Ministerio de Capital Humano de Nación, que encabeza Sandra Pettovello.

El comedor cuenta en su despensa con algunas, ya escasas, reservas de alimentos secos y no perecederos, producto de donaciones privadas y del apoyo que reciben de provincia y de nación que, aunque constante, es proporcionalmente mucho menor. “Darle a la gente un plato de fideos o arroz sin una verdura o un pedazo de carne o pollo sería una burla”, sostienen.

Este comedor data de 2018, cuando el padre Paco Olveira llegó al barrio, recuerdan sus colaboradores. Actualmente abre cuatro veces a la semana y ofrece 400 raciones diarias de desayuno, almuerzo y merienda. Por lo menos, hasta hoy.

El conflicto entre el ministerio y las organizaciones comunitarias que sostienen los comedores data del inicio de la gestión de Javier Milei, cuando trató a los representantes de los comedores como “gerentes de la pobreza”.

El año pasado, tras conocerse la existencia de alimentos por vencer y vencidos en un depósito de Villa Martelli, la cuestión fue judicializada y, con el patrocinio legal del CELS, tras varias sentencias a favor, los comedores lograron que se restituyera el Alimentar Comunidad.

“Alimentar Comunidad no es una iniciativa de este gobierno sino del anterior. Te brindan recursos económicos a través de una tarjeta de débito, te dan una lista específica de qué podés comprar y qué no, a fin de mes rendís los gastos y contra esa rendición te vuelven a transferir”, explica Olveira en su particular castellano, mezcla de andaluz y conurbano.

Este plan, que comenzó como prueba piloto con unas pocas instituciones en 2023 y luego se extendió a la luz de los resultados positivos, tiene a su favor que simplifica la gestión y libera al sector público de los costos de la compra, el almacenamiento y la distribución. Como contrapartida, al comprar cada comedor de acuerdo a sus necesidades, se pierden los beneficios de la gran escala.

“La diferencia central radica en que, con la gestión anterior, si te atrasabas unos días en la rendición, no pasaba nada, igual podías seguir dando de comer. Ahora no: además de la rendición mensual, tenés que volver a mandar lo mismo que antes semestralmente, esperar a que lo revisen y aprueben y recién ahí te vuelven a transferir”, sostiene.

“Obviamente eso genera un cuello de botella, demoras y nunca hay retroactivo. La demora que genera este sistema, por perverso o inoperante, la termina pagando la gente con hambre”, concluye el sacerdote, que no descarta que esas dilaciones sean deliberadas.

La situación de la gente de los barrios populares es apremiante. “Muchos comedores tuvieron que cerrar por la retirada del gobierno nacional. La provincia y el municipio hacen lo que pueden, pero no alcanza. Cada vez hay más gente necesitada, pero no tenemos con qué hacer frente a tanta demanda”.

El padre Paco Olveira. 

Cristina es trabajadora social de profesión y se desempeña como coordinadora en el comedor. Agrega que “esta gestión primero tardó unos meses porque desarrolló un sistema de control que les permitía ver las compras en tiempo real, supuestamente porque eso agilizaba la aprobación, y después se entregaban los comprobantes físicos de las transacciones”.

“Nunca nos hicieron una observación ni una objeción. Entregamos los últimos comprobantes a fines de marzo. Es más, en esa ocasión nos dijeron que, por la cantidad de raciones entregadas, podíamos pedir un aumento de presupuesto de hasta 20 por ciento. Presentamos la nota firmada, tal como nos pidieron. Hace más de tres meses que esperamos una respuesta”.

“Para entrar al programa había que cumplir varios requisitos. Vinieron a nuestro comedor como tres veces, vieron que teníamos freezers, depósito refrigerado para que los alimentos no se descompongan, computadoras e impresora para hacer la rendición y recién entonces decidieron que calificábamos”, recuerda Cristina.

En este último tiempo, al que hace referencia Cristina, el comedor se sostuvo en base a la solidaridad y a algunos recursos propios, “pero ahora el precio de los alimentos es inaccesible para nosotros”.

La liberación de esos fondos depende del Director Nacional de Programas Alimentarios, Miguel Ángel Villelli, actualmente con licencia médica, que a su vez depende del subsecretario de Promoción Humana, Martín LeperaBuenos Aires/12 consultó al ministerio por los motivos de la demora, que alcanza también a otros comedores, pero no obtuvo respuesta.

Por encima de ambos está el secretario de Niñez, Adolescencia y Familia, Juan Bautista Ordoñez, que remplazó meses atrás a Yanina Nano Lembo. Esta había remplazado en el cargo a Pablo De La Torre, que abandonó su puesto en el marco de una fuerte polémica con Pettovello.

Solidaridad

“Nuestro pueblo es muy solidario, especialmente en situaciones críticas como la que estamos viviendo. El problema muchas veces es organizar la logística para que las cosas lleguen”, explica Paco.

El comedor recibe donaciones de mercadería, productos de higiene, chapas, colchones en la sede de la Fundación Isla Maciel, de Las Heras 249, Avellaneda, y en el Centro Comunitario Padre Mugica de Merlo.