Censurado en Francia en el Instituto de Ciencias Políticas donde era profesor y donde se doctoró, Leonardo Orlando está radicado actualmente en Budapest, Hungría, donde enseña en el Mathias Corvinus Collegium. Se encuentra por unos días en la Argentina, donde participará de un conversatorio organizado por la Fundación Faro junto a Agustín Laje (martes 15 de julio a las 19), en torno al tema “La Ideología de Género: Un Terraplanismo Institucionalizado”.
En esta entrevista con Infobae, habla del estado actual de los debates en torno a las cuestiones de género y las consecuencias de esta ideología, que van “de monstruosas a dañinas”, siendo un ejemplo de las monstruosas la hormonización de niños. Entre las segundas, esencialmente el haber sumido a toda la sociedad “en una miseria afectiva y sexual bastante importante”, cuyos efectos se ven, entre otras cosas, en la natalidad.
“La muñeca es el objeto más odiado por el feminismo”, ironiza en relación a la idea de que toda diferencia de gustos es un estereotipo impuesto por la sociedad. Y, en referencia a la ESI (Educación Sexual Integral) desde edades tempranas, adelanta una explicación de por qué los adeptos de estas teorías tienen “obsesión con los niños”.
Advierte que no será fácil revertir esto, porque detrás de este fenómeno hubo industrias, negocios, y “mucha gente ha vivido durante décadas de esto” y van a tratar de seguir haciéndolo, “infiltrando las instituciones”.
En octubre publicará un libro, en coautoría con la filósofa Peggy Sastre, cuyo título es “Sexe, Science et Censure. Les vérités taboues de la guerre de genre” (“Sexo, ciencia y censura. Las verdades tabú de la guerra de género”).
— ¿Se puede plantear que hay diferencias entre hombres y mujeres más allá de lo genital, sin que a uno lo traten de reaccionario, misógino o machista?
— Bueno, la idea de que las diferencias comportamentales entre hombres y mujeres provienen pura y exclusivamente de la sociedad es análoga a afirmar que la Tierra está suspendida sobre cuatro elefantes, no tiene ningún tipo de base científica, muy por el contrario, contradice todo lo que sabemos, incluso sobre comportamiento animal; en muchos casos hay una continuidad entre lo que uno ve en ciertos primates y un tipo particular de primate que es el homo sapiens. Afirmar que jugar a una u otra cosa, en los niños y niñas, es una construcción social es como salir a la calle con una pancarta que diga no sé sumar, porque es negar toda la evidencia que tenemos. El juego es un universal humano. En todas las culturas los niños juegan. Y en todos los tiempos, como lo muestran la historia y la arqueología. Hay que preguntarse cuál es la razón de esto. Y la razón es que tiene una función, como ya lo entendió Charles Darwin en 1871, cuando publicó El origen del hombre. Efectivamente, hoy sabemos que el juego tiene una función. Por ejemplo, el juego locomotor, de desplazarse en el espacio, que juegan todas las especies en las cuales hay un comportamiento de evitar depredadores. Entonces, el juego es familiarizarse con el espacio en el cual uno después va a tener que evitar…
— ¿Las escondidas, por ejemplo?
— En los niños, las escondidas, pero además los niños juegan con distintos objetos. Los animales también. Los chimpancés juegan con palillos, por ejemplo, para después aprender cómo aspirar termitas porque eso va a ser un aperitivo. El juego tiene un beneficio. Por ejemplo, en ciertos macacos salvajes, quienes juegan a ciertos juegos locomotores desarrollan más tempranamente las partes del cerebro relacionadas con los movimientos motores complejos. Y acá es donde viene la parte de las diferencias entre machos y hembras.
— Se nota ya en los juegos.
— Desde luego, porque cumplen funciones distintas. Las hembras de varias especies de primates juegan con ramitas como si fueran bebés y con hermanos menores como si fueran sus propias crías. Los investigadores encontraron que la tasa de mortalidad del primogénito, del primer nacido de estas hembras que jugaron a este tipo de juegos, es menor que la de aquellas que no jugaron. Entonces, el juego tiene esta función: en los varones, los juegos físicos violentos se dan en las especies en las que hay una competencia intra sexual, entre machos, y eso ayuda a entrenarlos, pero también a establecer jerarquías. Es decir, yo sé que este otro macho es más poderoso que yo y que no lo puedo desafiar. Eso se traduce de la misma manera en los seres humanos. Lo que se observa es que en todas las culturas del mundo, las nenas juegan a juegos orientados hacia el cuidado de un ser, juegos que implican el cuidado de un bebé como la clásica muñeca, el objeto más odiado por las feministas y las estudiosas de género, pero presente en todo el mundo, y a través del tiempo. Por ejemplo, en los años 90, en los Estados Unidos, 97% de las niñas jugaban con muñecas contra el 17% de los varones. Pero 30 años antes, hacia los años 60, esos estudios mostraban lo mismo; en la actualidad muestran lo mismo. Es una constante universal. Los juegos que interesan a los varones son los que tienen que ver con las cosas, es decir, los lego, los mecano. Los varones apenas nacidos prestan más atención, por ejemplo, a un móvil que se cuelga sobre la cuna, mientras que las hembras humanas, las nenas, prestan más atención a las caras. Hay cosas que tienen que ver con el desplazamiento en el espacio. Los varones, por ejemplo, ya a los cuatro meses pueden seguir la trayectoria de un objeto que desaparece en un momento. Eso es la caza, poder identificar una presa. Esto es la selección sexual que hace que ciertas cosas hayan sido más beneficiosas para los machos y otras más beneficiosas para las hembras. Nosotros somos todos hijos, herederos, de esos genes ancestrales que estuvieron allí durante cientos de miles de años, de quienes tuvieron mayor capacidad para que su cría sobreviviera, en este caso las mujeres, y mayor capacidad para proveer en la caza y para defender en la guerra. Eso es lo que hicimos, no solo durante los 300.000 años del Homo sapiens, sino durante millones de años anteriores, a través de otros homínidos de los cuales descendemos.
— ¿Cómo llegan estos teóricos del género a la conclusión de que todo eso es una construcción social?
— Eso tiene que ver con una separación que se produjo en las Ciencias Sociales, a principios del siglo XX. Incluso yo lo fecho en diciembre de 1903, cuando se dio el famoso debate entre Emile Durkheim y Gabriel Tarde. A partir de ese momento se impuso la idea de que lo social tiene que explicarse por lo social, que la explicación no puede venir de la biología. Tenemos genitales, tenemos un cuerpo, todo lo que va de los hombros para abajo, lo explica la biología, pero la mente no, y eso fue un error catastrófico de las ciencias sociales que hicieron que, progresivamente, en el curso de más de un siglo no solo se impusiera un muro de separación con la biología, sino que además pulularan todo este tipo de ideas totalmente delirantes. La cuestión allí es por qué se adoptan estas ideas. ¿Por qué las adoptan comunicadores y políticos? ¿Por qué se han cristalizado en las instituciones?
— Esa es “la” pregunta, realmente.
— Bueno, hay muchas razones. Una es que la gente que mayoritariamente ocupa estos cargos ha sido formada en las universidades y ha recibido estos contenidos fraudulentos -es la única manera de llamarlos-, y al mismo tiempo también es como si quisieran estar en lo que consideran que es el lado bueno de la historia. No tienen columna vertebral para poder hacer su propia búsqueda. Y desde luego, hay muchísima ignorancia porque, porque no hay que tener un diploma en biología, es sencillamente parte del patrimonio cultural humano. Apenas uno accede a ese tipo de conocimiento se da cuenta que todo esto que viene, por ejemplo, en contenidos como la ESI, es análogo a decir que la tierra está sobre cuatro elefantes.
— Justamente, la ESI, tal como se la está dictando actualmente, consiste en estas “verdades” entre comillas. Lo primero que hacen es decirle a los niños desde los 4 ó 5 años que su sexo biológico no tiene nada que ver con lo que ellos quieran ser.
— Sí, los contenidos de ESI tal como están formulados actualmente constituyen una verdadera aberración desde el punto de vista científico. La palabra mujer no aparece, se habla de personas embarazadas, personas que menstrúan; no aparece tampoco la palabra homosexualidad. Todo es “los colectivos LGBTI”, o sea, una terminología militante. Más allá del lenguaje, se dice que el sexo se asigna al nacer. Es como decir que se asigna el color de los ojos.
— Después hacen una fiesta para anunciar el sexo del bebé que van a tener.
— Totalmente inconsecuente. Más allá de eso, el problema de fondo de la ESI es que viola la Ley 26.150, sobre todo los distintos incisos del artículo 3, que establecen que los contenidos deben ser fiables, sólidos científicamente, y eso no lo es. Desde el principio, dicen que los comportamientos de hombres y mujeres responden a estereotipos, y otra cantidad de falsedades, incluso más allá del género. Por ejemplo, asumen que la publicidad, las narrativas, los relatos, tienen una influencia en lo que la gente elige, eso es un desconocimiento total de lo que las ciencias cognitivas y las neurociencias han establecido con respecto al funcionamiento del cerebro humano. Los seres humanos tenemos una vigilancia epistémica. Un organismo crédulo no habría sobrevivido. Se dice, por ejemplo, que los criterios de belleza serían una convención social. Pero si algo está establecido de una manera universal en cientos de miles de individuos, en docenas y docenas de culturas, es que hombres y mujeres tenemos atracción por distintas características físicas. Los hombres encuentran atractivo un índice cintura cadera de 0.7, la famosa forma del reloj de arena; las mujeres encuentran atractivos los hombros anchos, la silueta en forma de V, eso es universal. Pretender que eso lo crea la publicidad es de una ignorancia total. Y lo mismo con respecto a los intereses. Los mandatos de género hacen que las niñas se interesen por tal cosa, que las mujeres elijan tal carrera, dicen. Pero uno de los hallazgos más sólidos y robustos en todo el campo de la psicología es que los hombres están más interesados por las cosas y las mujeres por los seres, lo cual se traduce no solo en los juegos, sino también la elección de carreras. Y algo más con respecto a la ESI. El tema no es solo los contenidos falsos que tiene, sino las ausencias de contenido. En ningún momento se habla de la diferencia en hombres y mujeres de la edad de inicio de la pubertad, una diferencia fundamental que están viviendo en el mismo momento que cursan la ESI y nadie les habla de eso. No se menciona ninguna diferencia con respecto a la psicología sexual de hombres y mujeres.
— Si uno llega a decir, por ejemplo, que el deseo sexual en el varón puede tener más intensidad que en la mujer, lo mandan a la hoguera.
— Yo no sé ya como ser más enfático con respecto a esto. Es la oda a la ignorancia. Esto tiene que ver con la diferencia primera entre hombres y mujeres, entre machos y hembras. Tiene que ver con los gametos, y con que los hombres tienen millones de espermatozoides y las mujeres un óvulo por ciclo, lo cual implica que en toda la historia, no solo de nuestra especie, sino en todo el reino animal, la estrategia de los machos es inseminar cuantas hembras puedan, mientras que la estrategia de las hembras es ser muy cautas y selectivas con quien las insemina. Es lo que encontró Darwin en 1871. Y está probadísimo. Hay un estudio de fines de los años 70 y principios de los 80. En un campus universitario americano, una mujer atractiva se acerca a un hombre que no conoce, lo interpela y le dice “me pareces muy atractivo, vivo acá, ¿querés que vayamos y tengamos sexo?” Y después se hizo lo mismo con hombres atractivos que abordan a mujeres. Es importante la fecha, porque fue después de la revolución sexual y antes de la epidemia de HIV, es decir en un momento de gran libertad sexual en los Estados Unidos. Este estudio se replicó en innumerables países, incluyendo los escandinavos, y el resultado siempre es el mismo. Los hombres aceptan esta propuesta en el 75% de los casos y las mujeres la aceptan en, literalmente, el 0% de los casos. Entonces, pretender que las diferencias en el interés sexual entre hombres y mujeres son puramente sociales es nuevamente una declaración de ignorancia. Y que comunicadores, políticos y, sobre todo, maestros y profesores digan esto es trágico para las instituciones.
— La ESI también representa una invasión a la intimidad, porque con esta idea de que todo es político, todo es público. Se les habla de sexo a niños que todavía no están preparados o interesados. Hay una gran imprudencia. He sabido de equipos que entrevistan a adolescentes, de 15, 16, sobre qué sintieron en su primera vez.. Algo muy invasivo.
— Sí, eso sería incómodo hasta para un adulto. Imaginemos un adolescente que, además, en esa etapa, suele entrar en una fase de mutismo. Pero también es importante lo que dijiste con respecto a la edad a la que hay que exponer a los niños a ciertos contenidos. Yo no voy a asignar ningún tipo de móvil siniestro a esta gente. Eso yo no lo sé. Lo que sí sé es que quienes niegan la naturaleza humana tienen una fijación desde siempre con los niños, porque es esta idea del hombre nuevo que se puede crear de cero. Es esta utopía que siempre estuvo allí y que tiene un componente también un tanto totalitario.
— Hace un año más o menos habíamos hablado de esto. ¿Notás que haya cambiado algo en este tiempo aunque sea a nivel del debate?
— El debate claramente ha cambiado en muchas partes. En la Argentina ya había cambiado. Hay un antes y un después con la llegada de Milei al Gobierno. Creo que ha habido también un cambio importantísimo con la llegada de Trump al poder, porque él hizo de las cuestiones de género un eje de campaña. Prometió que iba a acabar con esto de la noche a la mañana y lo hizo a través de órdenes ejecutivas que permitieron erradicar todo lo relacionado con la ideología de género en la inmensa mayoría de las instituciones y lo gracioso es que las mismas universidades, por ejemplo, la de Pennsylvania, que dejaba competir a un hombre gigantesco con mujeres y que hacía que ese hombre fuera al mismo vestuario que ellas y que perseguía a las mujeres que se quejaban, les hacía la vida imposible, las excomulgaba prácticamente, ahora está disculpándose por haberse conducido de esa manera, lo cual también muestra de alguna manera la miseria de las instituciones, y deja al descubierto que la ciencia es lo que menos les importa.
— Hay cambios, pero no estoy segura hasta dónde se ha logrado revertir la tendencia, porque mucha gente sigue repitiendo como verdades reveladas todo este tema de la no diferencia de género, de que el género es una construcción, que todo es un invento. Son creencias que han penetrado, y me parece que falta mucho para que eso cambie.
— Desde luego, todas estas cuestiones se han cristalizado en las instituciones, en la sociedad. Cualquiera repite las mismas tonterías que salieron de los departamentos de estudios de género. Esto va a requerir tiempo, pero sobre todo muchísima determinación y acción ejecutiva, porque esa es la única manera de cambiar estas cosas. También está lo que el psicólogo Rob Henderson llama las creencias de lujo. Es decir, hoy mostrar ciertas creencias, por ejemplo hablar de diversidades sexuales, es como tener una cartera de lujo. Un reloj caro. Es mostrarle al mundo lo virtuoso que uno es y no reflexionar un segundo. Cuando uno dice diversidades sexuales, ¿qué quiere decir? Heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad. No hay nada más. Es solo un ejemplo, entre tantos, de que la gente tiene esta cuestión de querer enseñar virtud. Y desde luego, no hay que olvidarse que esto fueron industrias, comercios, en el sentido de que mucha gente ha vivido durante muchas décadas de esto y eso no va a ser fácil de erradicar porque van a tratar de seguir manteniéndose allí, van a encontrar la vía para poder seguir existiendo y seguir infiltrando las instituciones. Entonces, nuevamente, se requiere mucha voluntad y mucho coraje, porque sigue existiendo la demonización, el tratar de hacer pasar a quien critica esto como misógino, homófobo, etc.
— Esta llamada perspectiva de género ha dañado todos los vínculos sociales, es como si hubiese envenenado las relaciones, instalando la sospecha.
— Efectivamente hoy en día hay un problema muy complejo con respecto a las relaciones entre hombres y mujeres. El año pasado te había dicho que el impacto de la ideología de género iba de lo monstruoso a lo dañino -siendo lo monstruoso la hormonización de niños- y nos habíamos concentrado en eso. Pero lo dañino también tiene que ver sencillamente con las relaciones entre hombres y mujeres. Hoy en día los jóvenes entre 18 y 25 años en Estados Unidos, y también en Europa, son quienes menos relaciones sexuales tienen desde que existen estas estadísticas. Supuestamente la sociedad es más liberada pero los jóvenes hoy tienen menos sexo que sus abuelos. A la pregunta de cuántos han abordado a una mujer el año pasado durante los últimos 12 meses, el número es cero. Las mujeres son las que mayoritariamente adhieren al feminismo y también a ideologías de izquierda. Se ve es lo que, en el libro que sacamos junto con la filósofa Peggy Sastre en octubre, yo llamo el efecto Houellebecq, por Michel Houellebecq, el escritor francés que en sus novelas, ya desde los años 90, transmite la idea de que la mujer, en particular la feminista, desprecia al hombre deconstruido, que ella misma creó y en realidad se inclina por el hombre que encarna todo lo contrario. Y al día de hoy, ya hay al menos 12 estudios probando esto. Se les dice a las mujeres que hagan una lista de las características que consideran machistas en un hombre. Luego se les pide una lista de las características que desean en una pareja y es la misma lista. Esto sume a toda la sociedad en una miseria afectiva y sexual bastante importante. Y también se ve sin lugar a dudas en la cuestión de la natalidad.
— Las feministas creen estar haciendo una revolución, pero deberían preguntarse por qué el sistema sostiene esto. La elite ha adoptado este discurso con un entusiasmo que muestra que no la afecta en nada. Incluso le sirve, porque canaliza la energía contestataria hacia temas que no atañen a lo estructural.
— La galaxia de lo que llamamos wokismo, que abarca cuestiones como el tema raza en los Estados Unidos, el tema descolonización e inmigración en Europa y el tema género en el resto de los lugares, todas estas “creencias de lujo” que como yo mencionaba antes, es mostrar cuán virtuoso soy y por sobre todas las cosas, estas creencias de lujo se pueden sostener solamente si formas parte de la elite. Por ejemplo, en Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter proponía quitar los recursos a la Policía. Eso lo sostiene el que tiene medios para pagar seguridad privada; es casi un alardeo de tu propio estatus. Entonces, básicamente estas creencias forman parte de los delirios de una elite, pero al mismo tiempo en lo concreto, no ha cambiado absolutamente nada. De hecho, una de las cuestiones que más gracia me causa es que en las aplicaciones de citas, la mujer instruida, autónoma, libre, del siglo XXI, ha instaurado un sistema poligínico idéntico al de los gorilas, los elefantes de mar, los ciervos, los leones, donde solamente los machos de mayor jerarquía son los que se reproducen.
— ¿Querés decir que eligen a una franja determinada?
— Claro. Distintos estudios muestran que a los hombres les gusta el 60 a 70% de las mujeres que ven en esas aplicaciones, mientras que las mujeres solamente se interesan por alrededor del 20% de los hombres. Esto se da por una serie de criterios. Por ejemplo, las norteamericanas -por hablar de un grupo estudiado- quieren hombres que de mínimo midan 6 pies, 1 metro 83. El problema es que solamente el 14,5% de la población de ese país mide 1,83. Después, quieren hombres que tengan un diploma universitario. Así, terminan eligiendo una pequeña franja de hombres. Y el resto mira desde la periferia igual que en los animales. Entonces, en el siglo XXI, ellas, solas, en total independencia y goce de sus facultades mentales, han construido el mismo sistema que existe en la naturaleza.