Cuando Soledad Salas vivió fuera del país advirtió lo necesario que era generar oportunidades y fomentar su educación para acompañarlas a insertarse en el sector tecnológico, un mundo que siempre se caracterizó por ser muy masculino. Así fue que al regresar a Argentina en 2018 nació la Comunidad Mujeres en Tecnología (MET), el espacio que fundó y dirige desde entonces.

Salas venía trabajando en temas relacionados al género, la educación y la tecnología. Con la construcción de MET, logró posicionar la problemática en la agenda pública, pero también capacitar y brindar oportunidades a cientos de mujeres que buscaban y buscan una reconversión laboral vinculada a la economía del conocimiento y al mundo tech.

Los pilares sobre los que se asientan son capacitar en tecnología, crear comunidad –acompañarse y crecer colectivamente–, impulsar el cambio cultural y conectar talentos con empresas. “La comunidad está formada por mujeres y diversidades de género que estudian, trabajan y/o buscan insertarse en tecnología. Muchas llegan sin conocimientos previos de tecnología y encuentran un espacio colaborativo y seguro para empezar su reconversión laboral. Tenemos grupos de estudio permanentes (MeTLabs) en Desarrollo Web y Mobile, UX UI, Data, Testing, DevOps y también organizamos cursos (MeTCamps) introductorios de distintas áreas y disciplinas. Ahora, por ejemplo, está en curso uno de Desarrollo de Videojuegos, donde están participando 200 mujeres y diversidades de toda Argentina. También llevamos a cabo programas como “FuturaCamp dirigido a estudiantes de carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática), el congreso Women in Data Science Córdoba y el proyecto de inclusión laboral en Chacra de la Merced junto a las OMAS, donde instalamos un Laboratorio Informático Comunitario y damos clases de habilidades digitales”, cuenta Salas.

Pero el camino no es fácil ni inmediato

De acuerdo a datos del Mapa de la Brecha de Género en Tecnología, seis de cada 10 mujeres enfrentan falta de legitimidad y reconocimiento profesional en el sector IT (tecnológico). Sin contar que en la misma industria, las mujeres ganan un salario 17% menor a los varones. “Desde MET tratamos de poner en agenda el tema cultural, porque si bien hay mujeres muy preparadas para ocupar puestos donde se toman decisiones, les cuesta mucho más, tienen más barreras para acceder. Todavía hay muchos sesgos inconscientes”. Este también es uno de los objetivos que lleva adelante la comunidad que dirige.

 

–¿Cuál es el principal desafío o prejuicio?

–Existen barreras tanto estructurales como organizacionales y personales para la participación de las mujeres y las diversidades en la tecnología. Desde estar socializadas para pensar que la ciencia y la tecnología “es cosa de varones” y que nosotras no somos “lo suficientemente inteligentes”, hasta las hostilidades y desigualdades que viven las que eligen este tipo de carreras tanto en la academia como en la industria, como la necesidad de demostrar todo el tiempo tus conocimientos, el menosprecio a sus opiniones técnicas o las brechas salariales. Se requiere un trabajo sostenido para comprender y deconstruir esos patrones culturales que persisten en las culturas organizacionales y sostienen la brecha de género en tecnología. Desde nuestra área de Cambio Cultural, trabajamos con las empresas y todo el ecosistema tech para abordar esta problemática e impulsar procesos reales de transformación hacia una cultura más diversa e inclusiva.

El principal desafío actual para MET es sostenerse en medio de la crisis económica y política que pone en riesgo la supervivencia de las organizaciones sociales, especialmente las de género. La motivación de nuestro equipo y de la comunidad está intacta, pero tenemos el gran desafío de encontrar un modelo de sustentabilidad para poder continuar nuestra labor.

 

El voluntariado con las OMAS

“La comunidad funciona con una gran base voluntaria. Quienes son más expertas en una tecnología coordinan los grupos de estudio, dan charlas, capacitan y mentorean, en general de manera virtual. También tenemos un grupo de voluntarias que asiste presencialmente al Laboratorio Informático que instalamos en la sede de Las OMAS en Chacra de la Merced, una zona muy vulnerable en las afueras de la ciudad de Córdoba. Allí dan clases de habilidades digitales y estamos apoyando a esta organización a incorporar herramientas digitales en todas sus actividades y unidades productivas. Es un proyecto con muchísimo impacto y donde se necesitan muchas manos, así que estamos siempre buscando sumar más personas voluntarias”.