Desde su Morón natal y con apenas 16 años, el cantante logró su primer hit viral y, desde entonces, no paró de crecer. Una joya de la música urbana que combina pertenencia territorial con la conciencia de un origen y un extracto social, marca y estigma de nobleza que solo pueden desembocar en lo cierto: una obra profunda y que mira hacia adentro. Con millones de reproducciones en streaming, estadios llenos y nominaciones a los Grammy Latinos, este artista impetuoso conduce una carrera que parece no tener techo, mientras se prepara para hacer su primer Vélez.
Tiene apenas 18 años, cinco de carrera, millones de reproducciones en las plataformas de streaming, shows masivos agotados y está cambiando las reglas del trap. Desde su Morón natal, Milo J lanzó sus primeras canciones en 2021 y, desde entonces, su vertiginoso ascenso parece no tener fin: acaba de presentar su nuevo álbum, 166 (DELUXE) retirada, con cuatro funciones agotadas en el Movistar Arena; el año pasado llenó el estadio de Deportivo Morón y ahora va por Vélez, donde se presentará en diciembre. Todos lo buscan para hacer feats, desde Bizarrap hasta TINI. Más allá del éxito y de ser una figura en pleno crecimiento, lo más importante es que está llevando la música urbana a terrenos insospechados, que coquetean con el rock nacional y las raíces folklóricas argentinas.
A los 14 años, Camilo Joaquín Villarruel se acercó a la crew Bajo West, un grupo de chicos de zona oeste que montó un precario estudio que les permitió grabar sus primeras canciones. A través de una de sus hermanas mayores conoció el hip-hop y las batallas de freestyle, que lo impulsaron a escribir. Era un adolescente, pero su pluma era (y sigue siendo) muy madura, tal vez demasiado para alguien tan joven.

Posiblemente ahí esté la clave del éxito de Milo J: puede describir lo que les pasa a los chicos de su edad, pero con una mirada adulta, y al mismo tiempo usa su misma jerga, por lo que se hace entender fácilmente, incluso cuando utiliza un lenguaje poético. “Que sea solo tu mente la que reine, hay que saber aprenderlo sin que te lo enseñen”, canta en “Alioli”, una canción en la que reflexiona sobre cómo la música le salvó la vida, a pesar de vivir en barrios donde muchos chicos terminan adictos a las drogas o delinquiendo. “En la villa me respetan porque la pegué sin dármela de nada/ No manejo fierros, yo puse la cara/ No fui soldadito ni un Tony Montana./ ¿Punguié?, ¿timbié?, ¿me falopié? Nah./ Si en mi cuaderno había un fondo de inversión”, describe.
Si Milo J no terminó así no fue solo por la música, sino por la contención de su familia, que siempre lo apoyó y le transmitió sus valores. Su madre protege todos sus frentes en una industria que puede ser una picadora de carne si no se maneja con cuidado. De hecho, aún sigue en pugna por las regalías de “Rara vez”, una colaboración con el productor Taiu que editó un sello multinacional. Ella es abogada, militante de los derechos humanos, y quien lo inspiró a querer presentar su último álbum en la ex ESMA, un acontecimiento que quedó trunco por la oposición que manifestó el Ministerio de Justicia de la Nación. Aunque el evento se suspendió, la polémica le permitió plantar bandera sobre cuáles son sus creencias y qué quiere transmitir a la juventud actual.

Ya en su primer sencillo se diferenció de sus colegas. “Tus vueltas” no era el típico trap de beats electrónicos y fraseos de rap, sino una canción acústica influenciada por el corrido mexicano, un tipo de música regional que captó la atención de Peso Pluma, referente en la fusión de ambos géneros, con quien Milo tuvo la oportunidad de grabar en su primer álbum, 111, de 2023.
Como sucede con muchos artistas de este siglo, el éxito vino repentinamente, cuando su canción “Milagrosa” se hizo viral en TikTok. Tenía apenas 16 años, pero estaba lejos de ser una estrella infantil. Rápidamente llegaron las colaboraciones con artistas por fuera de su crew. La cantante pop Yami Safdie lo invitó a participar de “El bolero”, que se convirtió en el primer hit de la artista en toda Latinoamérica. Eso le dio visibilidad fuera de la Argentina, pero sobre todo mostró su versatilidad para moverse con soltura en otros estilos y llevarlos a su propia música. Como rapea en “No hago trap”: “No hago trap y soy más trap que el trap. Tengo el aval del trap, me dicen crack”. Toda una declaración de principios que sería trillada en cualquier artista con trayectoria, pero en boca de un adolescente suena con una contundencia extraordinaria.

Otras músicas
Milo J está llevando a su generación a mundos que, en principio, podrían parecerles ajenos, aunque están muy arraigados a la esencia de la Argentina, y en el camino está haciendo evolucionar al trap. Puso un pie en el rock nacional al versionar “Los dinosaurios”, de Charly García, en el Primavera Sound (que, con todo el peso histórico que tiene, también sampleó en “Hippie”, track que cierra su disco 166); usó un fragmento de “Post-Crucifixión”, de Pescado Rabioso, en “Daña (Elvira)”, y de “A estos hombres tristes”, de Almendra, en “Fruto”. También invitó a Nito Mestre a cantar “Canción para mi muerte” cuando tocó en el estadio de Deportivo Morón, su primer concierto masivo al aire libre, que decidió hacer en la cancha del equipo de sus amores, que él mismo patrocina.
El maridaje entre el trap y el rock no es nuevo, pero lo que hace verdaderamente novedoso el sonido de Milo es su incursión en el folklore, un gusto que heredó de su padre. En sus recitales suele sonar la voz en off de Facundo Cabral, y en el Festival de Peñas de Villa María, invitó a Soledad Pastorutti para cantar “Cuando ya nadie te nombre”, de Horacio Guarany. “Ojalá muchos chicos te sigan”, le dijo la Sole al terminar. Por si fuera poco, impulsó a Mex Urtizberea a hacer un spin off de su programa ¡FA! y el pasado Día de la Bandera se estrenó ¡FAlklore!, con él como director creativo. Cuando el cantante estuvo en el ciclo de Mex, se hizo viral por su versión de “Negra murguera” de Bersuit, que cantó junto a la murga uruguaya Agarrate Catalina, a quienes también invitó al estadio de Morón y a sus últimos Movistar Arena, lo que habla de la enorme apertura y data musical que tiene pese a su corta edad.

No por nada sus colegas, mucho más grandes que él, lo veneran y respetan. Tuvo hits con Nicki Nicole, Duki y el estadounidense Eladio Carrión, que vieron rápidamente su potencial. Bizarrap lo invitó a grabar una de sus clásicas Music Sessions y la química entre ellos fue tan grande que terminaron haciendo un EP de cinco canciones, En dormir sin Madrid. Para el productor, que es un consagrado artista de singles, este es su trabajo más largo y la colaboración más extensa que hizo hasta ahora.
“Nos envejece más la cobardía que el tiempo. Los años arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma.” Milo J ha abierto sus conciertos con esta frase de Facundo Cabral que, de alguna manera, sostiene lo que dicen muchos de sus seguidores: que él es un hombre grande en el cuerpo de un joven. No es solo por sus valores y sus influencias musicales –que están a otro nivel–, sino por la forma en que trabaja su arte. En un género donde predomina el ritmo, él prioriza las melodías. Y el formato que más le gusta es el del álbum.

Su último lanzamiento es una edición de lujo de su segundo disco, 166, que con el subtítulo retirada suma siete canciones nuevas, incluyendo colaboraciones con TINI y Bhavi. El título es un homenaje a la línea de colectivo que tiene su cabecera en Morón y que fue la que lo llevó toda su vida al barrio de Palermo, derecho por avenida Juan B. Justo, donde buscaba estudios y artistas con quienes grabar. Ahora, con Milo ya consagrado, los productores quieren ir a su cuartel general en zona oeste para absorber un poco de su magia.
Con apenas 18 años, Milo J ya se convirtió en una leyenda del trap argentino. En su barrio ya tiene su propio mural, como les corresponde a los íconos. En poco tiempo logró lo que a muchos les cuesta una carrera entera, incluso una nominación a los Grammy Latinos. Tiene todo para convertirse en una superestrella mundial, aunque él solo parece estar concentrado en la música, como canta en “Alioli”: “Un wachín me preguntó cómo hacer plata con la music. Yo le dije que hay que hacerlo por la music, no la plata”. Habrá llegado lejos, pero sus creencias siguen firmes.