El uso excesivo de pantallas en la educación ya se hace visible en varios países, y Suecia es uno de los casos más emblemáticos para frenar dicha tendencia: en 2024, el gobierno decidió frenar la digitalización en las aulas, canceló su plan educativo tecnológico y destinó 60 millones de euros para reintroducir libros impresos en las escuelas públicas. La medida se enmarca en una creciente inquietud a nivel europeo por los efectos del uso intensivo de dispositivos en la infancia y la adolescencia.
Según publicó National Geographic, la preocupación por los efectos de la digitalización en la infancia y la adolescencia llevó a escuelas, familias y expertos a replantear el papel de la tecnología en la vida cotidiana y en el aula. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda evitar la exposición de menores de dos años a las pantallas y limitar su uso a una hora diaria antes de los cinco años.
Sin embargo, la presencia de dispositivos electrónicos en manos de niños pequeños se volvió común, lo que generó debates sobre las consecuencias de esta tendencia. De acuerdo con National Geographic, algunas escuelas, como la Escuela Pía de Caldes de Montbui cerca de Barcelona, optó por una “desescalada tecnológica”. Se prioriza el uso de papel y escritura manual en todos los niveles educativos, desde infantil hasta bachillerato.
En estas aulas, los estudiantes copian a mano los enunciados de los problemas, toman apuntes con bolígrafo y utilizan libros impresos, en un intento por recuperar habilidades cognitivas y motrices que, según los responsables pedagógicos, se ven afectadas por el uso intensivo de pantallas.
Lorena Jiménez y Ascensi Laglera, directoras pedagógicas de la Escuela Pía, explicaron a National Geographic que tras la pandemia de COVID-19 y el auge de la educación a distancia, los alumnos se acostumbraron a trabajar con ordenadores y plataformas digitales. Tres años después, observaron dificultades crecientes en la estructuración de apuntes, la planificación mental y la capacidad de síntesis.
“Nos dimos cuenta de que a los estudiantes les costaba cada vez más estructurar unos apuntes o un dossier. Faltaba el ejercicio mental que uno hace delante de un folio en blanco cuando piensa qué es importante y planifica mentalmente qué espacio dará a cada concepto”, señaló Jiménez.
Además, detectaron un deterioro en la ortografía y el cálculo mental, atribuible al uso de autocorrectores y calculadoras digitales.
El auge de la inteligencia artificial (IA) y herramientas como ChatGPT intensificó el debate sobre el aprendizaje y el esfuerzo intelectual. Las responsables de la escuela consideran que la facilidad para generar textos y presentaciones con IA puede debilitar la capacidad de redacción y el pensamiento crítico de los estudiantes.
La decisión de la Escuela Pía de reducir la presencia de pantallas se basa en estudios que demuestran que escribir a mano estimula la creatividad, la lógica y la coordinación motriz, mientras que la lectura en papel favorece la retención de la información.
La tendencia hacia la reducción de pantallas no se limita a España. National Geographic reportó que en Suecia, tras una década de impulso a la digitalización educativa, el gobierno decidió revertir la estrategia y volver a los métodos pedagógicos tradicionales.
Además, asociaciones de familias en varios países promueven la prohibición de teléfonos móviles en las aulas y durante el recreo. Incluso en Silicon Valley, figuras influyentes de la industria tecnológica optan por educar a sus hijos en escuelas alternativas como la Waldorf, que priorizan el aprendizaje artístico y experiencial sin pantallas.
El fenómeno del cerebro digital afecta tanto a los llamados “nativos digitales” como a las generaciones anteriores, que se adaptaron a la nueva realidad tecnológica. El catedrático de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona, David Bueno, miembro de la Comisión para una Digitalización Responsable en los centros educativos de Cataluña, advierte sobre los riesgos de una digitalización excesiva: “Vivir en un entorno en el que todo es inmediato nos aboca a la impulsividad. Estamos perdiendo capacidad de atención y no podemos retrasar las recompensas”.
Las redes sociales, según el experto, generan dependencia a través de gratificaciones instantáneas que activan la dopamina, un neurotransmisor relacionado con las adicciones.
El equipo del Connected Minds Lab en Ámsterdam, liderado por Wouter van den Bos, investigó el impacto de los “likes” y la interacción en redes sociales sobre la salud mental y la autoestima de los adolescentes.
En ese sentido, Van den Bos explicó a National Geographic que en esta etapa de la vida, los jóvenes son especialmente sensibles a la aceptación y el rechazo, y que la exposición pública en redes contribuye a la construcción de su identidad social. Los estudios del laboratorio confirman que el estado de ánimo de los adolescentes varía en función de la cantidad de “likes” que reciben en sus publicaciones.
La literatura científica sobre los efectos de la tecnología digital en el desarrollo cerebral es extensa y diversa. Un estudio dirigido por Elizabeth M. Dworak en 2023, basado en una muestra de 400.000 estadounidenses, detectó por primera vez en un siglo un descenso en el cociente intelectual, que algunos atribuyen al exceso de pantallas.
Otros investigadores, en cambio, destacan beneficios como la mejora en la capacidad para realizar actividades simultáneas, el razonamiento tridimensional y la rapidez en la resolución de problemas.
El neurocientífico Michel Desmurg, autor de La fábrica de cretinos digitales y Más libros y menos pantallas, sostiene que el uso excesivo de dispositivos digitales puede tener consecuencias graves, si se compara la situación actual con la falta de conciencia sobre los efectos del tabaco en la década de 1970. “De los cero a los 12 años, el uso de lápiz y papel es fundamental; y en los adultos, leer en papel es más estimulante”, afirma.
Un metaanálisis realizado por Dandan Wu, Xinyi Dong, Danqing Liu y Hui Li de la Universidad de Hong Kong, publicado a finales de 2023, analizó 33 estudios de nueve países con una muestra total de 30.100 niños de cero a 12 años. Según National Geographic, 23 de los 33 estudios demostraron el impacto de la tecnología en los cerebros infantiles.
Los especialistas identificaron tanto efectos negativos, como la pérdida de capacidad lingüística y déficit de atención, como beneficios, como la mejora en la capacidad ejecutiva. El metaanálisis señala que la corteza prefrontal es la región más afectada, ya que gestiona el control de los impulsos, la reflexión y la gestión emocional.
También se identificaron cambios en el surco intraparietal, relacionado con la coordinación motora y la atención visual, y en las redes neuronales de la corteza cerebral.
David Bueno subraya la importancia del sistema límbico, especialmente la amígdala, en la generación de estados emocionales y en la respuesta al estrés y la ansiedad. El núcleo estriado, por su parte, interviene en la gestión de las sensaciones de recompensa y en la anticipación de recompensas futuras, lo que explica la atracción por las gratificaciones inmediatas que ofrecen las redes sociales.
El investigador en microanatomía cerebral Javier DeFelipe, director del Laboratorio Cajal de Circuitos Corticales en la Universidad Politécnica de Madrid, destaca la plasticidad cerebral como la capacidad del cerebro para adaptar sus circuitos a los estímulos del entorno. Asimismo, explica que las sinapsis, las conexiones entre neuronas, se modifican constantemente en respuesta a la experiencia, lo que permite el aprendizaje y la adaptación.
Según el científico, la corteza cerebral multilaminada, o neocorteza, es el centro de operaciones de esta plasticidad y el lugar donde se generan las bases del aprendizaje.
Durante la infancia y la adolescencia, la plasticidad cerebral alcanza su punto máximo, lo que hace que actividades como escribir a mano o aprender a tocar un instrumento sean especialmente valiosas. DeFelipe cita a Santiago Ramón y Cajal, quien afirmaba: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Esta idea respalda la importancia de la educación y la cultura en la evolución cerebral.
DeFelipe reconoce que el cerebro humano cambia al adaptarse al entorno tecnológico, aunque considera que los cambios anatómicos requieren períodos mucho más largos. El investigador menciona el caso de los taxistas de Londres, cuyo hipocampo, la región cerebral asociada a la memoria espacial, es más grande que el de la población general debido a la necesidad de memorizar las 25.000 calles de la ciudad para obtener la licencia de taxi.
El concepto de “amnesia digital” describe la tendencia a olvidar información que los dispositivos pueden almacenar por nosotros. Diego Hidalgo, impulsor del Manifiesto OFF y autor de “Anestesiados, la humanidad bajo el imperio de la tecnología”, advierte sobre la delegación de capacidades cognitivas y sociales en la tecnología. “La memoria funciona así: o la usas o la pierdes”, manifestó.
El psicólogo Adrian Ward de la Universidad de Texas en Austin investigó los efectos de la sobreexposición a las pantallas en la memoria de los adultos. En un experimento realizado en 2025, bloqueó el acceso a internet de 467 participantes durante dos semanas, permitiéndoles solo llamadas y mensajes de texto.
Los resultados mostraron que el 91 % mejoró su capacidad de atención, bienestar y salud mental, y el 71 % aumentó sus capacidades cognitivas, incluida la memoria y la creatividad.
A pesar de los avances tecnológicos y la irrupción de la IA generativa, que permite crear textos y obras de arte con facilidad, DeFelipe sostiene que el cerebro humano no está experimentando una evolución anatómica significativa. “Tenemos el mismo cerebro que hace 200.000 años. No vamos a ver una evolución anatómica hasta que vivamos en el espacio, ahí sí que abriremos un nuevo capítulo”, declaró a National Geographic.