Todos nacieron en 1993: apenas cuatro años después de la caída del Muro de Berlín. Los cuatro niños polacos, Michał Główka, Jakub Czechowicz, Marcin Antkowiak y Marek Dolecki, se criaron en Poznan, una ciudad ubicada en la Polonia occidental, a medio camino entre Berlín y Varsovia, lo que la convirtió en un lugar estratégico en lo geopolítico. Polonia tiene una larga y rica tradición de música folklórica, con géneros como la mazurca, la polonesa y el krakowiak, entre otros, como también de música clásica y orquestas sinfónicas y de cámara. No es común que alguien de allí escuche tango, esa música que suena a más de 12 mil kilómetros, originada en un país remoto llamado Argentina. Y, menos aún, que hagan de esa música rioplatense, la que conquistó el mundo con Carlos Gardel, Francisco Canaro y Astor Piazzolla, con cumbres como La cumparsita, Volver y El día que me quieras y con el baile como estandarte, que hagan de esos sonidos arrabaleros una identidad musical en un nuevo y exótico país del centro europeo.
Hay varios historiadores que marcan, en Polonia, el grado cero del cambio de época tras el fin de la llamada Guerra Fría. Sin ir más lejos el mismo año de la caída del Muro, en junio de 1989, en Polonia el movimiento sindical “Solidaridad”, de Lech Valesa, obtuvo una victoria aplastante en dos rondas de elecciones parlamentarias allanando el camino hacia el desmoronamiento del comunismo. Poznan, desde aquellos tiempos, es una importante sede urbana para las academias, las ciencias, la cultura y los deportes. Miles de estudiantes polacos como extranjeros pueblan los distintos centros docentes y científicos, en una vida cultural y estudiantil que tiene un peso gravitatorio con veinte museos, cinco teatros, un auditorio de ópera y salas de conciertos. En esa ciudad de hoy 550 mil habitantes nacieron y se formaron Michał Główka, Jakub Czechowicz, Marcin Antkowiak y Marek Dolecki y en 2010 sacudieron el tablero: no irían a tocar la música polaca ni la música sinfónica europea sino que armaron una banda de tango. Con Michal en bandoneón y acordeón, Jakub en violín, Marcin en contrabajo y Marek en piano, por entonces brotaba Bandonegro: un cuarteto de talentosos jóvenes polacos tocando tango.
“En su música combinan magistralmente la elegancia del jazz europeo con el espíritu apasionado de Buenos Aires. ¡Realmente extraordinario!”, se maravilló de inmediato Pablo Ziegler, pianista, compositor y arreglista argentino ganador del Grammy. “Una energía sin igual y un sonido excepcional. ¡Son cuatro pero suenan como una orquesta de diez personas!”, acotó Nito García, legendario bailarín argentino. “Vuestra música conmueve los corazones. ¡Estoy feliz de haber podido escucharos!”, sumó Fernando Suárez Paz, eslabón fundamental del Astor Piazzolla Quinteto, antes de fallecer en 2020. “¡No sabía que los polacos tocan tan bien tango! Gran respeto”, se emocionó al escucharlos José Colángelo, último pianista de la orquesta de Aníbal Troilo.
“Nuestra historia no es sólo la de un grupo que se enamoró del tango. Es también una historia de amistad, familia, responsabilidad y decisiones cotidianas que forman la vida de quienes tocan una música nacida al otro lado del mundo”, dice Michał Główka. Los artistas llevan tocando muchos años juntos: se conocieron de pequeños en la escuela primaria y desde allí estudian música. En ese entonces, nadie imaginaba que algún día estarían tocando en los festivales de tango más importantes del mundo. “Desde aquel momento, todo ha cambiado: crecimos, formamos familias, construimos nuestras vidas. Pero algo permanece intacto: seguimos siendo una banda y un grupo de amigos que sabe trabajar en equipo”, agrega Marek Dolecki. Los cuatro se graduaron entre las Academias de Música de Poznan y Bydgoszcz. Todavía viven en Poznan y no pasa semana sin que se dejen de ver. Ensayos, grabaciones, conciertos y reuniones con el tango como eje. En los últimos tiempos, incluso, organizaron un festival de tango: el Gotango Poznań Festival. Hoy, en su repertorio, tienen sus propias composiciones inspiradas en el legado argentino.
Lo primero que escucharon en el tango fue a Astor Piazzolla, entre clases y materiales que circulaban de boca en boca. No fue sólo una escucha, sino una emoción: la piel de gallina en escuchar al músico que deslumbró Europa y revolucionó el tango. Todos dicen que empezaron a estudiar música desde el 2000: fueron a una escuela que combinaba educación general con formación musical. Allí, cada uno encontró su instrumento: el violinista y el pianista fueron asignados desde el principio, mientras que los demás eligieron después. “Desde niños nos unía la música, pero también una amistad profunda. Jugábamos al fútbol, compartíamos tardes enteras, nos entendíamos sin palabras”, comenta Jakub Czechowicz.
En 2010, durante las vacaciones de invierno, Marcin Antkowiak tocó por primera vez la música de Piazzolla junto a una orquesta de cámara y un bandoneonista invitado. Interpretaron piezas como Oblivion, La Muerte del Ángel y Las Estaciones Porteñas. Al mismo tiempo, Michał Główka, acordeonista, escuchó en un festival a un conjunto polaco, Tangata Quintet —inspirado en el quinteto de Piazzolla—, liderado por Klaudiusz Baran, uno de los primeros bandoneonistas en Polonia y actual rector de la Universidad de Música Fryderyk Chopin en Varsovia, la academia de música más prestigiosa del país. “Aquellos momentos nos marcaron. Al regresar a clase, decidimos formar un grupo, como forma de rebelión contra el sistema académico clásico y solista. El tango, con su energía y complejidad, nos pareció exótico, vivo, diferente”, expresa Marcin.
Al final de sus estudios, entonces, fueron a fondo: se dedicaron profesionalmente al tango. Se metieron con la historia del género, a analizar los estilos de las orquestas clásicas, y luego, paso a paso, a construir su propio lenguaje. “Fusionamos el tango con sonidos modernos, creando algo a la medida del siglo XXI. Queremos romper con los estereotipos, rejuvenecer el tango, conquistar a las nuevas generaciones”, define Michał Główka, quien recuerda sus primeros concursos, primero locales, después nacionales. “Pero nos dijeron que, sin un profesor oficial, no podíamos participar formalmente. Tras muchas charlas con la dirección de la escuela, conseguimos a la persona adecuada y seguimos adelante. A medida que fuimos teniendo buenos resultados, era natural buscar nuevos desafíos. En 2011 viajamos a Castelfidardo, en Italia, la capital europea del acordeón, y ganamos el concurso en la categoría ‘Música de Astor Piazzolla’. Allí, nuestro acordeonista también tocó por primera vez un bandoneón. Fue un momento clave”.
Tenían 18 años y habían ganado reconocimiento internacional. Desde ese momento, comenzaron una intensa actividad de conciertos para, según sus propios objetivos, “promover la cultura del tango en Polonia”. Brillaron en escenarios más grandes como los de Varsovia (Teatr Roma), Cracovia (Teatro Juliusz Słowacki), Wrocław (Ópera de Wrocław), Gdańsk (Filarmónica del Báltico), Łódź (Filarmónica de Łódź) y Poznań (Sala Ziemi). “Para nosotros fue como formar una banda de rock en la secundaria: una manera personal de buscar libertad artística”, bromea Marek Dolecki.
Se ríen cuando hablan de las costumbres argentinas. Es la tercera vez que visitan el país y además de una presentación en la embajada de Polonia, tocaron el miércoles a la noche a sala llena en un concierto en Bebop, refugio del jazz en Buenos Aires, donde presentaron su último disco, Tanuevo. “Siempre estamos en movimiento. Lamentablemente, al día siguiente del concierto en Buenos Aires ya tomamos un vuelo de regreso a Europa, porque el sábado tocamos en Sofía, Bulgaria. Tenemos muchos planes de conciertos, también relacionados con el lanzamiento del álbum. Haremos el concierto de estreno en nuestra ciudad natal el 29 de agosto. Y a finales de este año, realizaremos una gran gira por Japón, donde también presentaremos nuestro tango original”, expresa Marcin Antkowiak.
Los cuatro jóvenes treintañeros, rubios europeos sin fisonomía rioplatense, vestidos elegantemente de camisa y pantalón, peinados a la moda y con anteojos snob, toman mate, son fanáticos del fútbol argentino y hasta el contrabajista y compositor Marcin Antkowiak se animó a tomar clases de baile de tango. Remarcan una idea de comunidad, de pequeño núcleo fogueado en las raíces polacas pero con vuelo internacional. Cuentan que el contrabajista tiene esposa y tres hijos. El pianista y el violinista también están casados, y ambos esperan su primer bebé. El bandoneonista parece ser el espíritu libre del grupo: siempre listo para viajar, siempre en movimiento. Cada uno aporta algo más al proyecto, más allá del sonido de su instrumento: el violinista se encarga de las redes sociales y la comunicación, el bandoneonista de las ventas y el networking, el pianista de las finanzas y la contabilidad, y el contrabajista —además de componer— también gestiona la parte tecnológica, el sonido y el sitio web. “Somos como una pequeña empresa bien organizada, pero con alma y sueños”, sintetiza Jakub Czechowicz.
Sin nunca abandonar su base en el tango, Bandonegro se orientó cada vez más hacia la música para cine y teatro, creando la banda sonora de la película Tanze Tango mit mir (2021) para ARD Mediathek y proporcionando sus composiciones para la serie Alphonse (2023), producida por Amazon Prime France. Además, la banda ha sido becaria del Presidente de la Ciudad de Poznan por sus destacados logros artísticos y también ha sido galardonada con la Medalla de Arte Joven, que honra a artistas talentosos de la Gran Polonia. Desde hace unos, en rigor, la Embajada de Argentina en Polonia ha asumido el patrocinio honorario de las actividades de la banda. En su descubrimiento de Argentina, los músicos polacos dedicaron dos temas en el último disco a paisajes regionales. Uno llamado Cuyo y el otro Patagonia. Así lo explica Marcin Antkowiak: ”En nuestros comienzos, como nuestra música estaba muy influenciada por la cultura argentina, decidí abrir un mapa del país y buscar un nombre que sonara bien y tuviera cierta resonancia. Así fue como descubrí la región de Cuyo. El nombre me pareció perfecto: musical, misterioso y profundamente argentino. Patagonia, en cambio, recibió su nombre gracias a Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto de Astor. Antes de grabarla, esta pieza tenía un título provisional, relacionado con la calle donde habíamos encontrado una nueva sala de ensayo. Pero una vez que terminamos de grabarla en Fort Music Studio y fuimos a escucharla en la sala de control, Pipi dijo de inmediato: “¡Esto suena a Patagonia!” Y tenía toda la razón. La música tenía esa sensación de amplitud, paisaje y melancolía que uno asocia con esa región”.
“La cultura del tango nos ha recibido con los brazos abiertos. No nos sentimos ajenos, sentimos que somos parte de esta comunidad. Para muchos argentinos es una sorpresa ver a cuatro europeos que no sólo quieren tocar bien, sino que también comprenden el alma de esta música. Para nosotros, eso es un gran honor”, subraya Marek Dolecki. El camino, sin embargo, fue arduo. “Claro que no siempre fue fácil –agrega Michał Główka–. El momento más difícil fue cuando tuvimos que decidir si queríamos vivir exclusivamente de este proyecto, dejar otros caminos profesionales y apostar todo: el tiempo, el dinero, el corazón. Sabíamos que, para llegar a los escenarios más importantes del tango, teníamos que estar completamente comprometidos. Y eso implicaba riesgos. De vez en cuando volvemos a ese tipo de decisiones: cómo seguir creciendo, en qué invertir, qué rumbo tomar. Pero el hecho de que nos conozcamos desde hace tanto tiempo, que hayamos pasado por tantas etapas de la vida juntos, nos da fuerza y la capacidad de llegar a acuerdos”.
Hasta el momento, Bandonegro ha lanzado cinco álbumes a través de discográficas polacas premiadas como Dux, Sj Records y Rec Art. Su álbum original Hola Astor, que combina tango con elementos de jazz y rock, fue considerado por los críticos internacionales como una revolución del género. Su último disco, Tanuevo, según ellos, apuesta a combinar la esencia del “tango nuevo” con jazz y música minimalista. Las grabaciones se realizaron en el icónico Fortmusic Studio en Buenos Aires, con la participación especial de músicos de jazz argentinos, incluyendo a Pipi Piazzolla y destacados productores musicales como el Club del Disco. En sus giras cosmopolitas se presentaron en más de treinta países en cuatro continentes, en festivales de tango y prestigiosos escenarios mundiales de Estados Unidos, Canadá, Taiwán, Indonesia, Alemania, Dinamarca y Portugal, entre otros. Fue en 2019 que el público argentino quedó impactado por su performance. Allí realizaron una gira de cinco semanas en Buenos Aires, actuando en clubes icónicos como Salón Canning y La Viruta, y en el festival Argentina Tango Salón. Una versión de la pieza Gallo Ciego, de Osvaldo Pugliese, interpretada por los polacos, todavía se sigue recordando como un acontecimiento singular durante las finales del Mundial de Tango de Buenos Aires.
Pasión y fronteras trashumantes, la vieja guardia y los sonidos contemporáneos; el tango como lenguaje en común, cruce de sentimientos y costumbres y la música, en definitiva, como elemento universal, capaz de unir culturas tan diversas y remotas. “El tango nos ha dado no sólo música, sino, sobre todo, personas. Gracias a él conocimos a gente maravillosa en todos los continentes. Y aunque a veces nos separan los idiomas o miles de kilómetros, nos une la sensibilidad, la apertura y la convicción de que la música realmente puede acercar culturas. Hoy sabemos que el tango no es sólo un estilo musical. Es una forma de vida”, concluye Marcin Antkowiak, en un nuevo amor que se consolida entre Argentina y Polonia.