Este cierre es el resultado de una realidad económica que nos toca profundamente y ya no podemos sostener”. Los dueños del restaurante Franca, uno de los recomendados por la guía internacional Michelín, bajó la persiana en las últimas horas con este mensaje sin eufemismos. A la par cayó Sál, otro de los internacionalmente reconocidos. Los dos casos son, en realidad, la punta del iceberg de la crisis más grande que los restaurantes argentinos afrontan en décadas.

Según explicaron fuentes del sector , la recesión que se generó desde que Javier Milei es Presidente, sumada al esquema de un país muy caro en dólares, hizo que las ventas de los restó cayeran hasta 50 por ciento contra 2023. “Esto que estamos pasando nunca lo vi, estamos en la cuerda floja y somos muchos”, alertó una propietaria de un local capitalino también reconocido.

“Antes, en Don Julio, había cola de 80 personas, hoy conseguis mesa cualquier día y cualquier hora”, describió otro empresario ante este diario, en referencia a la parrila tope de gama que es un clásico del turismo foráneo. Es precisamente el dólar barato, que generó un éxodo de turismo argentino al exterior y un receptivo con números negativos, una de las razones centrales del fenómeno.

Es que para intentar mantener a raya la inflación, el Gobierno decidió congelar el precio del dólar oficial con un paquete de endeudamiento que le dio volúmen a las reservas. Eso hizo que casi todo en Argentina sea más caro que en otros lugares. “Acá tenes cubiertos de 50 a 90 dólares, en el exterior con esa plata comes dos o tres veces”, detallan lo que conocen el paño.

El resto de la crisis, aseguran, se debe a la recesión y a la caída del poder adquisitivo de la clase media que ya venía de años y se intensificó con Milei. “La clase media sale una vez por mes o directamente no sale”, admiten en el sector, donde recuerdan que, también, post devaluación de diciembre los precios quedaron muy altos y eso ya empezó a pegarles a las familias. Lo otro que golpeó fue “el aumento de costos fijos, sobre todo medicina prepaga y colegios”. La referencia es para dos gastos que suelen tener familias de un poder adquisitivo con chances o pasado, al menos cada tanto, en restaurantes o salidas afuera.

Las costumbres y los costos

Días atrás, la consultora Kantar dio a conocer un informe en el que explicitó que la mayor parte de los argentinos dejó de ir a los restaurantes, como primera resignación de un consumo reemplazable. El número que dieron a conocer es que el 76 por ciento de los consultados dejaron de salir a comer afuera.

En ese contexto, precisaron que los sectores sociales más dañados por este ajuste obligado al bolsillo fueron los de menores ingresos. Allí, las salidas a restaurantes se restringieron en un 85 por ciento. Asimismo, cinco de cada diez dijeron que “rara vez” salen a comer afuera, el 20 por ciento sale “varias veces al mes” y un 15 por ciento lo hace una vez a la semana.

¿Cuál es la principal razón por la cual no salen? Los altos costos fue la razón elegida por el 74 por ciento, el resto apuntaron a “el tiempo de espera” y “malas experiencias”. Es curioso el asunto del costo, porque todos los empresarios que hablaron con este diario aseguraron que, ante la caída de la demanda, hace casi un año que no aumentan. “No tocamos precios porque es la única forma que tenemos de jugar al empate o perder menos”, admiten.

La pregunta a esos ceos del restó fue cómo se explica que con una inflación desacelerando y pasando del más de 12 por ciento que dejó Sergio Massa a 2 o 3 puntos con Milei, la postal es la restaurantes vacíos o cerca de cerrar. “Es cierto que la inflación está más controlada, pero a la gente no le alcanza porque los sueldos están muy bajos o suben menos que la inflación”, se sinceró un empresario que tiene al menos cuatro locales en el AMBA. La misma fuente especificó que “eso es lo que hacía que, aún con 200 de inflación, hubiese gente consumiendo incluso en un año muy complicado, como el 2023”.

En la foto actual, que tiene a gigantes del sector en caída, otra pregunta que se impone es si el consumo que no va allí se deriva a los grandes. Hay muchos de los empresarios de locales en CABA que tienen, además, restaurantes o pizzerías que también están con problemas de demanda. “La gente elige entre pagar los servicios, el colegio o los costos fijos, compra la comida para la casa y resigna el esparcimiento. El problema es que lo que vemos es que esto no es una postal temporal, sino que se parece bastante a una realidad que será constante”, se lamentó una fuente muy cercana a los dos restaurantes top que bajaron recientemente la persiana.