Fue en un día especialmente caro en la liturgia peronista. El 4 de junio había sido la fecha que eligió Perón para asumir la primera presidencia porque evocaba el golpe de 1943. Ese día, pero de 1975, el país estaba nuevamente en vilo porque un nuevo ministro anunciaría un nuevo plan económico.
Este nuevo funcionario había ido a su ceremonia de asunción el 2 de junio, en el subterráneo de la línea A para que su mensaje de anticipada austeridad tuviera repercusión mediática. Se llamaba Celestino Rodrigo, el mes anterior había cumplido los 60 años, y su apellido quedaría ligado a una emblemática crisis económica, que en los años siguientes persistió como un fantasma latente en la interminable zaranda económica recurrente en la historia argentina.
Rodrigo era un marplatense nacido el 19 de mayo de 1915, que se había recibido de ingeniero electromecánico en la Universidad de Buenos Aires. Durante el primer gobierno peronista estuvo relacionado con proyectos de siderurgia, luego fue directivo en el Banco Nacional de Desarrollo, y en el tercer gobierno del ya anciano Juan Perón integró un equipo que negoció con Libia contratos petroleros, al parecer en condiciones muy desventajosas para el país.
En su tercera gestión, Perón había llevado como ministro a José Ber Gelbard quien, dos meses después del fallecimiento del primer mandatario, renunció por su enemistad con José López Rega, quedando en el olvido su famoso Pacto Social, mediante el cual había acercado a empresarios y a sindicalistas. Gelbard fue reemplazado por Alfredo Gómez Morales.
Una inflación del 40% anual, caída del 6% del PBI, 25% de déficit fiscal fueron indicadores que lo sobrepasaron y, sin margen político para maniobrar, renunció el 31 de mayo.
Cuando Rodrigo asumió, con el espaldarazo del poderoso ministro José López Rega, todos se miraron preguntando quién era ese tal Rodrigo que su apellido sobrevolaba en las especulaciones de cambio de gabinete. Esperaba su turno en la Secretaría de Seguridad Social del ministerio que manejaba López Rega. Se supo que estaba a favor de la supresión de la sociedad de consumo y la eliminación de la clase media.
Ese 1975 era realmente un caos. Porque además de la situación socioeconómica, la violencia estaba a la orden del día. Montoneros y ERP acumulaban un atroz récord de atentados, y además coexistían una treintena de organizaciones cuya forma de hacer política era por la vía de las armas. Solo desde la muerte de Perón se contabilizaron 433 víctimas más.
Entre las principales medidas que anunció Rodrigo la noche del miércoles 4, se destacaba una devaluación de cerca del 150%, el aumento que rozaba el 100% de los servicios públicos y el transporte; la suba de más del 100% de los combustibles, y una recomposición salarial del 45%.
“Si no hiciéramos esto, dijo Rodrigo, la mejor industria del país sería la importación de máquinas para fabricar papel moneda. Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien”, declaró a los periodistas acreditados en gobierno.
Les pidió a los argentinos que se ajustasen el cinturón y que no se embarcasen en gastos superfluos.
Al momento de los anuncios. el Congreso estaba sesionando y el diputado nacional Juan Carlos Cárdenas, al enterarse de las medidas, las definió como un “Rodrigazo”, y esa palabra quedaría como una marca registrada en la historia.
La primera reacción se vio en las góndolas de los supermercados, que quedaron vacías por el instinto de supervivencia del argentino medio.
Diputados pidieron su presencia para que diera explicaciones, y la oposición radical acusó que las medidas respondían a decisiones unilaterales y que conspiraban contra el diálogo.
El 16 el líder de la oposición Ricardo Balbín, quien había construido una relación de respeto con Juan Perón –duros adversarios en la primera época del peronismo-se reunió con Isabel en Olivos, y se dio cuenta de que ese diálogo que era habitual cuando su marido asumió por tercera vez la presidencia, era imposible, y que no habría marcha atrás con las medidas anunciadas.
Los líderes sindicales hacían equilibrio. Lorenzo Miguel, de la UOM, decidió irse al exterior, desde donde pidió apoyar a Isabel.
Pero el clima social hervía. El 27 de junio hubo una manifestación obrera a Plaza de Mayo, se pidió por aumentos salariales y se acordaron de López Rega y de Rodrigo de la peor manera.
Por la tarde, una delegación sindical se dirigió a Olivos a entrevistarse con la primera mandataria, quien había almorzado con López Rega. A ellos les dijo que ella misma se ocuparía del problema y que mañana les daría una solución.
Dio un mensaje en el que pidió tranquilidad, trabajar por la liberación nacional, a la par que se refirió a elementos que pretendían la desestabilización.
Para facilitar la tarea del presidente, el gabinete en pleno presentó su renuncia. López Rega mantuvo el cargo de secretario privado pero en Bienestar Social asumió Carlos Villone y en Interior Antonio Benítez, en Defensa Jorge Garrido y en Justicia Ernesto Corvalán Nanclares.
El 28 la presidente anunció que la situación económica no permitía homologar paritarias y dispuso un aumento del 80%, por encima de los convenios, a pagar en tres etapas y reprochó a la clase política de no comprender la gravedad de la situación.
Mientras la inflación se disparaba por las nubes, el equipo económico, con Rodrigo a la cabeza, rendía cuentas, durante dos largas jornadas, a los diputados opositores, mientras la CGT anunciaba un paro general de 48 horas: era la primera vez que la entidad sindical le hacía un paro a un gobierno peronista por reclamos.
Su gestión duró 49 días: renunció el 17 de julio. Lo sucedió Pedro Bonani, quien solo ejerció 21 días. Interinamente fue reemplazado por Corvalán Nanclares hasta que fue nombrado Antonio Cafiero, y en febrero de 1976 fue reemplazado por Eugenio Mondelli. De esta manera, Isabel tuvo media docena de ministros de economía.
Luego de la renuncia de Rodrigo, la situación de López Rega resultó insostenible y la presión de los militares sobre Isabel fue determinante. El 11 de julio el influyente ministro renunció y, con un cargo de embajador itinerante bajo el brazo, se fue a España y luego desapareció. Entre el 13 de septiembre y el 17 de octubre la presidente estuvo de licencia en Ascochinga, y en ese período la reemplazó Italo Luder.
Con el golpe del 24 de marzo de 1976, Rodrigo fue arrestado por malversación. Liberado en 1980, murió de un infarto en su ciudad natal en diciembre de 1987. De su trayectoria profesional, solo quedó, como amargo recuerdo, el adjetivo aumentativo de su apellido.