La División Homicidios de la Policía de la Ciudad irrumpió en Ciudad Oculta y en un asentamiento de González Catán para detener a cuatro hermanas la semana pasada. Natalia, de 32 años, tuvo una breve carrera como empleada de limpieza. Soledad, de 24, curiosamente, está registrada en los rubros de producción teatral. Solange (21) nunca tuvo un empleo en blanco, pero tenía, en cambio, un pedido de captura por el delito de robo en poblado y en banda, ordenado por la UFI N°1 de Ezeiza. K., la más joven de las cuatro, es menor de edad: tiene 16.

Juntas, según la acusación en su contra, conformaron un equipo de viudas negras que, supuestamente, cometió al menos cuatro robos en menos de un mes en la zona de Palermo y su periferia.

Hubo seis víctimas, un rastro de hombres desmayados en sus departamentos tras citas a los que conocieron en kioscos cercanos a discotecas, en bares o, literalmente, por la calle, con coqueteos mentirosos que continuaban por WhatsApp para luego concertar el encuentro.

Sus botines fueron menores, de cara a lo que son capaces de robar las viudas negras porteñas y bonaerenses: se llevaron teléfonos, algo de efectivo, perfumes. Sin embargo, dejaron detrás algo que las distingue de sus pares en el hampa: un muerto.

Las cuatro detenidas

Según la acusación en su contra, a cargo del Juzgado de Menores N°3, las cuatro hermanas conocieron a dos hombres en la calle Honduras en la madrugada del 1° de febrero pasado, uno de ellos un brasileño de 32 años, naturalizado argentino, trabajador de una empresa de monitoreo de seguridad.

Los dos hombres habían salido poco antes de una disco Kika, ubicada sobre la calle Honduras. Cerca de las 5:40, ambos encontraron a cuatro mujeres en un kiosco de la cuadra. El cruce, al parecer, fue grato.

Así, decidieron caminar hasta el departamento del joven brasileño, ubicado en la calle Oro al 2300, a pocas cuadras. Allí, bebieron durante una hora. Ambos hombres se desvanecieron poco después.

Uno de ellos despertó; el brasileño, no. Desesperado, con un fuerte mareo, su compañero intentó revivirlo. Las mujeres ya no estaban. Tampoco sus teléfonos, sus billeteras y la PlayStation 4 de su amigo. El hombre, un argentino, gritó por ayuda a los vecinos, a quien oyera. Alguien llamó al 911 y una ambulancia del SAME llegó poco después junto con la Policía de la Ciudad.

El joven brasileño fue pronunciado muerto en el acto, enviado a la Morgue Judicial. Su amigo, que sobrevivió, fue remitido al hospital Fernández, con un cuadro de intoxicación. Poco después, la División Homicidios de la fuerza porteña fue designada para intervenir en el caso.

Es infrecuente que un comando de viudas negras mate a su víctima; el homicidio no es parte de su menú. Sin embargo, en los últimos 13 meses, trascendieron al menos cuatro crímenes en ataques de este tipo, donde el exceso de benzodiazepinas con alcohol marca la suerte de la víctima.

Los detectives tomaron testimonios, relevaron cámaras y descubrieron, gracias a las filmaciones, que las viudas negras habían huido en un auto de alquiler hacia el barrio porteño de Mataderos.

Así, llegaron a sus caras. También pudieron identificarlas. Solange fue la primera a la que le pusieron nombre y apellido, gracias un error insólitamente amateur: había pasado por un kiosco en la previa del ataque. Allí, cometió la torpeza de pagar con una billetera virtual.

1° de febrero: las sospechosas interceptaron a la víctima fatal y a su amigo a la salida de la disco Kika

El rastro de información, que incluyó más filmaciones de cámaras y datos de billeteras virtuales, permitió establecer su posible rol en otros ataques idénticos. Uno de esos videos, que las muestra junto a una de sus víctimas, ilustra esta nota. Hay, al menos, otros tres hechos que les atribuyen.

Los ataques

El primer ataque ocurrió el 25 de enero pasado, en un kiosco ubicado en la esquina de Serrano y Córdoba. Allí, tres de ellas conocieron a dos hombres. Fueron a su departamento en Vera al 800; los drogaron y les vaciaron las cuentas de sus billeteras digitales. Menos de una semana después, supuestamente, mataban al brasileño en la calle Oro.

El 9 de febrero, ocho días después del primer ataque, tres de ellas atacaron a otro hombre en la calle 12 de Octubre. Le robaron 300 mil pesos, teléfono, llaves, tarjetas y perfumes tras noquearlo con el trago drogado de rigor.

La víctima del último hecho no cayó. Al menos, no del todo. El 21 de febrero, en el bar Oveja Negra, de Palermo, el más reciente blanco de las hermanas de Ciudad Oculta conoció a tres de ellas y las llevó a su casa en Villa Crespo. Allí, en medio de la fiesta, llevó la copa a sus labios. Notó algo raro en el sabor del trago y se negó a beber. Las mujeres se fueron pero antes le robaron dos celulares y una tablet. Una de ellas hasta se duchó y dejó pelos en la bañera.