La foto lo retrata sonriente, con el pulgar hacia arriba, mezclado entre la multitud rossonera en el Duomo. Gerry Cardinale, el banquero de Nueva York que acababa de comprar el Milan campeón, celebraba la victoria del Scudetto número 19 como un hincha más.
Tres años después, esa imagen parece una burla.
El sábado, en un San Siro semivacío, los ultras de la Curva Sud desplegaron un “Go Home” dirigido al dueño del fondo RedBird Capital Partners. El Milan ganó 2-0 al Monza, pero nadie habló del partido. Solo del funeral de un proyecto que nació con la ambición de devolver al club a lo más alto y termina con el equipo fuera de Europa, la dirección desprestigiada y una afición que clama por Paolo Maldini.
De la gloria al desierto
Cuando RedBird oficializó la compra del Milan en agosto de 2022 por 1,2 mil millones de euros, parecía el momento ideal. El club venía de ganar su primer Scudetto en 11 años. La gestión deportiva de Maldini había resucitado a un gigante dormido: Leão, Theo Hernández, Maignan y Tonali eran el núcleo de un equipo joven y vibrante.
Cardinale prometió “un modelo innovador” y habló de “Moneyball”, de estadio propio, de competir en Europa. El matrimonio perfecto entre tradición milanista y visión moderna estadounidense.
Ninguna de esas promesas se cumplió.
Un Milan sin Maldini
El primer gran error de RedBird fue subestimar la importancia de Maldini, director técnico del equipo desde 2019, en el ecosistema milanista. La leyenda rossonera, eufórica tras la conquista del título, había lanzado un mensaje claro a la nueva propiedad: “Con dos o tres refuerzos importantes se puede competir por algo más grande en Champions League”. Era tanto una declaración cargada de ambición, como de presión hacia la nueva propiedad.
La respuesta de Cardinale fue dilatoria. El retraso en la renovación de Maldini y su brazo derecho Ricky Massara hasta el último día posible generó una planificación errática en el mercado de fichajes.
El divorcio definitivo se consumó en junio de 2023, cuando Maldini y Massara fueron cesados de manera abrupta. Unas semanas después, Sandro Tonali, el alma del equipo e ídolo de la hinchada, fue vendido al Newcastle por unos 50 millones de euros.
Para los tifosi milanistas, no fue solo el final de una era, sino la confirmación de que algo fundamental había cambiado en la filosofía del club. “Su estrategia consistió en prescindir de quienes encarnaban el alma del Milan”, resumió en una entrevista reciente Zvonimir Boban, también ex directivo del club.
“Moneyball”, una revolución fallida
La llegada de Billy Beane al board directivo lo confirmó todo. El gurú del Moneyball en el béisbol americano, mentor de Cardinale en la aplicación de métodos estadísticos para la selección de talentos. La filosofía de RedBird quedaba clara: menos intuición, más algoritmos. Menos corazón milanista, más eficiencia financiera.
“Al Toulouse [club francés propiedad e RedBird ndr], la plantilla se construyó basándose solo en el análisis de datos, sin scouting tradicional”, había declarado Cardinale en marzo de 2024. El experimento funcionó en la segunda división francesa, pero aplicar los mismos criterios al Milan suponía un salto al vacío sin precedentes en el fútbol de élite.
La diferencia entre los números y la realidad del terreno de juego se hizo evidente de inmediato. En la temporada 2022-23, todavía con Maldini, el Milan no logró repetir el título y su rendimiento en Champions, aunque llegó a semifinales, estuvo lejos de ser convincente. Pero lo peor estaba por venir.
La temporada 2024-25 fue un desastre absoluto. Octavo lugar en Serie A, a 19 puntos del Napoli campeón. Sin Champions League para la próxima temporada, algo impensable hace apenas tres años. La ausencia de competición europea supone una pérdida estimada de 50 millones de euros entre premios UEFA e ingresos comerciales.
Los cambios en el banquillo fueron constantes. Paulo Fonseca, elegido pese a la oposición de la hinchada, fue sustituido por Sergio Conceição en diciembre, cuando el equipo ocupaba la octava posición. El técnico portugués logró ganar la Supercopa, un trofeo menor, pero no consiguió enderezar el rumbo en la liga ni evitar la eliminación temprana en Champions League.
Para los milanistas, ver las actuaciones en San Siro se volvió un ejercicio de masoquismo. El 0-0 contra el Genoa en la celebración del 125° aniversario del club fue quizás el símbolo más doloroso. Una fiesta convertida en velorio, un estadio que se vacía progresivamente, una hinchada que perdió la fe.
El contraste con el Inter, finalista de Champions, es cruel. Cardinale dijo en 2024: “¿Queremos acabar como el Inter, que gana y luego quiebra?”. Hoy, los nerazzurri son un modelo de gestión y éxito, mientras el Milan se ahoga en su propia mediocridad.
En el Qatar Economic Forum de mayo de 2024, Cardinale soltó otra frase que definiría su gestión: “Ganar es aburrido”. La declaración, aparentemente anecdótica, cobró sentido al ver el rendimiento deportivo del Milan bajo su mandato.
El grito de San Siro: “Go home”
La paciencia de la afición milanista se agotó definitivamente el sábado. Miles de seguidores se manifestaron ante la sede de Casa Milan antes del partido contra el Monza, exigiendo la venta del club y el regreso de Maldini. En San Siro, la Curva Sud organizó una protesta silenciosa pero impactante: formaron las palabras “Go Home” con sus cuerpos y abandonaron el sector a los 15 minutos de partido.
El Milan ganó 2-0 con goles de Matteo Gabbia y João Félix, pero la victoria resultó irrelevante. El equipo terminó octavo, sin plaza europea, con una afición desencantada y una plantilla desvalorizada. Figuras como Theo Hernández, Mike Maignan, Christian Pulisic y Rafael Leão estudian ofertas para abandonar el barco.
Para colmo, según expertos en el mercado de fichajes, el Manchester City está a punto de llevarse a Tijjani Reijnders -el mejor mediocampista de la Serie A- en una cesión que rondaría los 70 millones de euros
“Entre nuestros hinchas hay decepción, pesar, rabia y frustración, son sentimientos que también nosotros tenemos”, declaró Giorgio Furlani, CEO del club, antes del partido. Palabras que sonaron vacías viniendo de uno de los arquitectos de la crisis.
La fotografía de Piazza Duomo, tres años después, se ha convertido en el símbolo de una oportunidad perdida. El Milan que celebró el Scudetto con Cardinale como testigo ya no existe. En su lugar queda un proyecto sin alma, dirigido por ejecutivos que confunden el fútbol con una hoja de cálculo y que han convertido la victoria en un concepto aburrido.
Para una institución con 125 años de historia, siete Champions y millones de seguidores en todo el mundo, el castigo es demasiado severo.
CLAVES: EL LABERINTO FINANCIERO DEL MILAN
La compra del Milan
- 1.200 millones pagó RedBird en 2022, pero 550 millones eran un préstamo del fondo Elliott Management (el vendedor) al 8% de interés.
- Deuda actual de Cardinale: 489 millones pendientes (tras renegociación) hasta 2028.
- Elliott mantiene una garantía sobre el 99,93% de las acciones milanistas. Si RedBird no puede afrontar los 489 millones que aún debe, el fondo americano recuperará el Milan sin apenas haber arriesgado capital propio
- Estrategia repetida: En 2018, Elliott ya usó esta fórmula con el chino Yonghong Li, que terminó perdiendo el club por impago.
El estadio, otro fracaso
Cardinale apostó por construir un nuevo estadio como pilar de su proyecto, ya ha invertido 40 millones, pero las obras están paralizadas por la burocracia italiana mientras San Siro se deteriora.