“Los hechos aquí investigados reflejan, una preocupante distancia entre las prácticas institucionales observadas y las exigencias legales, convencionales y constitucionales vigentes en materia de derechos humanos”, advirtió la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, al dictar el procesamiento de seis miembros de la Armada involucrados en un “adiestramiento antidisturbios” en el que Brisa Páez, una marinera voluntaria, terminó con convulsiones, por lo que estuvo en coma inducido durante once días y con riesgo de vida. Uno de los marinos, el cabo segundo Juan Gabriel Escobar, quedó detenido con prisión preventiva, por ser quien le tiró a la chica una patada voladora que la hizo caer de espaldas, lo que habría causado las lesiones más severas. Aunque fueron más, según las constancias de la causa, los golpes y empujones brutales que recibieron tanto ella como sus compañeros. Para colmo al declarar como testigos dijeron, que sus superiores les indicaron que si alguien les preguntaba cómo o dónde se habían lastimado “dijeran que había sido en sus casas”.
Escobar fue procesado como autor material por lesiones graves triplemente agravadas porque con Brisa había tenido una reciente relación de pareja. Hubo alevosía (ya que ella se encontraba en situación de indefensión) y violencia de género. Además, la jueza le atribuyó los delitos de abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público. Por estos últimos delitos también fueron procesados, sin prisión preventiva, el suboficial Miguel Angel Reyes, que es encargado de Sección de Contrainteligencia y está a cargo de la División Seguridad y los marineros primero Rodrigo Tejerina y Pablo Bucaron y el cabo segundo Leandro Patricio López. Al cabo primero Leandro Morales le sumó lesiones culposas. A este grupo de cinco, la jueza les impuso algunos requisitos, como concurrir al tribunal cada 15 días, y restricciones, como la prohibición de ausentarse de su domicilio por más de 48 horas sin avisar al tribunal, les retuvo los pasaportes y por ende les prohibió salir del país. No pueden tener ningún tipo de contacto con la víctima, ni por sí ni por terceros.
“Violencia institucional y de género”
“Ha quedado debidamente reflejado y demostrado que durante el desarrollo de una actividad de un entrenamiento dado en virtud del dictado de la ‘Materia Adiestramiento Antidisturbios en Jurisdicción Militar’ dispuesta en el Reglamento de Seguridad de la Armada Argentina del año 1997, en el Edificio de Seguridad de Vicente López, se lesionó gravemente a personal militar femenino encontrándose comprometidos derechos fundamentales en el contexto de evidente ejercicio de violencia institucional y violencia de género, por parte de superiores jerárquicos”, dice la resolución de la jueza de San Isidro. Se supone, por la información que recogió el juzgado, que el entrenamiento está previsto para casos en que haya alguna protesta dentro de la propia Armada.
Según declaró Reyes, el año pasado no se hizo ningún entrenamiento de este tipo. Y este año se intentó hacer en marzo, pero hubo cuestionamientos, y finalmente se hizo el 4 de abril, por orden de Morales, el mismo que había intentado llevarlo a cabo días antes. Según figura en el expediente, el llamado “Plan de Instrucción Semanal (PIS)” de esa semana, tenía el sello del teniente Fragata Leonardo Girardi y figuraba la práctica antidisturbios, pero no estaba acompañado por su firma. El responsable era Morales. En esta ocasión hubo algunas anomalías, que afectaron a Brisa Páez en particular: venía de hacer una guardia el día anterior (estaba cansada y sin dormir) y no recibió la capacitación teórica previa de la temática, de modo que desde el vamos no debió haber participado en esa práctica, según indica el fallo.
La jueza pidió documentación y rastreó en allanamientos cómo se explicaba este entrenamiento antitumulto, y la fuerza le señaló el reglamento de Seguridad de la época del gobierno de Carlos Menem, y la ley de Seguridad interior que indica el mantenimiento del orden dentro de la fuerza. De todos modos, es imposible no asociar el entrenamiento, que evidentemente no es habitual –según declaran testigos y la propia Brisa– con la decisión del Ministerio de Defensa y del Gobierno Nacional de hacer participar a las Fuerzas Armadas en tareas de Seguridad Interior. En el contexto de resoluciones de diciembre del año pasado, no habría que descartar que se pretenda que los/las militares participen en actos represivos contra civiles, por caso, en manifestaciones. No es que aquí se explicite, pero es evidente el cariz atípico en este caso y llamativa la violencia con la que actuaron los marinos a cargo.
Hay un diálogo más que llamativo entre Giradi y Reyes mencionado en la resolución. Girardi pregunta por WhatsApp: “Che, pero estaba esto coordinado hacer esto Antidisturbio? ¿Era necesario? Yo no entiendo esas cosas que están haciendo che. Pero bueno…”. La respuesta de Reyes es: “No, no. O sea, yo pensé que usted había visto el PIS en el que habían puesto los distintos tipos de ejercicio que iban a hacer, así que…”.
Escobar quedó con prisión preventiva por el riesgo de fuga y de entorpecimiento de la investigación, además del condicionamiento/amedrentamiento que puede implicar para otros, teniendo en cuenta –entre otras cosas– que les pidieron que mientan sobre cómo se lastimaron. Pero, además, tiene una conversación llamativa con quien se supone que es su actual pareja que, además, viviría en Misiones (zona cercana a la triple frontera). El contacto aparece como “Mi amorcito” y a esa persona Escobar le dice: “me quise hacer el maldito amor y casi me rompo el cuarto jaja”, “Le tiré una patada con las dos piernas”, “Y caí mail jaja”, “Esa instrucción se fue de las manos”, “Hasta paro internada”. La mujer le responde: “Y si estás preocupado es xq algo hiciste”. Según el juzgado, además, había una coartada para involucrar a otro marinero segundo, que recibía el entrenamiento, Damián Abalos, quien fue sobreseído, igual que Diego Ferraut, quien se encontraba de guardia el día de los hechos.
El relato de Brisa
Páez estuvo en coma inducido durante casi dos semanas, hasta el lunes de la semana pasada, cuando fue evaluada y se decidió que estaba en condiciones de declarar desde el Hospital Militar Central, donde se encuentra internada. Estuvo con personal del juzgado y su defensora de víctimas, Inés Jaureguiberry, además de la presencia de su padre, que es un marino de carrera. Contó que primero Escobar, después del desayuno, le pidió que le muestre las uñas junto a otra compañera y las mandó a quitar plásticos de un vidrio. Luego les indicaron el entrenamiento antidisturbios. “El Cabo Segundo Escobar toma carrera con sus dos pies y me pega a mí a lo que yo voy directo al suelo. Ya después de eso terminamos el ejercicio, muchos de mis camadas terminan lastimados con sangre y nos dirigimos a la compañía a dejar los elementos. En ese momento, el Superior Morales nos dice que si nos golpeamos fue en nuestras casas”, relató la chica. Cuando se sacó el casco notó que tenía un chichón en la cabeza y “que algo no andaba bien”. Según el fallo, comenzó a guardar los elementos y también “los Superiores Tejerina y Escobar les ordenaron que si alguno se había lastimado dijeran que había sido en sus casas”.
La joven declaró que López también la había golpeado, pero en forma menos virulenta. “Segundo Escobar me tiró dos veces al suelo sacándome el escudo y el caso me agarraba al cuerpo con sus brazos y me decía ‘vení Páez’ y me tiraba al suelo. Una vez que caí al suelo en ambas oportunidades me sacó el escudo y el casco. Yo después los volvía a agarrar y tenía que reincorporarme y volver a la situación de formación para continuar con el ejercicio. Y después de eso es cuando quedé entre dos camadas masculinos y Escobar toma carrera y con sus dos pies me pega una patada en el escudo, caigo de espalda con el casco y mi cabeza rebota sobre el césped”, detalló. Sus compañeros la ayudaron a levantarse. “Las caídas fueron en cuestión de segundos porque cuando caíamos teníamos que reincorporarnos para poder volver a la línea. Después de eso la práctica continuó unos cinco minutos más. Los golpes eran tan fuertes que en un momento Morales se puso detrás nuestro para contener nuestros cuerpos. Yo creo que la patada de Escobar con los dos pies estuvo de más porque fue directo a mí con sus dos pies y aparte él es alto fue con mucha bronca”, contó.
Después se sintió muy mal y la llevaron al área de Sanidad. “Empezó a perder la sensibilidad y movilidad de una parte de su cuerpo, por lo que le colocaron un cuello ortopédico. Y lo último que recordó fue que –con posterioridad a ello– comenzaron a llamar al Hospital Naval, pero que no conseguían camas”. La llevaron a Campo de Mayo y allí tuvo convulsiones, por lo que finalmente los médicos decidieron inducir el coma en forma farmacológica. Arroyo Salgado hizo que la evaluaran varios médicos y ordenó una junta médica. En el ínterin, los especialistas que vieron los estudios realizados sostuvieron que tenía microhemorragias provocadas por el o los golpes. La propia Brisa dijo que “después del golpe de Escobar es cuando empecé a sentir el chichón en la cabeza, el dolor en la nunca que luego pasó por la espalda hasta que dejé de sentir las partes de mi cuerpo”. Le pareció que los golpes fueron indebidos, “con mucha fuerza, fueron muy fuertes. No es que fue una práctica tranquila de ‘vengo y te tiro un palito y eso’. Fue con mucha bronca. Sentí los golpes como una descarga personal”.
Arroyo Salgado dijo que aplicaría en la sentencia la perspectiva de género según Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, la Ley contra la Discriminación N°23.592 y la Ley Micaela. Señaló también entre las pruebas algunos chats que Páez tenía con Escobar que revelaban que ella habría tenido un embarazo reciente en el vínculo con él, quien quería convencerla de abortar con misoprostol. Y que ella habría tenido finalmente un aborto espontáneo, según esas conversaciones y las constancias de atención médica. “El imputado se aprovechó de la situación de indefensión física y psíquica que atravesaba Páez -en un contexto de superioridad jerárquica-, y de las características del Adiestramiento Antidisturbios en Jurisdicción Militar dictado el día 4 de abril de 2025, para generarle las lesiones finalmente ocasionadas. Toda vez que, Escobar, valiéndose de su cargo de superioridad jerárquica -dominación y control- sobre su subalterna Páez, como también del contexto del simulacro de manifestación en el que ambos se encontraban inmersos, y a sabiendas del estado en el que la nombrada se encontraba…”, sostuvo la jueza.
La jueza remarcó que en la Armada las “relaciones de poder están intensificadas. Las víctimas están en una posición de subordinación funcional, lo que dificulta su denuncia. El silencio, la minimización o la impunidad reproducen violencias estructurales. Por ello, ante los sucesos expuestos es mi deber como Magistrada señalar que el Estado Argentino tiene un deber de debida diligencia reforzada, es decir, que en ámbitos institucionales como el aquí bajo análisis debe hacer más que en otros contextos para garantizar derechos. En tal virtud, habré de transmitir la preocupación que albergo al Ministro de Defensa de la Nación y al Presidente de la Comisión Unicameral de Defensa Nacional del Honorable Senado de la Nación Argentina, a efectos de que tomen conocimiento de los alcances de la presente investigación”.
En función de esto, sugirió modificar reglamentos y protocolos para entrenamiento cuando involucren relaciones jerárquicas y cuestiones de género; supervisar el estado y cantidad de los elementos de protección personal (eran inadecuados); Incorporar la perspectiva de género y derechos humanos en los diseños curriculares de formación, entrenamientos y evaluaciones internas; adoptar medidas para promover y/o facilitar la denuncia de hechos de violencia institucional o basadas en una cuestión de género o cualquier otra forma de discriminación preservando la identidad de quien denuncia y evaluar el cumplimiento de la Ley Micaela –una temática que, como es conocido, el gobierno ningunea y desprecia– “con módulos específicos sobre: violencia de género, violencia institucional, masculinidades y jerarquías”.