Cuando los ritmos convergen, la invitación a la ronda es a todos por igual, con un Buda al que adorar y de manera festiva. Lo dice de forma clara el título elegido: Bienvenidos, la película musical que Hijos de Buda presenta este sábado a las 21 en el Gran Salón de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085). Jazz Manouche, Django Reinhardt y estilos varios, para destilar en fiesta compartida, desde la tarea repartida entre Julián Cicerchia (guitarra eléctrica), Sebastián Teglia (guitarra manouche), Pablo Galimberti (violín), Mauricio Boechi (acordeón), Daniel Lara (guitarra manouche) y Bernardo Daluicio (contrabajo).
“La primera idea de esta película surgió desde la necesidad de hacer un video para uno de los temas, y así contar con material para compartir en las redes; pero saltó uno de los integrantes, el contrabajista, y propuso realizar otra cosa, que retratara los últimos años de trabajo de Hijos de Buda, que reflejara genuinamente lo que somos. En definitiva, se trata de mostrar los años que venimos trabajando juntos, en un proyecto que ya tiene 12 años, y con esta formación actual cumple tres”, comenta Julián Cicerchia a Rosario/12.
-Justamente, la película sabe contar la historia de ustedes y de quiénes son; hay una certeza al respecto.
-Es eso también lo que tratamos de hacer cuando tocamos en vivo. Nosotros empezamos a ser y a pensar de esta manera cuando nos dimos cuenta de que teníamos que tocar como somos. Y nosotros somos como ensayamos. Y ensayamos en círculo. Mirándonos, escuchándonos, debatiéndonos. Pero hay una notable diferencia, es decir, en la historia que contamos en esta película, siento momentos vacíos, en el sentido de que no hay gente, no hay nadie excepto la música. Y una agrupación tiene esos momentos a lo largo de su trayectoria. Yo sostengo que los procesos artísticos son transformadores y el proceso de estar en un grupo también es transformador; me parece que de eso un poco también se trata, de ir transformándose a partir de la transformación grupal. Ese es también el detalle de esta película.
-En una historia narrada y vivida a través del jazz manouche.
-El jazz manouche es una rama de los gitanos, de hecho, el otro nombre que recibe es gypsy jazz. La cultura de ellos es tan extensa y tan variada, que se trasladó también acá. Hay cercanías de sonidos y de armonía entre el gypsy, el tango, el vals musette, el choro y el samba brasilero; están muy emparentados en sus formas como en sus armonías, también melódicamente. Está todo un poco en la misma vibra, en la misma sintonía; y eso es de lo que se trata Hijos de Buda. No es solamente el gypsy, sino que tratamos de traer la tradición gitana con todo a lo que eso nos invita.
-Una variedad de géneros que además ocurre en Rosario, desde nuestro litoral e idiosincrasia.
-Rosario es una ciudad fascinante, hay algo que siempre digo cuando tocamos en vivo, y es: “Esto es jazz manouche, pero lo hacemos al modo rosarino”; porque, en definitiva, uno no puede copiar de manera textual, o sea, yo nací entre el cuarteto, el chamamé, el rock y el tango; entonces, ¿qué vas a hacer? Siempre que hablo de esta música, me veo en la obligación de nombrar a Carlos Ramírez, que es para mí el exponente de la guitarra manouche en Rosario, un tipo que además tiene mucha empatía con el tango. No es que Carlos sea un estilístico supremo, y nosotros la verdad que tampoco; sino que me parece que lo más importante que hacemos en la cultura de Rosario, es tratar de tener la impronta de la música, y es inevitable que lo vas a llevar para el costado local, para la ciudad, para el río. También hay algo que define a los Hijos de Buda, y tiene que ver con el jolgorio. Nuestro violinista, Pablito Galimberti, nos ha definido como un “zoológico organizado”, porque no dejamos de ser seres humanos pero también somos animales, somos civilizados pero nos metemos a jugar; y eso es algo que tiene que ver con lo argento pero también con lo rosarino. La música invita a eso.
La propuesta de Hijos de Buda, formalmente, es pasarla bien. Y en estos tiempos -en cualquier tiempo, más aún en éstos-, nada mejor. Como señala Cicerchia: “Hijos de Buda invita no solamente a escuchar música, sino a pasar momentos álgidos, y en todos los sentidos: puede haber vértigo, relajación, pasión, tensión y afloje. Humildemente, considero que es algo que no se escucha en la ciudad de Rosario; antes me daba cierto pudor decir estas cosas, pero se trata de algo novedoso y genuino. Y nos pensamos desde el círculo, desde la rueda gitana; no solamente porque permite mirarnos, sino para compartir. Algo circular comparte más que algo lineal; es una especie de filosofía que tenemos sobre cómo tocar e interpretar”.