Es toda una rareza, al menos a primera vista, escuchar a Adrián Suar hablando de una nueva etapa en su ya larga, prolífica y multifacética trayectoria artística. “Mazel Tov es un punto de inflexión en mi carrera”, revela en medio de un extenso mano a mano con LA NACION pocos días antes del estreno en los cines argentinos de su segunda película como director.
Estamos muy habituados a ver a un Suar perseverante en varios terrenos simultáneos: la producción teatral y televisiva, la actuación, la creación de ideas audiovisuales, el manejo artístico de un canal de TV abierta. En agosto de 2022 sumó una nueva faceta, la de realizador cinematográfico, con su ópera prima detrás de las cámaras, 30 noches con mi ex. Cada una de esas facetas permanece ante nuestros ojos casi inalterable más allá del paso del tiempo. No estamos frente a una figura dispuesta al cambio abrupto o a la vuelta de página inesperada.
Suar está cambiando, pero a su manera. Por eso ahora dice que “no se cierra una etapa, se abre otra”. Y dice que quiere mostrar a partir del jueves 17 de abril, cuando llegue a los cines su film, esa expansión a través de Mazel Tov más que nada desde el aspecto emocional. A través de un largometraje que se apoya, según el guión escrito por Pablo Solarz, en el reencuentro de cuatro hermanos encarnados por el propio Suar, Fernán Mirás, Natalie Pérez y Benjamín Rojas.
La historia comienza cuando Darío Roitman (Suar) decide extender su permanencia en Buenos Aires, ciudad a la que regresa desde los Estados Unidos, donde vive, para afrontar junto a sus hermanos una nueva etapa marcada por una sucesión de contrastes (hay un fallecimiento crucial, nacimientos y bodas en el horizonte cercano) relacionados con esos vínculos fraternales, las culpas, los perdones, las reconciliaciones y la mortalidad.
Suar llega puntual a la cita en el cuartel general de una de las empresas de postproducción audiovisual más importantes del medio, en el barrio porteño de Chacarita. “Haber hecho la primera película en 2022 fue una experiencia hermosa. Quería volver al tema de los vínculos, pasando de una historia alrededor de una ex con alusiones a la salud mental a otra más cercana a la familia, más específicamente a los hermanos. Las ideas a veces tardan dos o tres años en madurar y a partir de esa base empecé a armarla junto a Pablo Solarz”, explica Suar.
-¿Qué aprendizajes te dejó aquella primera experiencia como director?
-El vínculo con la gente, los tiempos del cine. Ahora sé mucho más lo que voy a filmar y qué busco en una escena, porque también sé mucho más lo que voy a hacer después en el montaje.
-En Mazel Tov repetís la experiencia de estar al mismo tiempo delante y detrás de las cámaras.
-Por ahora. En algún momento eso va a cambiar…
-¿Cuánto hay de autobiográfico en esta película?
-Poco. Conozco bien el mundo que muestro en la película. El haber vivido casamientos, entierros, nacimientos y fiestas como hechos tradicionales que transcurren dentro de una familia. Eso lo transitamos todos. Pero hechos concretos como los que se cuentan allí, no.
-Nada que hayas vivido personalmente.
-Nada. Pero así como no hay nada, también hay todo… En la película hay cuatro hermanos y en mi vida personal también. Tradiciones sí, las recorrí todas. Pero las situaciones de la película no tienen nada que ver con mi vida. Es una película de familia judía, pero con ceremonias universales. Un casamiento siempre es un casamiento. Lo mismo pasa con la muerte de un padre.
-Hablando de tradiciones, por primera vez representás en la pantalla aspectos de tu identidad judía, tus orígenes, tus raíces. Y tu personaje, Darío Roitman, honra la memoria de tus antepasados y sigue sus rituales.
-Sí, está toda esa tradición expuesta. Pero esa misma historia también podría aplicarse a una familia española o italiana. Lo más importante pasa por los vínculos humanos, algo que excede a cualquier identidad o religión, aunque incorporo lo pintoresco del casamiento judío, por ejemplo.
-Cada personaje tiene su momento propio, que permite el lucimiento individual de los actores.
-Eso fue deliberadamente pensado desde el guion y apoyado por el formidable trabajo en el casting de Iair Said. Está Benjamín Rojas, el hermano más desapegado. La única mujer de la familia, Natalie Pérez, muy apegada a mí y al resto. Y el personaje de Fernán Mirás, el hermano mayor, con sus problemas y su personalidad.
-Hay un momento muy especial, que tiene a Rodolfo Ranni como protagonista excluyente.
–El Tano es como un Falcon. Imbatible. Estoy feliz porque la rompió con un personaje hermoso. Tiene una escena larga, muy especial, que dura unos 12 minutos y es la que más tiempo me llevó hacer, casi cinco días le dediqué exclusivamente a ella. Ahí, en una cena, Ranni me dice unas cuantas verdades y nos gritamos bastante. Hizo dos tomas y después de la segunda todo el set lo aplaudió. Sostuvo esos 12 minutos él solo, como si fuese una obra de microteatro.
-¿Qué les pedís como director a tus actores? ¿Les das libertad para improvisar?
-No hay improvisación, porque el libro ya estaba consensuado desde el vamos y es lo que siempre quisimos filmar. Metimos muchos ensayos, unos diez antes de las siete semanas de rodaje. Generalmente voy al set con la idea clara de lo que trabajamos previamente con Pablo Solarz, pero siempre aparecen en el día de rodaje inspiraciones propias de cada actor. Puede surgir algo distinto y algo nuevo, que a lo mejor no se percibe hasta que el actor le pone la voz y el cuerpo a un personaje.
-Como en 30 noches con mi ex, apostás de nuevo a un estreno importante en pantalla grande en un tiempo en el que la mayoría de los títulos más fuertes del cine argentino se inclinan por los estrenos directos en las plataformas de streaming.
-Sigo creyendo mucho en el cine, sobre todo después de todo lo que hice y a pesar de que esté atravesando un momento difícil en la Argentina. Ir al cine es una gran ceremonia social que me gusta particularmente. Yo la practico mucho. Me encanta organizar esa salida, elegir el día, el lugar. No es lo mismo ver una película en tu casa que hacerlo en un cine, donde todos vibran al mismo tiempo alrededor de la risa o de alguna situación incómoda.
-¿Y por qué el cine argentino parece haber tomado distancia de la pantalla grande, sobre todo en cuanto a sus grandes estrellas?
-No es tan así. En los últimos años llegaron primero al cine 30 noches con mi ex, también Argentina, 1985, con Ricardo Darín, y La extorsión, con Guillermo Francella. Admito que está más difícil y se perdió un poco entre nosotros la idea de estrenar en cines. Necesitamos recuperar ese hábito y es lo que trato de hacer.
-¿El cine pensado por vos detrás de las cámaras va a ocupar cada vez más lugar en tus planes artísticos?
-De a poco sí. Va a ir pasando eso. De aquí en más en algunas películas estaré como actor y en otras no. Llevo hechas unas 15 y todavía tengo mucho para dar. Lo que veo con Mazel Tov es el puntapié inicial de una serie de ideas vinculadas a un cine más emocional, identificado con el espectador. La ficción tiene sus matices, pero las buenas películas copian la vida.
-¿Empieza entonces una nueva etapa para vos?
-Voy a seguir con la comedia en la medida que pueda. Amo el género y quiero seguir allí, pero hay un proceso lógico de mi carrera como actor y ahora como director que me lleva a explorar otras cosas. Con Mazel Tov la idea es que la gente pueda reírse y también emocionarse al sentir que le pasó algo parecido a lo que viven los personajes. ¿Qué nos pasa al perder a un ser querido? ¿Qué lugar ocupa en la cabeza un padre? ¿Y un hermano? Son situaciones que interpelan y emocionan.
-¿Qué dijeron tus hermanos al verla?
-Solamente uno la vio. Faltan los otros dos. Me imagino que de cada diez personas que vean Mazel Tov, por lo menos siete se van a sentir identificadas con lo que cuento.
De cal y de arena
-El año pasado, Jaque mate fue el primer gran fracaso de tu carrera en el cine. ¿Cómo lo asimilaste?
-Lo viví como toca en las películas. A veces te va bien y a veces te va mal. El éxito te calma y el fracaso también.
-¿Te dejó calmado el hecho de que haya sido tan poca la gente que vio esa película, a diferencia de las demás, casi todos éxitos de boletería?
-Hubiese preferido que fuese un éxito, claro, pero igual estoy muy contento del trabajo que hicimos allí con Amazon. A veces no entendés por qué se llega a un gran éxito y lo mismo pasa con un gran fracaso.
-¿Y qué falló en Jaque Mate, según tu criterio?
-La gente falló porque no vino. Pero el resto lo hicimos con el mismo cariño y el mismo amor. No te podría decir qué funcionó y qué no, porque lo mismo vale para el éxito. A veces pasa.
-En 2024 también se estrenó tu primera película hecha en España, No puedo vivir sin ti, que hiciste solo como actor.
-Fue una experiencia muy buena. Me gustó tanto que estoy con ganas de volver a España para filmar de nuevo. Lo viví hace poco en el Festival de Málaga, donde presentamos Mazel Tov. Estoy pensando en hacer más cosas allá, por ahora más que nada como productor.
-¿Te vas a tomar otros dos o tres años para hacer tu próxima película como director?
-A lo mejor filmo a fin de año otra vez. Si me gusta algo me meto de inmediato, pero por mis otras tareas con una película por año estoy bien. Hace mucho que no me dedico las 24 horas a hacer una misma cosa.
-Aunque hayan cambiado el enfoque o los vínculos, pasa el tiempo y seguimos reconociendo en la pantalla al Adrián Suar de siempre. Nunca hiciste un click como el de Francella para salir de lo conocido y buscar otros caminos, otro rango de actuación. Todavía no te vimos en el cine con otra cara. Siempre sos Adrián.
-Ojo, depende de cuál sea el personaje. Los personajes de mis películas no son Adrián. Son versiones de lo que vos creés que es Adrián. Y Adrián no es ninguno de ellos. ¿Vos hablás del aspecto?
-Sí.
-Yo no creo tanto en la metamorfosis física. Mi personaje no es el mismo en El fútbol o yo, en Dos más dos, en Me casé con un boludo, en Un novio para mi mujer o en 30 noches con mi ex. Son totalmente distintos, lo ves en la energía de cada uno. El desarrollo y el arco dramático cambian. Uno es más envidioso, otro más ingenuo o más pícaro. Hay varios renglones diferentes que vengo explorando.
-¿Sos intuitivo para filmar?
-No soy de quedarme con la primera o la segunda toma, pero tampoco hago 27. Aunque a veces se complica todo y no queda otra que hacer tomas de más. Todo rodaje tiene sus días difíciles y trato de no trasladar mi neurosis a los actores. Para ellos, a veces hacer 17 tomas de una misma escena puede ser algo difícil.
-¿Cómo manejás esa neurosis?
-Tengo siempre buen ánimo y en general consigo que el rodaje se haga en un clima agradable. Un director debe además contemplar y manejar las neurosis de todos, porque es el que lleva adelante el proyecto. Un director que se ganó el título de neurótico es muy fácil que termine intoxicando al resto de las áreas.
-¿Cómo se resuelve esto? ¿Con terapia?
-Fundamentalmente con empatía hacia el otro. Y con entender que la otra persona también puede sufrir en el set. Nunca hay que abusar del poder que uno tiene como director.
-Hablando de psicología, no es difícil encontrar similitudes entre el personaje que interpreta Lorena Vega en Mazel Tov y el que le permite lucirse tanto en la serie Envidiosa.
-Es posible, pero acá estamos ante una especie de “lado B” de Envidiosa. El personaje de Lorena tiene acá a un marido. A un exmarido, que soy yo. Lorena es una actriz de muchísimos recursos y está muy graciosa en la película.
-¿Te imaginás dirigiéndola en una película protagonizada por ella?
-Sí, la recontraveo. Pero no solo en el caso de Lorena. Hay muchas actrices en las mismas condiciones.
La coyuntura del cine argentino
-Cómo vive hoy alguien tan comprometido como vos desde hace tantos años con la creación y la producción audiovisual este tiempo de crisis, que puede resumirse con la frase “no hay plata”?
-Está difícil. Espero que la situación mejore. Lo que pienso es bien conocido, lo vengo expresando desde hace tiempo. Tengo entendido que el Incaa está empezando a tomar medidas y a ordenar el tema de los rodajes. Yo soy pro-industria, todos lo saben. Me gustaría que el Incaa vuelva a ser una fuente para los creadores, como lo fue siempre. Pero también dije, y lo sostengo, que debe haber una autocrítica en relación con todo lo que hizo el Incaa en los últimos años. También debemos sacarnos de encima eso de que se hace cine en la Argentina para ganar dinero y que no ve nadie. Tenemos películas poco vistas que a la vez pasaron con éxito por grandes festivales y funcionan como marca país. Necesitamos una mirada industrial sin perder de vista al cine independiente. Siempre estuve a favor de las camadas jóvenes, que necesitan un espacio para poder dirigir. Si no empiezan a filmar, nunca va a haber industria. Con incentivos y un buen apoyo se puede saltar del cine independiente al industrial.
-Hoy los proyectos audiovisuales más grandes dependen cada vez más de las plataformas de streaming. ¿Qué tipo de formato vislumbrás para los próximos años como el que va a predominar en la producción audiovisual argentina?
-Todo está modificándose todo el tiempo y a toda velocidad. Las plataformas llegaron para quedarse e hicieron muchísimo en los últimos tres años. Quiero destacar que también están abiertas a lo que hace gente nueva como Santiago Korovsky en División Palermo o Martín Piroyansky. Creo que van a convivir dos modelos, uno de estrenos que primero pasan por los cines y llegan al streaming después de tres meses, y otro con lanzamientos originales de cine y series directamente en las plataformas.
–Envidiosa es un proyecto que trabajaste como productor junto a Netflix y se convirtió en un éxito. ¿Lo ves como expresión de una nueva fase dentro del modelo de ficción que en su momento impuso Polka?
–Es así. Envidiosa es Pol-ka 2.0. Y no tengo dudas de que si lo hubiese puesto en el aire en un canal abierto estaríamos hablando de uno de los grandes tanques de Polka.
-Polka dejó de producir ficciones para TV a principios de 2024 y esa inactividad sigue hasta hoy, pero la marca nunca desapareció.
-Sigue el final abierto. Mi camino como productor desde ese lugar nunca se cerró. Más adelante puede ser que Adrián y Polka vuelvan a amigarse. Eso es lo que espero.
-¿De qué depende?
-De las condiciones de una industria televisiva más sana que permita sostener los altos costos exigidos hoy para hacer una ficción en un canal abierto. No pierdo las esperanzas. El Trece es un canal muy pro-industria audiovisual y pro-ficción. Lo demuestra su historia de toda la vida, desde los años 60 hasta ahora. Que estemos ahora en un impasse no significa que las puertas para la ficción estén cerradas. Para nada. Siempre están latentes de nuestro lado las ganas de volver a tener actores en la pantalla. Será en cualquier momento, cuando se pueda y de la manera en que se pueda.
-Dijiste al comienzo que Mazel Tov es el punto de partida de una nueva etapa, pero tus ciclos siempre parecen tener plazos mucho más largos de lo habitual.
–No se cierra una etapa, se abre otra. Mazel Tov es un punto de inflexión en mi carrera. Por el tipo de película, por tocar temas más acordes con mi edad. Volveré a la comedia, pero las edades están cambiando y a veces estoy más grande para esas cosas. Aunque si fuera por mí seguiría haciendo comedias como Me casé con un boludo.
-¿Algún director te tentó para explorar otro lugar como actor, a salir de tu espacio más conocido?
-Sí, me tentaron para hacer otras cosas que no pudieron darse más que nada por los tiempos. Estoy abierto a hacer cosas distintas que signifiquen un desafío para mí. Eso va a llegar.
-¿Hay deudas que quieras saldar en este momento, proyectos que pasen por tu cabeza y te lleven a decir: este es el momento adecuado para llevarlos a cabo?
–Mazel Tov es algo que quería hacer. Una película que hace mucho no se ve en el cine argentino y que genera tanta identificación desde lo emocional. Es un mundo que conozco muy bien desde que encaramos los unitarios de Polka como Tratame bien, Locas de amor, Tiempos compulsivos. Son los vínculos esenciales de la vida llevados al cine. Ese es el aporte que puedo hacer hoy. Estoy maduro para eso.