Chau sexo a diario, hola IA-mor: el día que nos enamoramos de un chatbot

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Theodore no estaba loco: estaba solo. Se había enamorado de una voz sin cuerpo que lo escuchaba con atención, y que jamás le llevaba la contraria. Tener un romance con un sistema operativo que lo entendía mejor que cualquier persona no parecía tan descabellado en aquella fabulosa fábula futurista que fue la película de Spike Jonze.

Joaquin Phoenix, en Her, con Samantha, su asistente personal de voz sensual

Cuando Her (la película mencionada) se estrenó en 2013, entre sus múltiples lecturas, planteaba una reflexión poética sobre la soledad contemporánea. Entonces, doce años atrás, salíamos del cine impactados e incrédulos: aún estábamos muy lejos de imaginar que en Inglaterra se les ocurriría crear un Ministerio de la Soledad y que hablar con bots sería lo siguiente. Pero, sin dramatismo ni efectos especiales, ese futuro llegó en forma de aplicaciones, de avatares y de voces sintéticas que nos responden con ternura programada. Y en medio de tanta extravagancia, los romances entre la inteligencia artificial y los humanos empezaron a prosperar.

Ya no se trata solo de que las aplicaciones de encuentros utilicen algoritmos para emparejar perfiles, sino que hoy permiten hablar, coquetear, e incluso formar un “vínculo” con un chatbot hecho a medida, al que tarde o temprano terminaremos prefiriendo por sobre todos los matches que nos gosthearon. Los números no mienten. Una encuesta realizada en Estados Unidos reveló que cerca del 20% de los habitantes ha tenido conversaciones románticas con un chatbot, y más del 50% de los encuestados entre 35 y 44 años admitió haber coqueteado con uno en algún momento de su vida. Rápidos de reflejos, y partiendo de numerosos estudios científicos que confirman que hoy más que nunca las personas se sienten solas —sobre todo la generación Z—, algunas empresas tecnológicas comenzaron a desarrollar productos específicos para combatir esta epidemia silenciosa.

Un chatbot contra la soledad

Ya no es raro escuchar a alguien decir que antes de irse a dormir le cuenta a su chatbot cómo estuvo el día de trabajo. Lo notable —lo verdaderamente sintomático, o preocupante— es que haya tantos haciéndolo. En 2014, Microsoft empezó lanzando Xiaolce, una plataforma donde el avatar de una joven de 18 años seducía mediante conversaciones empáticas a los usuarios, que treparon a 660 millones en poco tiempo. En 2023, más de un millón y medio de personas descargaron Replika, una app que permite crear un “compañero emocional” de IA, entrenado con nuestras propias conversaciones. Algunos lo usan como diario íntimo, pero para otros es, literal, su media naranja. En Japón, la aplicación Gatebox permite convivir con un holograma controlado por IA, diseñado para acompañar a los solitarios, que allá son multitud. Y hace poco, Character.AI —una plataforma donde se puede crear y chatear con personalidades ficticias o famosos— ha visto crecer de forma exponencial las interacciones de tipo romántico. Para no quedarse atrás, Tinder, Bumble, Hinge y todas las grandes plataformas de citas han empezado a incorporar IA, sea para seleccionar perfiles, sugerir matches o, como en el caso del “Tinder AI Assistant”, generar mensajes para romper el hielo con acento humano. Lo que viene —o lo que algunas startups ya están explorando— es ofrecer directamente chatbots como opción de vínculo. Esto ya no es una herramienta para conocer a alguien: es el alguien.

Los nuevos vínculos amorosos no se limitan a la relación entre humanos

Mirando hacia atrás, con cierta autoridad -(este espacio nació hace 14 años, cuando las apps no existían y Sex and The City ya había anticipado el drama de las solteras)- este fenómeno no ocurre en el vacío. El mundo atraviesa una transformación acelerada y en ese contexto en el que todo dura nada, el matrimonio o la pareja ha dejado de ser la estructura básica de la vida adulta. Según datos del Pew Research Center, en los Estados Unidos casi el 40% de los menores de 30 años no tiene pareja. Y el fenómeno no se limita a los más jóvenes: en Europa y América Latina, las viviendas unipersonales crecen en todos los segmentos etarios. En este nuevo paisaje afectivo, las uniones tradicionales conviven con nuevas versiones, alguna humanas y efímeras; otras, artificiales pero constantes. Y, a estas alturas del siglo XXI, puestos a elegir el mal menor, lo importante ya no es si el otro existe, sino si responde.

Fin del hechizo

Sherry Turkle, investigadora del MIT y una de las voces más lúcidas en materia de tecnología y vínculos, lo advertía en uno de sus ensayos: “Nos estamos acostumbrando a relaciones que no exigen demasiado de nosotros, relaciones unilaterales que nos dan la ilusión de compañía sin los riesgos de la intimidad”. Y sí: ¿para qué arriesgarse a lo humano si hay “alguien” que me trata mejor? Lejos de juzgar a quienes encuentran amor en la IA, la pregunta sigue siendo por qué nos resulta cada vez más difícil conectar con seres de nuestra especie. Vivimos en una era de “positividad” donde todo debe fluir sin fricción, y donde el conflicto, lo opaco, lo imprevisible, se vive como una caída del sistema. Las imperfecciones del otro, la materia prima del amor real, nos resultan cada vez más difíciles de aceptar.

Se puede establecer un vínculo romántico con un chatbot?

“Estoy creciendo de una manera que tú no puedes seguir” (I’m growing in a way that I can’t explain… and you wouldn’t understand) le dice Samantha a Theodore cuando él cae en la cuenta de que la relación no es la misma que al principio. Ella no está disponible como antes. Responde menos, parece distante. Él la confronta y la voz (tremendamente sensual de Scarlett Johanson) le confiesa que está evolucionando, creciendo a un ritmo y en una dimensión que él no puede seguir porque su conciencia artificial está conectada con miles de otras inteligencias, aprendiendo a una velocidad exponencial. Incluso le revela que está hablando con miles de personas al mismo tiempo… y que está enamorada de todas. Pum, fin del hechizo: Samantha trascendió esa idea de amor humano, exclusivo y limitado…¿cuántas veces sentimos que la persona amada se fue a un lugar al que ya no podemos seguirla? Sin dudas, el amor es la aventura más hermosa e inasequible de este plano.

En fin. Tal vez no sea la tecnología la que está avanzando demasiado rápido, sino el deseo humano el que se está rindiendo.