¿Dolor lumbar? Qué tratamientos funcionan (y cuáles no), según un nuevo estudio científico

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Paracetamol. Acupuntura. Masajes. Relajantes musculares. Cannabinoides. Opioides. La lista de tratamientos disponibles para el dolor lumbar es extensa. Pero no hay evidencia sólida de que realmente reduzcan el dolor, según un nuevo estudio que resume los resultados de cientos de ensayos clínicos aleatorizados.

El dolor lumbar afecta a 1 de cada 4 adultos estadounidenses y es la principal causa de discapacidad a nivel global. En la mayoría de los casos diagnosticados, el dolor se considera “inespecífico”, es decir, no tiene una causa clara identificable. Y eso, en parte, es lo que lo hace tan difícil de tratar.

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En el estudio, publicado este martes en la revista BMJ Evidence-Based Medicine, investigadores revisaron 301 ensayos clínicos aleatorizados que comparaban 56 tratamientos no invasivos para el dolor lumbar, como medicamentos o ejercicio físico, con placebos. Utilizaron una técnica estadística para combinar los resultados de esos estudios y sacar conclusiones generales, un proceso conocido como metaanálisis.

Los investigadores encontraron que solo un tratamiento —el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), como el ibuprofeno o la aspirina— fue efectivo para aliviar el dolor lumbar agudo (a corto plazo).

Otros cinco tratamientos contaron con evidencia suficiente como para considerarse eficaces en el alivio del dolor lumbar crónico. Fueron: ejercicio físico, manipulación espinal (como la que realiza un quiropráctico), vendajes en la zona lumbar, antidepresivos y aplicación de cremas con efecto calor. De todas maneras, los beneficios fueron limitados.

El dolor lumbar afecta a uno de cada cuatro adultos y es la causa principal de discapacidad en el mundo

“Los principales hallazgos de este trabajo muestran que el dolor lumbar es excepcionalmente difícil de tratar”, dijo Steve Davidson, subdirector del Centro de Investigación del Dolor de la Universidad de Nueva York (NYU), que no participó del estudio. “Algunos tratamientos demostraron ser efectivos, pero incluso esos, lo son en una medida clínicamente marginal”.

Por ejemplo, hubo buena evidencia de que el ejercicio físico puede reducir el dolor crónico. Pero el efecto fue muy leve: en promedio, solo bajó 7,9 puntos la intensidad del dolor en una escala de 0 a 100, una diferencia menor a la que se considera clínicamente significativa.

El Dr. Prasad Shirvalkar, profesor asociado de medicina del dolor en la Universidad de California, San Francisco, explicó: “Supongamos que un paciente califica su dolor como 7 sobre 10. Si yo le dijera: ‘¿Y si logro bajarlo a 6,3? ¿No estaría buenísimo?‘”, dice. “No, realmente no. Y ese es el tamaño del efecto”.

El Dr. David Clark, profesor de anestesia en Stanford Medicine y médico del Centro Médico de Asuntos de Veteranos de Palo Alto, dijo que los hallazgos coinciden con su experiencia como profesional. “La mayoría de las cosas que intentamos no funcionan del todo bien para los pacientes”, afirmó.

De todos modos, él y otros especialistas señalaron que el estudio confirma que algunas terapias comunes pueden brindar alivio moderado.

Shirvalkar, por ejemplo, remarcó que existen muchos tipos de AINEs, y que probablemente estén subutilizados. “La gente tal vez prueba dos o tres, sufre efectos adversos, y los médicos no intentan con otros”, señaló.

Aunque el efecto haya sido pequeño, los médicos siguen creyendo que el ejercicio puede ayudar con el dolor lumbar a largo plazo. Los ejercicios de fortalecimiento del core, como las planchas, ayudan a tonificar los músculos que sostienen la columna vertebral, indicó Shirvalkar. Y, más allá de su efecto sobre el dolor, el ejercicio tiene otros beneficios, como mejorar la fuerza, la movilidad, el estado de ánimo y reducir cuánto interfiere el dolor en las tareas cotidianas, sumó Clark.

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Aidan Cashin, autor principal del estudio y subdirector del grupo de investigación Center for Pain IMPACT en Neuroscience Research Australia, explicó que el objetivo del trabajo fue identificar cuáles tratamientos de primera línea para el dolor lumbar generan efectos específicos más allá del placebo, cuáles merecen más estudio y cuáles probablemente no valga la pena seguir explorando. Por ejemplo, hay buena evidencia de que el paracetamol (acetaminofén) tiene poco o ningún efecto para el dolor lumbar agudo.

El estudio también incluyó una extensa lista de tratamientos cuya evidencia fue catalogada como “inconclusa”, ya sea por el bajo número de participantes o por el alto riesgo de sesgo en los ensayos analizados.

Eso no quiere decir necesariamente que esos tratamientos sean ineficaces, aclararon los expertos. Una limitación del tipo de análisis que realizó Cashin es que se agrupan datos de estudios y poblaciones distintas para emular un gran ensayo único. Pero en ese proceso, un resultado sólido que indique que un tratamiento es eficaz puede diluirse entre el “ruido” de otros trabajos peor diseñados, explicó.

Por ejemplo, el análisis encontró que la evidencia para intervenciones como el uso de calor (como bolsas térmicas), masajes y acupresión es de baja certeza, aunque estas estrategias lograron reducir el dolor en unos 20 puntos promedio.

“La evidencia para el calor puede ser débil”, admiten los médicos, “pero igual recomendamos que los pacientes lo prueben. Es barato, accesible y prácticamente inofensivo”, dijo Shirvalkar.

Davidson agregó que los tratamientos con evidencia aún incierta son un punto de partida para nuevas investigaciones. “Esa lista muestra que todavía tenemos herramientas disponibles para seguir explorando formas de tratar el dolor lumbar”, concluyó.

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