El 27 de diciembre del 2024, astrónomos del proyecto ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), desde una de las sedes del Minor Planet Center en Chile, descubrieron un asteroide con una órbita similar a la de la Tierra y que en 2032 tendría un riesgo del 2,3 por ciento de colisionar. Desde ese entonces, los historiadores y fanáticos del espacio recordaron el antecedente de 1908, cuando un meteorito impactó en una región de Rusia y arrasó con un perímetro de más de 2000 kilómetros cuadrados.
Hace 116 años el bólido de Tunguska cayó en el bosque de Siberia, en una de las zonas más despobladas del país para esa época. El choque ocasionó una destrucción de 2150 kilómetros cuadrados y devastó una de las reservas verdes más importantes del planeta. Sus efectos se sintieron durante semanas y los expertos explicaron que una posible caída del recientemente hallado 2024 YR4 podría tener efectos similares.
Qué lección dejó el desastre de Tunguska
Según la descripción del medio británico London Times, en la madrugada del 30 de junio un evento particular iluminó el cielo y despertó a toda la población de la isla, que sin entender qué sucedía volvió a la cama. Sin embargo, a miles de kilómetros, en la meseta siberiana, se sintió una gran explosión seguida de un estruendo y temblor que afectó a Rusia por completo.
En esa época de revueltas políticas y con la imagen negativa de la monarquía, los zares utilizaron el hecho natural y aludieron que se trató de “un castigo divino por no cumplir con las normas”. Lo cierto es que recién en 1923 y ya con el comunismo en el poder, el mineralogista soviético Leonid Kulik se acercó hasta el río Tunguska para estudiar aquella detonación que arrancó de raíz 80.000 árboles.
La primera impresión del experto fue clara: un bólido [un meteorito con excesiva luz que desde la superficie se percibe como una bola de fuego] había impactado contra esa región, lo que generó una destrucción continua y pareja del terreno.
Para sorpresa de Kulik, nunca aparecieron restos de níquel u otro metal en la zona, ni siquiera se registró un cráter, por lo que el hecho cobró más misterio aún. Por al menos 10 años examinó el perímetro de la aparente colisión y midió los daños, pero no tuvo mayores respuestas.
Ante la ausencia de pruebas, los científicos sugirieron que pudo haber caído un cometa, que en su mayoría está compuesto de agua, por lo que las evidencias serían casi nulas, a excepción de los destrozos, el temblor y el ruido del choque con el terreno.
Después de diversas teorías, muchas de ellas conspiranoicas, en 1990 el Gobierno ruso confirmó, gracias a los estudios de astrofísicos, que un meteorito golpeó el bosque siberiano en 1908. Según los estudios, el cuerpo celeste implosionó debido a un rayo de electrones que se formó al entrar a demasiada velocidad en la atmósfera de nuestro planeta. Es decir, que se consumió con la misma fuerza de colisión que este causó.
Las imágenes del suceso, tomadas casi 20 años más tarde, enseñaron cómo quedó ese paraíso ruso, con los árboles quebrados y signos de incendio en parte de sus troncos.
En cuanto a 2024 YR4, los científicos de la NASA y de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) indicaron que es demasiado pronto para advertir que el asteroide golpeará la Tierra en 2032. Para corroborar eso, es necesario desarrollar un análisis exhaustivo y conocer la dirección correcta de la roca gigante, ya que es probable que solo se acerque a nuestro planeta y se logre ver a la distancia.