“Evoca a una España de más de cincuenta años atrás”: se reeditó el único libro de poemas del historiador Miguel Ángel De Marco

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“Entrego mansamente estos versos, en estos años postreros, a quienes compartieron conmigo inolvidables vivencias y transitaron ya desaparecidos caminos, con la esperanza del reencuentro a través de estas páginas, para mí, entrañables”, escribe en el prólogo de la nueva edición de De reencuentros y caminos (Ediciones del Plata), a cincuenta años de su publicación, el historiador y académico Miguel Ángel De Marco (Rosario, 1939), autor de más de medio centenar de libros, entre ellos, las biografías de San Martín, Belgrano, Mitre, Roca y Bouchard, y de un único libro de poemas. Actualmente, De Marco, que además es comodoro de Marina de la Armada Argentina, prepara una biografía de Juan Bautista Alberdi.

La primera edición del poemario salió en Rosario, en 1975, y estuvo a cargo de la Asociación Argentina de ex Becarios; la segunda, en Rosario en 1993, por Ediciones del Taller. La actual, que incluye tres poemas inéditos y la imagen de la esquela enviada por Manuel Mujica Lainez al autor, es un regalo del director de Ediciones del Plata, que dirige el investigador Carlos Vertanessian, amigo del historiador. Varios ejemplares de la edición, sin carácter comercial, serán destinados a bibliotecas públicas.

De reencuentros y caminos, volumen tan saturado de buena nostalgia, ha avivado en mí nostalgias muy hondas. Gracias a él, he vuelto a recorrer viejos caminos encantados”, le escribió Mujica Lainez a De Marco.

La esquela que el autor de

Estos poemas evocan a una España de la que pocos ya tienen memoria: la de los años 70 -escribe De Marco en el prólogo-. En las calles de Madrid, en las grandes urbes como en los reducidos caseríos, se advertían con dramática fuerza las señales de la guerra fratricida que había concluido treinta años atrás. Para este otrora joven investigador que iba a revisar viejos archivos en distintos rumbos, y aspiraba a asistir a las lecciones de destacados americanistas en la capital española y en Sevilla, fue una experiencia inigualable dialogar con las cigarreras, los serenos, las vendedoras de castañas en las ciudades y con la gente sencilla de los pueblos derruidos y olvidados”.

En 1970, De Marco había recibido una beca para trabajar en el Archivo General de Indias. “Pero mi vocación por la historia naval me llevó a cambiar en parte el derrotero -dice a LA NACION-. Me quedé en Madrid, en el Museo Naval, apoyado por su director, el académico de la Lengua y de la Historia, almirante Julio Guillén Tato, y concurría a clases en la Universidad Complutense. Residía, como tantos iberoamericanos en un colegio mayor, el Nuestra Señora de Guadalupe, donde varios de mis compañeros llegaron a altos puestos en la política y las letras de sus respectivos países. Todo tiempo libre lo dedicábamos a recorrer España en un automóvil usado de quien hoy es un eminente procesalista argentino, el doctor Roberto Loutayf Ranea, que reside en Salta. Íbamos y veníamos por los lugares más recónditos, y como periodista que yo ya era, hablábamos con la gente que a treinta años de terminada la Guerra Civil, sufrían sus consecuencias”.

El joven becario “descubrió” el poder de la poesía en la tierra de Góngora, Lorca y Machado. “Todo aquello inspiró un fuerte e incontenible impulso poético que determinó la publicación de algunos poemas en revistas españolas, y en mi diario, La Capital, de Rosario -recuerda-. Lamentablemente, hace algunos años que no sopla en mí esa brisa. Pero leo bastante poesía”. La nueva edición tiene en la portada la reproducción de una obra del artista rosarino Rolando Andreose (1927-1986).

En su opinión, la poesía ayuda a los historiadores “a descontracturarse, a cuidar la forma y el fondo de lo que escriben y a entender determinadas actitudes y motivaciones de los tantos ilustres argentinos que en distintas épocas le rindieron culto mientras guerreaban, resolvían problemas de Estado o trazaban proyectos en que lo estético tenía un relevante espacio”.

“Había estado una o dos veces en El Paraíso, en Cruz Chica, visitando esos espacios mágicos, y lo había conocido de paso en el Museo Mitre -dice sobre Mujica Lainez-. Me pareció que quien amaba tanto a España podía darme una opinión sobre aquellos primeros versos”. El autor de Bomarzo, con su caligrafía barroca, le expresó su agradecimiento en una esquela.

“En estos momentos estoy trabajando sobre la biografía de quien leyó y juzgó poemas de sus contemporáneos y amigos pero no quiso o no se animó a escribirlos: Alberdi”, adelanta De Marco.

Dos poemas de Miguel Ángel de Marco

Añoranza

Siento ahora

una dulce añoranza de geranios

y verdes olivos;

de patios anchos con jazmines,

de naranjos color oro subido.

Me abraza la nostalgia de Sevilla,

de su espigada torre y de su río,

de la guitarra y del laurel

y del hermano vino.

Intención

A Dámaso Alonso

Porque el día es gris

y la lluvia parece

una infinita lágrima:

porque comparo este cielo

herido por agujas de cemento,

con el nostálgico, otoñal,

cielo de Castilla,

y me siento transportado

entre nubes altas

a esos paisajes yermos,

a esa sin embargo

dulce geografía,

quiero, Dámaso,

leer y meditar

e incorporar a la sangre

-río ahora sereno-

tu copla de la vida:

“La copla quedó partida.

No la pude concluir.

Y era la copla de mi vida”.