Pensar en el Luna Park es sentarse a rememorar las historias que contaron abuelos y padres, es la identificación con uno de los centros culturales más importantes del país, es la gran manzana de los acontecimientos más relevantes de los últimos 70 años. Es hablar del “Palacio de los deportes” o del “Gran coliseo del boxeo”, es volver a ver las peleas de Justo Suárez, Luis Angel Firpo, José María Gatica, Alfredo Prada, Pascual Pérez, Eduardo Lausse, Ringo Bonavena, Nicolino Locche, Carlos Monzón y Víctor Galíndez. Es recordar “La noche de las antorchas”, cuando la primera Generación Dorada del básquetbol argentino, luego proscripta por la Revolución Libertadora, ganó el campeonato mundial venciendo a un equipo de Estados Unidos en 1950 y la gente lo celebró con diarios encendidos por la avenida Corrientes.
Tanta historia alojada en esas cuatro paredes de Corrientes, la avenida Madero y las calles Bouchard y Lavalle. Por ahí pasaron espectáculos de todos los calibres, entre ellos, las voces de Frank Sinatra, Sandro, Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, también los mejores circos -el Circo de Moscú-, el estreno del mítico musical Drácula y el patinaje sobre hielo, al mando de Holiday on Ice, conocido como “El show más famoso del mundo”. El deporte, la política, la música y la danza, todo tuvo (y tiene) lugar en esta usina cultural porteña inaugurada en 1932 de la mano de Ismael Pace y José Lectoure.
“Evoca aquellas noches de mujeres muy elegantes, de hombres muy elegantes, de publico llegando muy temprano desde la boca de subte de Corrientes. La cola para comprar entradas, las tribunas hinchando por sus ídolos. Los ídolos del boxeo que duran poco, que duran mientras boxean porque no son una camiseta. En ese Estadio (el Luna Park), se llevaron a cabo las manifestaciones políticas, culturales, probablemente más significativas de la ciudad: un acto en el ’38 para la proclamación de Hitler, un Papa, Juan Pablo Segundo, todo el rock nacional, todos los artistas de los ‘30, ‘40, ‘50 y ‘60 animando carnavales multitudinarios. Inolvidables veladas. La gente de pie. Presidentes democráticos y presidentes de facto. Allí Perón conoció a Evita y además iba a ver a Gatica…”, supo describirlo Ernesto Cherquis Bialo, un hombre que pasó 40 años ahí dentro, en una de sus columnas radiales.
El Palacio de los Deportes -al que alguna vez fue Julio Cortazar, invitado por la revista El Gráfico, a presenciar una pelea de boxeo (Miguel Angel Castellini vs Doc Holliday) para luego escribir una crónica que se publicó en abril de1973- debate sus delicadas memorias entre las decisiones de sus accionistas, el Arzobispado de Buenos Aires y la Institución Salesiana, y su nuevo poseedor, DF Entertainment, del empresario Diego Finkelstein, controlada por la multinacional norteamericana Live Nation Entertainment Inc.
“Si este plan de demolición se lleva a cabo, se pierde la estructura y la imagen icónica del Luna Park, al agregar dos pisos en altura y modificar la fachada para agregar entradas para ingresar a 2 pisos de cocheras y agrandar los ingresos de público”, sostiene Arauz, quien, frente a este contexto desolador para el deporte, la cultura y el espectáculo, entre otros aspectos de la vida cotidiana, agrega que “el Luna Park es Monumento Histórico Nacional (fue declarado en 2007 por Néstor Kirchner y forma parte del área de protección histórica de la ciudad de Buenos Aires) por lo que hemos presentado notas ante la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos (presidida por Mónica Capano), que es la encargada de su preservación”.
La iniciativa de estas cartas no solo salió de Fundación Ciudad, también se sumó Basta de Demoler, quien agregó su respectiva nota con la firma de su presidenta Ana Bas. “También hemos recurrido por nota al GCBA que, a través de la Dirección de Patrimonio, dependiente del Ministerio de Cultura y de la Dirección General de Interpretación Urbanística, dependiente de Planeamiento Urbano deben expedirse y eventualmente dar el Permiso de Obra”, agrega Arauz.
Mientras se espera por la decisión que resuma el futuro de este mítico lugar de Buenos Aires, la que hace fuerza es la memoria y las proezas de todas esas figuras que engalanaron la noche porteña y escribieron las leyendas más destacadas de la cultura y el deporte argentino y del mundo. Será la historia de los puños de esos púgiles que subieron a ese ring que supo estar a la altura del Madison Square Garden de Nueva York, lo que se interponga en los bolsillos de los planes edilicios y se realce el valor simbólico de este lugar portador de narraciones que trascienden de generación en generación. O será otra fractura de lo eterno, en busca del redito económico.