Los dedos de Juan Páez (61) hacen hablar, y por momentos llorar, a su guitarra. Y, uno a uno, los distintos cantores van tomando la posta para interpretar sus mejores tangos junto a él. El músico lleva años acompañando a grandes artistas con su instrumento y guarda, en su memoria, todas las partituras del repertorio rioplatense. Soledad López (75) y Juanita Graciani (75), en cambio, al igual que la mayoría de los artistas que forman parte de la movida tanguera de La Plata, son amateurs. Y, simplemente, después de toda una vida dedicada a sus carreras y a sus familias, de grandes decidieron darle rienda suelta a su vocación. “Hacemos lo que nos apasiona”, reconocen los tres, que cada semana recorren los espectáculos que se presentan en la ciudad de las diagonales y sus alrededores.
—¿Con quienes trabajó, Juan?
JP: La verdad es que tuve la suerte de acompañar a muchos grandes. Toqué con Alberto Morán, con Nelly Vázquez que fue la cantante de Aníbal Troilo, con Oscar Ferrari, con Néstor Fabián, con Cacho Castaña con quien estuve diez años hasta que falleció y me cansé de viajar de La Plata a Buenos Aires para ir a Café La Humedad… ¡Pero fueron varios! Y la verdad es que fue algo maravilloso, porque no es lo mismo escucharlos en un disco que verlos en vivo. Uno aprende mucho de semejantes artistas.
—Soledad y Juanita, en cambio, comenzaron con esto como un hobby, ¿verdad?
SL: Yo soy docente, profesora de historia jubilada, pero sobre todo mamá, abuela y bisabuela. Y empecé con la música hace unos 25 años.
JG: En mi caso, ejercí como abogada hasta que me jubilé. Y primero canté en el coro de la Casa del Tango de La Plata, hasta que hace unos 15 años me animé a lanzarme como solista. También soy madre y abuela. Pero hoy me dedico a esto: a ensayar, a preparar los encuentros y a cantar.
—Pero, ¿descubrieron su vocación de grandes?
SL: Lo mío es de familia: todos los López son cantantes. Mi papá cantaba tango y folclore, mis tíos boleros… Y lo mismo mis primos, mi sobrina y hasta mi hijo. Pero de joven me dediqué a otra cosa. Me gustaba mucho estudiar. Y después me casé, tuve a mis hijos y la vida me fue llevando para otro lado. De todas formas, nunca dejé de cantar porque en cada reunión familiar había una guitarra y un bombo, y todos cantábamos.
JG: En mi casa siempre se escuchó tango. Antes de estudiar Derecho, yo me recibí de profesora de piano. Así que tocaba tangos para mi hermano y algunos temas de folclore para mi papá. Pero después quedó como una vocación escondida que nunca pude desarrollar. Si lo analizo en el tiempo, la verdad es que los momentos más felices de mi escuela secundaria tenían que ver mi participación en el coro del colegio. Pero, en ese entonces, si yo hubiera dicho que no iba a seguir una carrera universitaria y que me iba a dedicar a ser cantante, mis padres lo hubieran rechazado. De manera que quedó latente. Y, ahora que puedo, me estoy dando el gusto de desarrollarla.
—¿Y cómo surgió la movida tanguera de la ciudad?
JP: Antes había algunos lugares en los que se hacía una especie de canto bar. La gente iba, escuchaba a los compañeros y se contagiaba. Así que preparaban una letra y se animaban a cantar también. La cosa es que, en determinado momento, terminaron surgiendo muchos artistas muy buenos. Y hubo varios que se animaron a hacer sus propios espectáculos una vez por mes. Hoy van rotando: una semana lo hacen unos, otra semana otros y así.
—Soledad y Juanita, ¿ustedes tienen su propio espectáculo?
SL: Sí, se llama Encuentro con el tango. Yo lo arranqué en el 2001 junto a siete cantantes en un bar muy lindo que se llama Ciudad Vieja. Después, el grupo se fue decantando y quedamos solo Pablo Dekleva y yo en la organización, siempre con invitados. Y, como el año pasado él quiso dejar de cantar, decidimos seguir con este espectáculo Juanita y yo.
JG: Yo venía de hacer Barrio de tango junto a Pichi Lamas, un show que se hacía una vez por mes en distintos lugares como el Pasaje Dardo Rocha, La Fusta, La Pincoya… Y, cuando eso se terminó, tuve la suerte de poder seguir junto a Soledad. La verdad es que nos está yendo muy bien: nos presentamos en el bar Buena Vista y siempre cantamos a sala llena.
—¿Cuál es la devolución que les hacen los amantes del tango?
JP: La verdad es que están todos muy contentos. Porque a la gente, y más a los que son grandes, les gusta salir a divertirse. Y lo bueno de estas reuniones es que se termina armando un grupo de amigos.
JG: Hay muchos que son fijos y ya sabemos que, sí o sí, van a ir a cada encuentro. Pero también se va sumando gente que llega por los comentarios de otros. Y, como es un ambiente familiar, la realidad es que se van armando lazos afectivos muy intensos.
SL: Y debo decir que Juan es muy humilde, pero es un guitarrista maravilloso. Antes nos acompañaba con Hugo Magnelli y, ahora, con otros músicos como Héctor Moreno. Pero él ha tocado con los grandes de Capital Federal y, sin embargo, no tiene problema en estar con nosotros.
—Lo sorprendente, Páez, es que cada cantor le dice qué tema va a hacer y usted lo saca de memoria…
JP: Tengo todos los tangos y milongas en la cabeza, porque si no estamos muertos. Y los tonos los saco en el momento: con solo escuchar hablar a una persona, yo ya me doy cuenta como tengo que tocar. Es algo que los guitarristas tenemos incorporado de tantos años acompañando artistas.
—Muchos dicen que es difícil vivir solo de la música, ¿es así?
JP: Yo hago de todo, siempre hice de todo. Ahora me encargo de repartir el pan en las escuelas, así que me levanto muy temprano y, a las 7 de la mañana, tengo que estar en la puerta y hacer todo rápido porque en todas lo quieren a la misma hora. A las 10 ya me libero y puedo hacer otras cosas, como restaurar autos antiguos. Pero, a las 5 de la tarde, me voy a bañar y a cambiar porque sé que alguien va a venir a mi casa a ensayar. Ahí agarro la guitarra y empieza mi momento de relax.
—¿Relax? ¿No es un trabajo también para usted?
JP: Sí, sobre todo los fines de semana cuando hacemos los espectáculos. Pero también es algo que me despeja, me calma cuando estoy muy acelerado. Yo trabajé mucho viajando a Capital Federal durante décadas. Pero en La Plata, por lo general, tocaba en las peñas, como la de Nelly Achával, que falleció hace unos años y fue la que le dio lugar a tantos cantores.
SL: Yo, por ejemplo, empecé a cantar en su peña en 1999. ¡Fue algo horrible! Pero bueno, me animé, canté y, después, fui estudiando, ensayando e incorporando temas para ampliar el repertorio.
JG: La peña de Nelly era un lugar chiquito en el que, todo aquel que quería cantar, podía hacerlo. Yo también debuté ahí en 2006, que era un ambiente relajado. Pero alguien me escuchó y me llevó a cantar a otro espectáculo, que era el de Soledad. Me acompañó mi hijo que, al tiempo, me confesó: “¡Qué mal que cantaste!”. Pero bueno, con el tiempo uno va mejorando, venciendo los temores… Porque acá, lo más importante, es que no te traicionen los nervios.
SL: Desde entonces nació nuestra amistad. Juanita después siguió con su espectáculo y, ahora, nos asociamos. Pero lo importante, sin ninguna duda, es poder seguir generando estos encuentros que tan bien nos hacen tanto a los que cantamos como a los que van a ver el espectáculo.
—Siendo jubiladas, imagino para ustedes debe ser como un incentivo en la vida, ¿no?
JG: Sí, porque apenas terminamos un encuentro ya tenemos que ir pensando quiénes van a ir a cantar como invitados al próximo. Eso implica hacer los flyers, empezar con la difusión, elegir los temas, ir a ensayar… Y eso nos lleva todo el mes.
SL: A mi edad, cantar es una pasión. Posiblemente no sea una cantante como para decir “wow”, pero lo hago con el corazón. Y trato de superarme cada día. Porque, a esta altura de la vida, siento que es un premio poder hacer lo que tanto queremos.
JG: Y a mí, lo que me gusta, es encontrar temas que sean poco conocidos para el público. Porque, si elegís uno muy trillado, cuando vas a una peña puede ser que te ganen de mano y lo cante alguno antes. Así que yo tengo dos o tres, como la milonga del Miriñaque o el tango Reflexionemos, que sé que nadie más que yo los hace.
SL: Es lo que me pasa a mí con Pero quisiera encontrarte, que es casi exclusivo mío.
JP: Debo decir que ellas ya tienen un repertorio muy exquisito. Yo, a veces, me guardo el papel con la lista de canciones para mostrárselo a otros cantantes amigos. Porque sacan tangos del cofre de los recuerdos. Y eso hace que para mí, como guitarrista, sea todo más divertido. Pero el tema es llegarle a la gente con el tema que cada uno haya elegido para interpretar.