En su último informe “Mirada sobre panorama social y desafíos estructurales”, la organización Techo Argentina señaló que la desaceleración de “la inflación ha tenido un impacto positivo en la capacidad de compra de los sectores más vulnerables”. En particular, de acuerdo con el análisis, “la inflación en alimentos, que es crucial para las canastas de pobreza e indigencia, fue menor que la inflación general, y las transferencias sociales, como la Asignación Universal por Hijo, contribuyeron a mitigar los efectos de la crisis”.
“Sin embargo, estos avances no son suficientes por sí solos. Es imprescindible que se acompañen con una inversión significativa en infraestructura social y comunitaria para lograr una reducción real y sostenida de la pobreza”, advirtió.
Una crisis de carácter estructural
Techo destacó que, en las últimas tres décadas, el índice de pobreza en Argentina nunca ha bajado del 25%. Esta información no solo es preocupante debido a los problemas económicos que ocasiona, sino también por el núcleo estructural de individuos que se mantienen confinados en ese sector. “La medición tradicional de la pobreza por ingresos sólo refleja una parte del problema, que se extiende a una serie de condiciones de vida precarias y excluyentes”, explicó.
En la nación se encuentran 6.467 barrios populares, en los que residen cerca de 1 millón de familias que no tienen acceso a servicios esenciales como agua, gas o cloacas. Además, el 70% de estas zonas están próximas a fuentes de riesgo medioambiental, tales como basurales y cuerpos de agua contaminados, lo que incrementa aún más su vulnerabilidad.
Esta circunstancia demanda una respuesta completa que tome en cuenta la planificación de la ciudad, la prestación de servicios fundamentales y la creación de puestos de trabajo de alta calidad. El desarrollo sostenible y la igualdad de oportunidades requieren políticas públicas de largo alcance que superen las soluciones temporales, consignó.
El desfinanciamiento
El desfinanciamiento del FISU ha paralizado más de 1.000 obras de integración socio-urbana, poniendo en riesgo cerca de 25.000 empleos y dejando a miles de familias sin acceso a garantías básicas como vivienda digna, agua potable, cloacas y electricidad.
“La falta de inversión abre la puerta a actores ilícitos como el narcotráfico, que aprovechan la situación para ganar terreno en los sectores más vulnerables. Además, la interrupción de estas obras retrasa la mejora de las condiciones de vida en los barrios populares, no solo a nivel material, sino también social, al frenar la creación de empleo local y el fortalecimiento del tejido comunitario”, consideró el informe.
Desafíos