Ser DT en el fútbol argentino, profesión de riesgo

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Ningún equipo ha llegado a tanto como Ferro en los certámenes federales de la Argentina durante la última década. Sin embargo, el rol de entrenador se ha vuelto volátil como el que más en la búsqueda casi obsesiva por parte de su cúpula dirigencial del ascenso al principal certamen del fútbol del interior.

Sin contar los vaivenes, si la cuenta comenzara en 2017 serían una docena los DTs que se han sentado en el banco de la avenida Pringles. Aunque antes tampoco Daniel Torrisi, que en materia de resultados primero lo salvó de un descenso casi seguro y luego lo metió en instancias decisivas por el ascenso, se pudo salvar de este sube y baja.

Desde el histórico ascenso logrado aquel 14 de junio de 2009 con César Arbío hay nombres para todos los gustos y todos los estilos: Romanello, Otermín, Manolo Sanz, el “Chueco” Malvestiti, Girardengo, etc.

 

El siempre infravalorado Torrisi lo ha sacado de más de un problema, disponiendo de presupuestos más bajos que todos sus colegas y una base importante de jugadores locales.

En ese primer lustro de la segunda década de este siglo Ferro peleó el ascenso un par de veces, aunque como un efecto no deseado de campañas en el extinto Argentino “B” que comenzaban con el objetivo central de salvar la categoría.

A partir de 2017 subir se ha transformado en una obsesión. Con aquel ciclo arrancaba el mejor proceso hasta la fecha. Temprano, un reclutamiento de muy buenos jugadores, el Vasco Erreguerena como una especie de “head coach”, César Arbío manager y Gustavo Liggerini como preparador físico y DT en el torneo local.

La idea era trabajar durante el certamen de la LFO, disponer de una base importante y entregársela “rodada” a Erreguerena para el inicio del Argentino “B”.

Los resultados no fueron buenos en el arranque. Con el equipo en el fondo de la tabla asumió Liggerini en su lugar y dio un salto tan grande que lo proyectó hasta las finales regionales, luego de las recordadas semis ante Racing, definidas desde los 12 pasos en el “Domingo Colasurdo”.

Luego de Liggerini Mauricio Peralta en el banco de Ferro y en 2019 le pasó raspando al ascenso, cosa que logró sólo unos meses después al frente de Bolívar.

El exitoso Damián García desembarcó en 2020. La idea primigenia de replicar el ciclo Erreguerena – Liggerini… La pandemia terminó mandando al diablo ese y todos los proyectos del planeta.

El 2021 empezó César Arbío y terminó Romanello, casi como una remake de lo que había acontecido en la temporada 2009/2010.

El de San Nicolás llevó a Feror hasta aquellas finales que pusieron a Liniers en el camino. Terminó muy discutido por su estilo conservador, en las antípodas del juego agresivo y vistoso de su primer ciclo carbonero.

Llegó Gabriel Sensacqua y duró muy poco. Lo reemplazó Miguel Diorio y atravesó con éxito algo siempre duro para los dirigentes carboneros, como quedar eliminado a manos de Racing y de un modo tan categórico como en el TRFA pasado.

Gustos futbolísticos al margen todo parecía encaminado cuando en la segunda quincena de septiembre (a sólo un par de semanas para el comienzo del Torneo Federal) los dirigentes dieron un golpe sobre la mesa, lo cesantearon para reemplazarlo por el reconocido coach austral Luis Murúa.

En sus manos Ferro tuvo un comienzo impecable en los números, no tanto en el juego. Sin  embargo, al cabo de sólo un mes en el cargo, 8 partidos (5 por el local y 3 como DT en el Federal), este martes la conducción del fútbol carbonero dio otro golpe de timón y lo convocó a una reunión para decirle “hasta acá llegaste”.

El domingo el “Lolo” Istillarte asumirá el rol de entrenador de Ferro en el partido ante Argentinos de 25 de Mayo, por la primera fecha de la segunda rueda de la Zona 6 del Torneo Regional Federal Amateur.

Toda parece indicar que no será por mucho tiempo el último en la lista…