La Iglesia de Inglaterra, que en noviembre se vio sacudida por la renuncia de su líder por un caso de abusos sexuales a menores, estaba de nuevo en crisis el lunes tras las revelaciones sobre su sucesor en el cargo, el arzobispo de York.
Los hechos revelados por la BBC se remontan a 2010, cuando Stephen Cottrell, hoy número 2 de la institución, era obispo de Chelmsford, en el sureste de Inglaterra.
Se lo acusa de haber mantenido en el cargo a un sacerdote, David Tudor, a quien la Iglesia le había prohibido estar a solas con niños tras varios casos de agresión sexual.
Las presiones llegan al haber trascendido que Cottrell, obispo de Chelmsford, permitió al cura David Tudor haber continuado en la diócesis pese a saber que éste tenía vetado por la Iglesia quedarse a solas con menores y que había indemnizado con una cantidad compensatoria a una víctima de abusos sexuales, según una investigación llevada a cabo por la BBC.
Según la BBC, Cottrell, que en 2010 se convirtió en obispo de Chelmsford, supo en 2012 que Tudor pagó una cantidad de 10.000 libras (12.000 euros) a una mujer que afirmó haber sido abusada sexualmente por el religioso, a veces de manera muy violenta, desde los 11 años, en los años 1970, cuando Tudor se estaba formando como ministro de la Iglesia.
En declaraciones a la citada cadena pública, un portavoz de Cottrell señaló que el religioso no tenía entonces poder legal para despedir a Tudor, que había sido vetado hacía solamente dos meses después de haber admitido acusaciones contra él de abuso sexual contra dos niñas.
Cottrell dijo el lunes que “lamentaba profundamente que no pudiéramos tomar medidas antes”, pero defendió sus acciones. “Suspendí a David Tudor de su cargo en la primera oportunidad, cuando una nueva víctima se presentó a la policía en 2019”, dijo.
Tudor fue expulsado del ministerio hace dos meses, después de admitir haber tenido relaciones sexuales con dos niñas, una de ellas de 15 años, indicó BBC.
En total, al menos siete mujeres afirman haber sido agredidas sexualmente por el sacerdote cuando eran niñas. Según medios de prensa británicos, una de ellas recibió una compensación de “seis cifras” de la institución en 2019, y otras presentaron una denuncia civil.
Tudor ofició para la Iglesia de Inglaterra durante más de 46 años, en Londres y en el este del país, escalando posiciones en la institución gracias a sus sermones considerados carismáticos.
En 1989, un tribunal eclesiástico le prohibió ejercer durante cinco años. Al reincorporarse a la Iglesia, reconocido por su poder carismático y por el tirón popular de sus sermones, ejerció incluso con como decano, con 12 parroquias bajo su paraguas. En el 2005 volvió a ser investigado por otro caso de abusos que remontaba a los años 70; se le permitió seguir trabajando con la condición de que no fuera dejado a solas con menores.
“Lo más sorprendente de todo es que durante los años que le suspendieron estuvo recibiendo una paga y tuvo cubierto su alojamiento y su estilo de vida”, asegura el abogado David McClenaghan, que defiende a una de las víctimas y apunta también al papel que pudo tener para encubrir su caso el ex arzobispo de Canterbury Justin Welby.
“La falta de acción en este caso socava completamente la credibilidad” del arzobispo de York, dijo a BBC la obispa de Newcastle, Helen-Ann Hartley. “¿Cómo podemos tener la autoridad moral y ética para dirigir una institución en tales condiciones?”, añadió.
Los llamados de dimisión del arzobispo Cottrell son un nuevo golpe para la Iglesia de Inglaterra, cuestionada por encubrir agresiones físicas y sexuales a más de un centenar de niños cometidas durante décadas por un abogado vinculado a la institución, John Smyth, implicado en al menos 130 casos de abusos y castigos corporales a menores.
Las presiones para que Cottrell dimitan llegan cuando quedan solo días para que este asuma el mando temporal de la Iglesia de Inglaterra después de que el pasado 12 de noviembre el dignatario más antiguo de la Iglesia, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, anunciara su dimisión entre presiones de los obispos por no haber actuado cuando en 2013 conoció el grave caso de abusos infantiles cometidos por el abogado.
Su dimisión podría llevar a la Iglesia Anglicana a una doble crisis y a un vacío de poder sin precedentes, que posiblemente tardaría un año en resolverse.