“¿Es libertaria?”, pregunta, por lo bajo y con tono de condena, el mozo que observa a Victoria De Masi en un café porteño. Ella, tan menuda como imponente con su traje fucsia, lleva en la mano un ejemplar de su libro Karina. La hermana. El jefe. La soberana (Penguin Random House). No, De Masi no es libertaria pero suele meterse en zonas que la incomodan y pueden incomodar. La fueguina de 42 años es periodista hace 20. Este trabajo -su segundo libro después de Carlitos Way– le costó un año y más de 50 entrevistas. A pesar de que intentó una conversación, la secretaria general de la Presidencia no habló -no habla-, entonces tuvo que “perforar” como pudo el secreto que rodea a los hermanos Milei. Construyó, gracias al acceso a fotos, el currículum vitae de Karina, el audio de la única entrevista que le hicieron, material de archivo, conversaciones con fuentes asustadas y tras coberturas varias el perfil de una mujer común que, sin experiencia política, armó dos exitosas campañas y acumula un poder impresionante. Al punto tal que “es como la otra presidente”, según De Masi, quien imagina la fórmula Milei-Milei para 2027, en competencia con Victoria Villarruel.
Este libro sugiere que no hay Javier sin Karina. La historia está contada desde el principio: la hermana del Presidente fue la mascota del equipo donde él atajaba; después, cuando él se volvió cantante de rock, juntaba las prendas que arrojaba a las fans. Asistía a sus clases en la UBA. Lo protegía de la violencia del padre. Hizo un taller para comunicarse con el fallecido perro Conan. Durante muchos años, Karina fue secretaria. Posee una formación -un título en Relaciones Públicas, un posgrado en Ceremonial y Protocolo, un curso de Gestión de Eventos, entre otras cosas- que, cree De Masi, fueron fundamentales para la llegada de Milei al poder. Antes de organizar el camino al Congreso en 2021, era una emprendedora de la repostería, la bijouterie y la ropa.
Intuitiva, espiritual, despiadada, sin capacidad de oratoria, no muy querida por los fanáticos mileístas: características que arman la pintura de la mujer que decide quién se queda y quién se va de LLA en un sistema de “obediencia debida que roza la obsecuencia”. Y con un estilo agresivo: una de las anécdotas más representativas es la historia de cómo manda a Juliana Santillán a darle un “codazo, un pellizco o un toque en el estómago” a Villarruel en medio de un acto para darle una lección. Karina es el “perímetro del poder”; “escudo, frontera, protección”. Y un “termómetro”. “Es barrial, turra. Agresiva pero sin mancharse las manos. No es opaca pero no es brillante. Es medio paranoica, reacciona impulsivamente, pero cuando levanta la barrera se convierte en influenciable”, define la autora. Para llegar a Milei siempre hay que hablar primero con ella, que ostenta “poder de voto y veto” en cuestiones que afectan a la estructura del partido y el Congreso.
Sin experiencia previa en periodismo político, De Masi hizo la cobertura de la campaña de LLA para elDiarioAR. Como sus pedidos de notas a candidatos fracasaban, fue a buscar a los votantes. Había empezado a observar a los libertarios antes, en la pandemia, siguiendo sus vivos en redes. “En 2023 me anoté para cubrir pensando que era divertido y que de ninguna manera Milei podía ser presidente en el país del ‘Nunca más'”, admite. Para cubrir -siempre lo cuenta-, se hizo un usuario libertario en redes sociales. Actualmente colabora con elDiarioAR y tiene una columna en Gelatina.
-¿Por qué poner el foco en Karina Milei?
-Decidí ir por ella primero porque me pregunté ‘¿quién es esta mina?’ En su momento tenía una entrada así en Wikipedia (hace un gesto que grafica brevedad), pero aparecía en todas las fotos, era avalada por el Presidente desde el amor y la política, sin biografía política… A medida que avanzaba en averiguar, me daba cuenta de que mucha de su trayectoria antes de ser quién es tenía que ver con el votante libertario. Ella es una excusa para contar a ese votante. Hay mucho de haberse sentido subestimados que corre para la vida de Karina y Javier, y para la de los votantes de LLA, entre los que hay mucho laburante, busca, persona apegada a las redes o que dejó terapia para hacer constelaciones familiares. Quise armar este mapa nuevo que nos cuesta un poco, porque hay mucha resistencia a entender que la cosa cambió. Hay otros valores, maneras de pensar, contratos sociales, formas de vincularse y trabajar. Además, para mí Karina es como la otra presidente. Amortigua, acumula, controla.
-¿Creés que el libro se puede leer también como la historia de una relación de amor entre hermanos? Narrás un momento en que Javier Milei dijo ver una “luz protectora” cuando ella lo cubrió de los golpes del padre, por ejemplo.
-Sí. Es una relación amorosa no sexuada, eso es importante. Debe ser espantoso que te digan que te cogés a tu hermana, pero ahí hay otra reconfiguración. No estamos acostumbrados a ver una sociedad presidencial entre hermanos, en la cual ella no se dedica a la caridad como otras primeras damas ni hace política como lo hicieron Chiche Duhalde, Zulema Yoma y ni hablar de CFK. Es distinta. Y otra cosa: no habla.
-Contrasta ese silencio con su importancia en todo tipo de cosas, desde detalles como cortarle la comida al Presidente hasta organizar todos los actos.
-El año pasado, cubriendo la campaña, me impresionaba que nadie reconociera de Karina ese back. Todos pensaban que contrataba el escenario, que era una asistente. El primero que salió a cuestionarla fue (Carlos) Maslatón. El tipo que fundó LLA fue expulsado por Karina Milei porque sugirió que le dieron rol de asistente. En ese punto la banco. “¿Yo soy a la que mulean? No: yo acá decido”. Ese reconocimiento le llega muy tarde. Eso me lleva a pensar por qué las voces feministas no la quieren. Peleamos para que lleguen esas mujeres también. Yo no salía con el pañuelo verde selectivo. Escribí sobre Karina con mirada feminista. Y sé que en este momento a muchas personas esa mirada les molesta. Hay quienes no me hacen notas porque escribí sobre Karina. Como contrapartida, algo que es muy propio de LLA, me llegan mensajes que dicen “yo pienso igual que vos, pero no lo puedo decir”.
-Diseñaste un punto de vista que genera incomodidad, porque está por fuera del juicio o la condena explícita. No coincidís con las medidas del Gobierno…
–¡Pero no! Hasta no matar al último viejo no paran estos tipos. Un poco ya quiero vivirla como ciudadana, salir a que me gaseen. ¿Cómo puede ser que una cosplayer ocupe una banca en Diputados? ¿Quién es Bertie Benegas Lynch, que trabajó 22 años en el Santander y hoy es diputado? ¿De dónde salió esta gente? ¿Cómo yo, como periodista, no voy a permitirme hacerme estas preguntas? LLA me da gracia en algún punto. Al mismo tiempo, me da bronca que maten a los jubilados, que ataquen a la cultura y a los trabajadores de prensa -en general a las mujeres-, que desfinancien a las universidades. Veo las dos cosas: una mina híper subestimada y una gestión que me incomoda, no me gusta ni convence. Me interesan esos mundos que van a contramano de lo que me gusta. Me aburro si tengo que laburar sobre temas que se tratan siempre de la misma manera.
-En el libro narrás en primera persona algunos procedimientos, y se hace muy presente el miedo que sienten las fuentes. ¿A qué se debe?
-A muchas fuentes que no son funcionarios, que son más de la primera etapa de los hermanos –compañeros, socios eventuales-, que alguna vez hicieron un comentario público, en una reunión o postearon algo en Facebook en contra, les caían mensajes no de trolls libertarios, sino del mismo círculo diciendo: “no podés hablar así de Javier o de Karina Milei”. Por ahora no tuve comentarios de fuentes. Vocería pidió dos ejemplares. Me habían llamado cuando se filtró la tapa: pensaban que no iba a escribir porque no tenía a Karina. El Gobierno mandó a un pibe y buscó los ejemplares. Me hicieron saber que Karina tenía el libro, mandaba un beso y agradecía. Algo que explica el silencio de parte del Gobierno respecto del libro es que hicieron best-seller a Cometierra.