Los espías rusos que se movieron por Europa con pasaportes argentinos hasta su detención en Eslovenia a fines de 2022 aportaron nuevos datos sobre cómo escondieron sus verdaderas identidades durante años y cómo aprovecharon la pasión argentina para comunicarse con sus superiores en distintas oportunidades o, incluso visitar a sus familias. Lo hicieron aprovechando una oportunidad: el fútbol.
Conocidos en Buenos Aires como Ludwig Gisch y María Rosa Mayer Muños, los oficiales rusos Artem Dultsev y Anna Dultseva confirmaron, además, que el matrimonio que celebraron en Buenos Aires, en 2015, fue redundante. Ya estaban casados en Rusia desde diciembre de 2004. Pero la boda en la Argentina les aportó más documentos oficiales para lo que llaman “leyenda” en la jerga de los servicios de inteligencia.
La pareja también detalló que tras su detención en Eslovenia, fueron autorizados a ver a sus hijos, argentinos nativos y menores de edad, una vez por semana. Durante esos encuentros, las conversaciones fueron en español. “Para apoyar a los chicos y apoyarnos entre nosotros, comenzamos a repetir una frase -’somos fuertes, somos una familia’, en español- con la que terminábamos todas nuestras reuniones”, detalló la mujer.
Esos y otros datos afloraron durante la entrevista que los Dultsev concedieron a la revista del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) de la Federación Rusa, para el cual trabajan, y que se publicó hoy en Moscú, con fotos de la pareja; entre ellas, junto al titular del SVR, Sergei Naryshkin, cuando recibieron la Orden al Valor por decreto del presidente Vladimir Putin.
De acuerdo al relato de los espías, ambos superaron un entrenamiento intensivo de tres o más años del SVR antes de ser desplegados como “ilegales” con identidades falsas en el extranjero, aunque acumularon varios retrocesos. Entre ellos, cuando el FBI arrestó a diez espías rusos en Estados Unidos en la llamada “Operation Ghost Stories”, a mediados de 2010, y Dultsev debió volver a Moscú de urgencia por los riesgos de que su identidad también hubiera quedado expuesta.
Tras dos años de espera en Rusia, donde retomaron los entrenamientos y aprendieron un tercer idioma, ambos espías fueron enviados a la Argentina: él, como Gisch; ella, como Mayer Muños. Se establecieron en un departamento de la calle O’Higgins al 2100 de la ciudad de Buenos Aires, donde tuvieron a sus hijos Sophie y Daniel en 2013 y 2015, y comenzaron a migrar a Eslovenia a partir de 2017, por lo que su último paso por la Argentina fue en 2022.
Según consta en la acusación de la Fiscalía eslovena, ambos espías utilizaron sus frecuentes viajes a distintos puntos de América Latina y Europa para encontrarse con sus enlaces del SVR o con otros espías. Sin negarlo, ni confirmarlo, los Dultsev relataron en la entrevista que aprovecharon el Mundial de Fútbol que se celebró en Rusia, en 2018, para viajar a Nizhny Novogorod, donde la selección nacional perdió por 3 a 0 frente a Croacia.
Bajo las identidades de Gisch y Mayer Muños, los agentes fueron al estadio para ese partido, junto a sus hijos, argentinos nativos, vestidos de celeste y blanco. “Debo decir que fue muy inusual”, contó Dultsev. “Parecíamos estar en casa, pero éramos extranjeros. Y la Argentina perdió por mucho, por lo que Sofía se enojó e incluso lloró”.
Más allá del resultado deportivo, sostuvieron que el Mundial en sí les aportó una coartada viable para viajar a Rusia, donde se conectaron con sus superiores del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) ruso, e incluso visitar a sus familias, ya que ella es oriunda de Nizhny Novogorod, donde todavía reside su madre. No se veían hacía años, al punto que Sofía y Daniel no conocían a sus abuelos, ni hablaban ruso.
Tras ser arrestados en diciembre de 2022, los espías relataron que sus hijos fueron enviados a un orfanato, donde permanecieron hasta que se concretó el canje de espías en agosto de este año, aunque admitieron que se evaluó enviarlos a Rusia si ellos debían cumplir condenas largas en Eslovenia. “Los ‘ilegales’ siempre caminan por el filo, y más allá”, sostuvo ella. “Se trata de un riesgo calculado”.
Según Dultsev, un guardiacárcel llegó a preguntarle si no se arrepentía de sus acciones, dado que estaba en prisión y sus hijos en un orfanato. Según él, su respuesta fue tajante: “Le dije que para nada y que estaba dispuesto a repetirlo todo, otra vez. Quedó muy sorprendido”.