Hace pocos días, en una conversación con LA NACION, Litto Nebbia había dicho que ya estaba recuperado del grave accidente que lo mantuvo postrado durante varios meses de 2023, listo para volver a tocar y cantar. Cualquier duda que quedara al respecto quedó saldada para bien el jueves 4 de diciembre por la noche, cuando cumplió la promesa que había quedado trunca por aquel infortunio y pudo finalmente celebrar, en concierto, los 50 años de uno de los mejores álbumes suyos y, muy probablemente, también de toda la historia del rock en nuestro idioma hecho en la Argentina.
Dos horas ininterrumpidas pasó Nebbia sin parar sobre el escenario del ND Ateneo en plena forma vocal y expresiva, tocando y cantando la versión integral de Muerte en la catedral (el álbum homenajeado) y otros momentos de su extensísimo repertorio. En una platea casi sin butacas vacías aplaudía toda una generación que debe haber vivido a sus 20 años como una verdadera epifanía la aparición de aquél disco en 1973.
“Estoy muy bien de la voz”, contó Nebbia en una de esas muestras de locuacidad, entre tema y tema, que sus seguidores conocen a la perfección. Le encanta conversar en medio de los conciertos y en ese momento no hizo más que verbalizar algo que cada espectador ya tenía bien claro desde el principio. Pudo aparecer alguna duda cuando se levantó el telón y Nebbia, de saco claro, saludó de pie y se dirigió con paso lento y vacilante hacia su lugar en el escenario. Hasta que la realidad confirmó de inmediato los mejores augurios.
En la entrevista con LA NACION ya lo había advertido. “Solo falta que los huesos aprendan a seguir mis órdenes, lo cual no es fácil. Por eso recién hace muy poco decidí volver a tocar”, dijo. En medio de las sesiones de kinesiología y las tareas pendientes de rehabilitación, contó sobre el escenario del ND Ateneo que ya lleva 15 presentaciones desde su reaparición. En los próximos días volverá a cantar en su Rosario natal y ya tiene una fecha confirmada para la segunda quincena de enero en el Café Berlín.
Caja de música
Nebbia preparó el tributo a Muerte en la catedral en formato de cuarteto eléctrico junto al gran Ariel Minimal (guitarra) y los hermanos Nica y Tomás Corley (bajo y batería, respectivamente). Cada uno de los temas del disco tuvo en este concierto una nueva versión, propia de la manera que tiene hoy Nebbia de concebir su música: mucho más melódica, con climas siempre marcados desde el sintetizador de cuerdas, interludios instrumentales y ocasionales arrestos de impronta bien rockera. El repertorio actual de Nebbia se parece mucho a una gran caja de música en la que todo lo que se escucha tiene un principio, un fundamento y un sostén muy parecido, fácil de identificar, y a partir del cual se elabora todo lo demás. Lo que distingue a una obra de otra, por supuesto, son las letras.
El grupo suena muy compacto (atributo que nace de la genuina admiración que Minimal y los Corley tienen por la obra de Nebbia) y puede saltar de esa apacible atmósfera inicial apoyada en los teclados a la energía del rock and roll, apuntalada en la solidez de la base rítmica e interrumpida de tanto en tanto por algún inspirado solo de la guitarra de Minimal. Somos testigos de un viaje sonoro que va de la actualidad a los años 70 y que renueva, en el fondo, las innumerables búsquedas y experimentaciones a las que se volcó Nebbia desde que inició su carrera solista a fines de los 60.
De hecho, quienes conocen bien la carrera del creador de “La balsa” vislumbraron entrelíneas durante el concierto algunas señales de ese camino sin fronteras. El recital incluyó una poderosa versión rockera de “Mujer de carbón” (del último álbum de Los Gatos, Rock de la mujer perdida), algunos temas de Huinca, fugaz cuarteto armado por Nebbia en 1972, y un par de canciones recuperadas de Melopea, el disco grabado inmediatamente después de Muerte en la catedral y desde el cual se consolidó el trío que definió la música de Nebbia en casi toda la década del 70 junto a los ya fallecidos Jorge González y Néstor Astarita, llegados desde el jazz.
Ellos también tuvieron su homenaje, lo mismo que el resto de los músicos que formaron parte de las grabaciones de Muerte en la catedral, pero las versiones que Nebbia y su cuarteto arreglaron e interpretaron 50 años después suenan bien distintas. No solo desde lo estrictamente musical, sino también en términos conceptuales y poéticos. Cuando apareció, el álbum reflejaba en sus letras un clima de época marcado por el escepticismo, la pérdida de fe, la violencia y el desasosiego político.
Estas viejas canciones suenan ahora con la calma de quien las mira instalado en otra etapa musical y personal. En la voz de Nebbia suenan ahora sin aquella urgencia. “Muerte en la catedral”, “Dios en más” y “El revólver es un hombre legal” ya no son el fruto del grito o la reflexión de un momento agitado. Ahora se recuperan como testimonios perdurables de la historia poética y musical más temprana de un artista que elige en la madurez volver todo el tiempo a un puñado de canciones clásicas y canónicas, como si quisiera a través de ellas revisar y reescribir una y otra vez su propia historia.
Rescate emotivo
Quizás haya solo dos piezas de Muerte en la catedral que permanecen en la voz actual de Nebbia con un espíritu íntegramente fiel al origen. Una es el maravilloso “Vals de mi hogar”, que abre el disco y que volvió a sonar como hace medio siglo en el comienzo del breve set acústico del concierto. Nebbia siempre se reserva un espacio de este tipo que es siempre bienvenido y sobre todo muy placentero. La otra, por supuesto, es “El otro cambio, los que se fueron”, tal vez el tema más entrañable para los fieles seguidores del artista.
El rescate continúa cuando Nebbia vuelve a cantar “Viento dile a la lluvia”, “El rey lloró”, “Nueva zamba para mi tierra”, “Yo no permito” y “Solo se trata de vivir”. Ahora son infaltables en cada una de sus actuaciones, muy lejos de aquellos tiempos (sobre todo en las décadas del 80 y 90) en los que Nebbia se negaba sistemáticamente al ruego de sus fans para que volviera a interpretar sus temas más conocidos. Prefería por entonces estrenar las últimas creaciones de una prolífica e inagotable obra que sigue alumbrando novedades. Allí están por ejemplo los dos espléndidos álbumes (Temporada 75, vol. 1 y 2) que editó el año pasado antes del accidente para festejar sus 75 años.
Ahora, con la voz y la inspiración musical intactas, volvió a hacer un concierto grande y se prepara, según propia confesión, a seguir con los homenajes a los discos que están por cumplir aniversarios redondos. Sobran los ejemplos y los planes para el futuro mientras completa su recuperación. Tenemos Nebbia para rato.