El extraño caso de los videos narcos de Bullrich y Pullaro

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Preguntas que se hacen fiscales y jueces rosarinos. ¿Por qué razón una ministra y un gobernador dieron a conocer el video de esos cuatro sujetos a los que llaman, irónicamente, los cazafantasmas, como en aquella película? ¿Por qué no investigaron en silencio, como corresponde? ¿Para qué hicieron un show político con ese video? A esos fiscales y jueces, que vienen investigando a los narcos desde hace años, todo les parece raro. Por ejemplo, que los cuatro enmascarados no se comen ni una ese, que su forma de hablar no se asemeja, ni en lo más mínimo, a las dos grandes franquicias de bandas rosarinas, Los Monos y la de Esteban Lindo Alvarado, y que tratan de meter en la cuestión de los grupos santafecinos a la provincia de Buenos Aires. La ministra Patricia Bullrich, que difundió el video, pretendió instalar la idea del narcoterrorismo y, tras cartón, reclamó leyes más duras -antimafia, reiterancia, penal juvenil- y dice que deben ser tratadas en sesiones extraordinarias. No sólo eso: es una excusa para comprar más material de espionaje y represión, además de seguir argumentando a favor de la participación de los militares en temas de seguridad. Por último, Bullrich se aseguró jugar de local: la investigación quedó a cargo de la Policía Federal (que está bajo su órbita), aunque el expediente le cayó a una jueza incómoda para la ministra, María Servini, poco dócil a los pedidos de la funcionaria.

Un video raro, raro

Por supuesto que buena parte de los que investigan a los narcos se preguntan sobre la autenticidad del video.

  • Un fiscal afirma: “huele mucho a policía. Y los primeros que nos lo mandaron fueron policías federales de CABA”.
  • Otro ex investigador dice: “no suenan a santafesinos. Acá lo habitual es que los soldaditos de estas bandas se coman todas las eses. No les vas a escuchar ni una. En el video, en cambio, las eses están todas”.
  • “‘Estamos instalados en el Gran Buenos Aires’, dice el que habla. ¿Instalados? Es una palabra que, en una década, no escuché ni una sola vez en las intervenciones a narcos”, analiza uno de los investigadores más veteranos.
  • No faltan los que notan que los cuatro desconocidos, muy jovencitos, meten en el baile a la provincia de Buenos Aires, algo que huele demasiado a maniobra política. Y, encima, mandan un mensaje casi evangelizador: “Hagan algo para los chicos, que no salgan delincuentes, hagan trabajo de escuela”. Los fiscales aseguran que no es, ni por asomo, el discurso habitual de las bandas.

¿Y si son narcos?

Es evidente que toda investigación debe partir de la peor hipótesis: que el video es cierto y es una amenaza. La pregunta en ese caso sería: ¿por qué? ¿y por qué ahora?

Hay un hecho objetivo: los homicidios bajaron en Rosario, aunque el líder de la barra de Rosario Central, Pillín Bracamonte, y un secuaz, fueron asesinados el 9 de noviembre, como secuela del baño de sangre narco. Esta misma semana, tirotearon la casa del supuesto sucesor de Pillín, Pitito Martínez. O sea, los hechos no terminaron del todo.

Sin embargo, hay dos hipótesis respecto de la baja fuerte en la cantidad de muertes.

  • Hipótesis uno: la del gobierno de Javier Milei y Patricia Bullrich. Ellos afirman que es por el éxito de su gestión, en especial en las cárceles.
  • Hipótesis dos: la de buena parte del Poder Judicial rosarino: que hubo un acuerdo de no agresión entre las bandas y el gobierno. Los narcos venden, pero se comprometen a que no haya más muertos. Aseguran la calle. Algo así funciona, por ejemplo, en Estados Unidos, el principal mercado del mundo y en el que prácticamente no hay muertos. En el video, los cazafantasmas hablan del supuesto acuerdo.

En el escenario de que el video sea cierto, lo que se especula es que hay ruido en el acuerdo o grupitos que quieren tener su lugar en el convenio y presionan con fuegos artificiales como el video. O, por el contrario, que el video apunta a que se relaje algo el control en las cárceles. Desde ésta última óptica, el punto que un poco la desmiente es que no se habla de ningún pabellón, de ninguna cárcel.

El aislamiento de Los Monos y la banda de Alvarado en las cárceles federales viene de hace rato, desde el gobierno anterior, al punto que el Guille Cantero presentó una larga cantidad de habeas corpus, en algunos de ellos planteando que quiere pasar a un pabellón femenino porque se autopercibe mujer. Dice que su pareja es su abogado, algo nada creíble.

Hacele propaganda al narco

Lo que más impacta de lo ocurrido desde el domingo a la noche es que la propia ministra Bullrich y el gobernador Maximiliano Pullaro salieron a difundir el video. No intentaron, como se hace en una investigación seria, rastrear calladamente el origen, verificar cómo se subió a la red social, cuál fue el escenario de la grabación o, como dicen ahora, comparando las voces con el instrumental sofisticado que tienen las fuerzas de seguridad. Investigar, detener y luego contar la trama.

Como señaló un fiscal: “hicieron un show político”. Por un lado, la búsqueda de posicionarse como grandes baluartes contra el narcotráfico, cuando es un secreto a voces que, en los puntos críticos, los estupefacientes siguen fluyendo como siempre. Por otro lado, Bullrich intentó instalar la idea del narcoterrorismo, como base para tener leyes que le permitan acusar de terrorista hasta a los que protestan y especialmente para presionar por la compra de material de espionaje y represión.

En ese marco, la desconfianza es natural. La ministra ha sido la campeona de las noticias falsas. Acusaron de terroristas a dos muchachos que estuvieron en El Libano visitando a su familia y tenían un fusil Mauser del abuelo. Bullrich mantuvo en la cárcel a un profesor de ping pong y a un peluquero acusándolos de ser una celula terrorista. Y, como es obvio, pretende instalar la noción del narcoterrorismo para justificar lo que se alienta desde Washington en las últimas décadas: la intervención de las Fuerzas Armadas en la seguridad, con la excusa de la lucha contra los narcos. Esas experiencias naufragaron en todo el continente, a tal punto que los propios militares se resisten.