Paralelamente, El Palomar, una pequeña localidad de Santiago del Estero ubicada a unos 60 kilómetros de la capital provincial, se vio afectada por un grave desastre ambiental.
El olor es producto de los miles de litros de vinaza que deja como desecho la industria azucarera y son arrojados a los campos.
Ocurre que la vinaza es lanzada a cielo abierto en campos que rodean la Capital, Tafi Viejo, Banda del Río Salí y la zona sur.
Los gases liberados del compost son arrastrados por las corrientes de aire y se convirtieron en un asqueroso sello del “Jardín de la República”.
Este fenómeno meteorológico, llamado inversión térmica, no deja que los olores se escapen a la estratósfera y quedan “encajonados” en el Gran San Miguel de Tucumán.
Hace mucho que se proyecta utilizar la vinaza para producir energía y así dejar de arrojarla a los campos. Pero como todavía eso no ocurrió, los olores nauseabundos se repetirán en cada primavera y en cada verano.
Las autoridades ambientales de Tucumán miran impasibles. Los grandes negocios de los contaminadores industriales azucareros no se tocan.