Reconocida como la primera escultora de Latinoamérica, abriéndose paso en lugares históricamente vedados para las mujeres, Lola Mora, nacida el 17 de noviembre de 1866 en el sur salteño, fue precursora en la disciplina escultórica, pero no solo en ello, sino que su vida guarda facetas poco exploradas que resultan llamativas a la luz de lo que se conoce como su actividad pública.
Si bien son muchos quienes estudiaron y exploraron su vida, sin duda una de las personas que más indagó inclusive en sus aristas desconocidas, y lo sigue haciendo, es el salteño Antonio Sorich, docente y escritor, quien lleva más de 30 años investigando la figura de Lola Mora.
Esta inquietud, como él mismo lo expresa, surgió en 1993, en Rosario, en Santa Fe, cuando vió obras de arte de Lola a la intemperie y en una situación de abandono. “Eso fue lo primero que me llamó la atención, estaban todas en el patio de la madera, que era el lugar donde estaban las maderas, justamente, que se llevaban desde el norte a Santa Fe para los trenes”.
“Pero el otro tema que me llamaba la atención”, continúa Sorich, “es que había un debate, una discusión fuerte, donde algunos decían que había nacido en Salta y otros, en Tucumán, algo que ya con varios años de investigación, pude dilucidar”.
Este primer punto, que Sorich estudió y documentó puntillosamente, aún sigue agitando aguas. “El primer censo de la Nación, que hace Domingo Faustino Sarmiento, y tiene lugar en 15 de septiembre de 1867, es contundente. Aparece una pequeña de 3 años de edad llamada Dolores Mora, justamente en el censo de la localidad de El Tala, Departamento La Candelaria, provincia de Salta”.
Además, enfatiza el historiador: “debemos hacer hincapié en el lugar de nacimiento de Lola, El Tala, y que siempre perteneció a la provincia de Salta. Es verdad que ella fue bautizada en la capilla de la Villa Vieja de Trancas, Tucumán, ¿Por qué razón? Porque justamente El Tala no tenía parroquias”. Son dos localidades separadas por poco más de 15 kilómetros.
“Y aquí voy a hacer dos observaciones”, resalta Sorich, “el cura que la bautizó, José Torres, omite un dato central, y es poner dónde había nacido la criatura, lo que significó posteriormente toda una discusión alrededor del lugar de nacimiento de Dolores Mora. Pero debo recordar también que tanto la parroquia de Trancas, el curato de Trancas, como la iglesia matriz de San Miguel de Tucumán y toda su jurisdicción, dependían en forma directa del Obispado de Salta, fue un error de mucha gente decir ‘el Obispado de Tucumán’, porque recién se creó en 1897”.
Sorich continúa: “en el segundo censo de la Nación, que se hace durante la presidencia de José Evaristo Uriburu en 1895, Lola declara, como las hermanas y hermanos que están con ellos, que son nacidos en Salta”, certificando así, gracias a los censos nacionales, el lugar de nacimiento de Lola Mora, algo que inclusive con esta informacion, sigue generando abiertas polémicas interprovinciales.
Pero más allá del lugar de nacimiento, es bueno trazar algunas líneas sobre lo que fue la vida de la pequeña Dolores, quien a los 6 años fue enviada a Tucumán como pupila a un establecimiento educativo donde la figura del pintor y dibujante italiano radicado en Tucumán, Santiago Falcucci, será determinante para su vida posterior, siendo él su primer maestro.
Y si bien el camino del arte será su recorrido más conocido públicamente, “No sólo se dedicó a la escultura”, dirá Antonio Sorich, “sino también fue inventora. Por ejemplo, inventó una máquina de cine para ver a plena luz del día, realizado de una forma en que el aparato construido era un prototipo de televisor que hoy conocemos. También inventa un auto a vapor, planos a los que pude acceder gracias a los descendientes del segundo matrimonio del esposo de Lola que está en Buenos Aires”.
Como si esto fuera poco, Lola, aún en Salta, se embarcó en una aventura de grandes dimensiones, “participó aportando como contratista en el tendido de vías del ferrocarril trasandino, Ramal C14, hoy conocido como Tren a las Nubes, que por la altura que tiene, el diseño que está hecho, era una audacia muy grande meterse allí”.
Con su vida ya constituida en la vecina provincia de Jujuy, Lola continúa explorando nuevas facetas. “Otra cosa muy llamativa es su desempeño como urbanista, ya que participa en el diseño de lo que es la capital de Jujuy, ella trabajó sobre las calles haciendo propuestas al gobernador, sugiriéndole cómo quedaría mejor y la ventaja que tiene la forma en que está la ciudad trazada. También recomendó cómo se debían implementar algunos arreglos para que la ciudad sea más atractiva. Ella misma hace la colocación de sus estatuas en Jujuy, que habían sido expulsadas del Congreso de la Nación (por desacuerdos políticos), las dispone y diseña el jardín del espacio que rodea la casa de gobierno”, completa Antonio Sorich.
En busca de petróleo en Rosario de la Frontera
Una de las piezas audiovisuales realizadas sobre Lola Mora es el documental del salteño Alejandro Arroz llamado “La otra Lola Mora”, donde se relata: “A los 58 años regresa Lola Mora a Salta con la convicción de que en el suelo salteño dormía una gigantesca riqueza que la moviliza a explorar numerosas minas. Lola planea extraer petróleo a partir de los esquistos bituminosos que en todo el mundo son valorados como una reserva futura, y para ello, se instala en una finca en Rosario de la Frontera, Salta”.
Este sitio al que llega Lola data de una larga historia. A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, el Balneario y Hotel Termas en la localidad de Rosario de la Frontera disfrutó de un gran esplendor. A él concurrían personalidades de la política y la cultura tanto regionales, nacionales como internacionales. Y entre quienes concurrían asiduamente al Hotel se encontraba Lola Mora, habiendo entonces ya una vinculación con el territorio en el que se adentraba.
Es por ello que, retirada del arte que le dio gran trascendencia, se radicó en finca Las Bateas, cerro de Las Termas, Rosario de la Frontera, con la idea de desarrollar un proyecto minero.
Al respecto, el historiador rosarino Carlos Maita, quien estudió la estancia de Lola Mora en aquella región, comenta: “Puntualmente, doña Lola Mora buscaba destilar los esquistos bituminosos, petróleo fósil de la Formación Yacoraite, de una antigüedad de 65 millones de años, los cuales afloraban en la zona. La intención era extraer de ellos aceites lubricantes”. Para esta tarea comenzó la construcción de grandes hornos de los cuales hoy persisten algunas paredes levantadas en un terreno en ruinas.
“Hay vecinos de la localidad de Los Baños, como don Candelario Rojas, Felisa Arroyo (que conocí al visitar el lugar), don Baldomero Amaya y don Juan Antonio Robledo, quienes vivieron alrededor de un siglo y trabajaron en la empresa”, remarca Maita. “Candelario fue peón de trabajo de Lola Mora en las canteras, y doña Felisa hizo apadrinar su casamiento con la escultura”.
“Pude dialogar en sendas oportunidades con Candelario y con Felisa en los años 80 y 90 y sus testimonios, de gran valor histórico, permitieron elaborar informes referidos a esta faceta de la vida de Lola Mora no muy difundida todavía o directamente nunca difundida”.
Carlos Maita recuerda: “Hoy la finca Las Bateas es propiedad de un grupo asociado que la adquirió a su antiguo dueño, don José López Sendín, quien allá por los años 90 accedió a dialogar conmigo, alentando la idea de ceder el espacio necesario para que la casona fuera reconstruida. Esta idea jamás prosperó debido a la desidia de los gobiernos municipales rosarinos y de sus legisladores provinciales”.
Es siempre necesario recordar figuras del tamaño y la trascendencia de Lola Mora, quien no solo supo abrirse camino dentro del plano cultural en una época histórica en la que resultaba muy difícil el acceso de las mujeres a determinados lugares de exposición, prestigio y posibilidad de exposición pública de sus obras, sino que también se dedicó a explorar en otras facetas e inquietudes que se planteó en su vida.
Sin duda la vida de Dolores Mora rebasó la plástica y fue totalmente multifacética. Pero su legado escultórico resultó tan potente que se renueva en cada año con vigencia, gracias a que en su honor, se celebra todos los 17 de noviembre el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.