El 29 de enero de 2016 fue muy caluroso. Ese viernes, el canal de aire del Grupo Clarín emitía La noche de Guido, un programa de entretenimientos con variadas modalidades de juegos, cuyos participantes, en el caso de ganar, se llevarían un moderno plasma de 50 pulgadas.
Esa vez, los competidores estaban con sus perros, que debían correr por un pasillo donde había unos palos de bowling. El que volteaba nueve –ni uno más ni uno menos– era el vencedor.
El conductor Guido Kaczka fue hacia la dueña de un pastor suizo blanco, una mujer de mediana edad con cara alargada y ojos hundidos. Entonces, dijo:
–¡Karina! ¿Cómo te va, Karina?
Ella, con una voz entre cascada y aguda, respondió:
–Bien, bárbaro.
–¿Karina qué? –quiso saber él.
–Karina Milei.
El remate fue una risita nerviosa.
Pues bien, su mascota solo pudo derribar seis palos. Kaczka ni siquiera la saludó cuando ella salía del estudio sin gloria ni plasma.
Cabe destacar que el nombre del perro era Aarón.
En este punto, bien vale evocar otro programa televisivo, emitido el 13 de septiembre de 2021 por la señal A24, donde Viviana Canosa entrevistaba a Javier Milei tras obtener el 13% de los votos en las PASO de ese año.
Fue la primera vez que él se refirió públicamente a su hermana.
–Mirá –arrancó, con ojos humedecidos por la emoción–, vos sabés que Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando; entonces Dios le mandó a Aarón para que divulgue. Kari (así la llamó) es Moisés y yo, Aarón.
Tuvieron que transcurrir, exactamente, tres años y dos semanas para que Karina –ahora apodada «El Jefe»– debutara en el arte de la oratoria, en calidad de telonera del presidente Milei, durante el lanzamiento en Parque Lezama de La Libertad Avanza (LLA) a nivel nacional.
Su aparición en el escenario fue apoteótica; los cuatro mil concurrentes la aplaudían a rabiar.
Karina lucía una campera de cuero idéntica a la del hermano. Y al aflojar la ovación, gritó:
–¡Hola a todos! Es una gran emoción estar acá…
Tuvo que leer esas nueve palabras, y las remató con su risita nerviosa.
Luego, con frases cortas y siempre leídas, abordó algunas generalidades. Su voz, a través de los parlantes, sonaba aún más cascada y aguda.
Muy lejos había quedado su decepcionante participación en ese programa de El Trece, junto con otras iniciativas que no pudo concretar.
Ahora, como en un cuento de hadas, es la mujer más poderosa del país. En su cuerpo están los ojos, los oídos y el dedo índice del presidente.
¿Hasta qué punto imaginó aquel destino para sí? Incluso, mientras lo tejía desde la sombra, de manera invisible, casi secreta, aquella meta era impensable.
Pero los resultados están a la vista.
Todos los perros van al cielo
Karina Milei no es un cuadro político, ni tiene conocimientos históricos como para entender la dialéctica del mundo. Solo es una relacionista pública recibida en una institución privada, la UADE. Sin embargo, es el pragmatismo en estado puro. Y su currículum la pinta diestra en rubros de variada complejidad: desde el tarot a nivel profesional hasta un emprendimiento de repostería, pasando por la comercialización de neumáticos y la venta de ropa en una galería situada en Villa Devoto, su barrio, además de haber administrado una offshore familiar.
Con tal background no es raro que ella configurara la imagen de Javier, fomentando sus desbordes distruptivos en vista al florecimiento de «enojados» entre la masa de votantes. Él debía mostrarse tal cual es, pese a los reparos de su entorno.
Karina supo correr a quienes le manejaban la campaña (Carlos Kikuchi, Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Causelles), tomando así las riendas de su ambición presidencialista. Ya se sabe que no le fue mal.
Una vez instalado en la Casa Rosada, Milei tuvo que resignar la fantasía de que Karina fuera la primera dama (puesto que tal honor solo les corresponde a las esposas de los mandatarios). Pero se conformó con ponerla al frente de la Secretaría General de la Presidencia.
Desde ese cargo, ejerce un férreo control sobre funcionarios y dirigentes, quienes le tienen un miedo reverencial.
Pero su llamativo lazo con el hombre que gobierna a la Nación dio pie a incómodos malentendidos. Cómo –por caso– durante la visita que le hicieran al papa Francisco, cuando en la Basílica de San Pedro, el locutor del Vaticano dijo:
–Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto a su esposa, Karina Milei.
En la mirada del Sumo Pontífice hubo un destello de picardía.
Asimismo, una fuente de habladurías es el apego de Milei hacia –cómo él los llama– sus «hijos de cuatro patas». Al respecto, hasta hay quienes insisten en comparar su figura con la de Calígula.
No está de más reparar en este personaje, que gobernó al Imperio Romano entre los años 37 y 41 (d.C), sin disimular, entre otras peculiaridades, la enorme devoción que le profesaba a su corcel, Incitatus, al que le llegó a construir una caballeriza de mármol y marfil, además de concederle el cargo de cónsul para así mofarse de los integrantes del Senado, a quienes detestaba.
¿Acaso el perro Conan es nuestro Incitatus de entrecasa?
Más allá de que el líder libertario se refiera a su finada mascota en tiempo presente, en las presuntas comunicaciones de ultratumba que ambos mantienen la buena de Karina tampoco es ajena.
Ella se hizo entrenar con la veterinaria Cecilia Melamed, quien dice tener el don de establecer contacto con animales muertos. Y desde entonces oficia de médium en las conexiones entre Conan y Javier.
Por lo tanto, las palabras del perro –que ahora forma parte de las «fuerzas del cielo»– se deslizan por la voz de Karina, con todo el poder terrenal que eso implica para ella.
El laberinto de la soledad
A comienzos de marzo, en medio de un calor agobiante, Milei inauguró el ciclo lectivo en el colegio Cardenal Copello, de Villa Devoto.
Fue una de las pocas veces que no leía sus dichos. Claro que lo molestó sobremanera el desmayo del pibe abanderado que estaba a la izquierda del atril.
Pero eso no interrumpió su discurso.
Al fin y al cabo, estaba allí en su doble carácter de primer mandatario y exalumno (al igual que Karina). En su rostro, sin embargo, no había añoranza ni emoción. Pero sí revanchismo hacia un pasado con el cual, al parecer, tiene cuentas que saldar.
Golpeado en la infancia por su papá, víctima de bullying en la escuela, el pobre Javier fue un niño muy solitario, triste y roto.
Karina, dos años menor, era su único enlace con el universo. Un enlace tortuoso, ya que ella se desvanecía cada vez que a él le prodigaban una paliza, como si fuera la destinataria final del castigo.
Aún así, se convirtió en el ángel de la guarda del hermano mayor. Ellos parecían una sola persona repartida en dos encarnaduras.
Milei recién tuvo su primer amigo a los 33 años (el economista Norberto Giacomini) y su primera novia a los 47 (la cantante Daniela).
La vida amorosa de Karina no es menos desértica, dado que su protección a Javier no le dio tiempo para esas cosas.
De manera que ambos son solteros y sin hijos.
Alguien muy cercana a ella reveló que, antes de la campaña presidencial, Karina usaba las aplicaciones de citas para conocer hombres, pero la cuestión no pasaba del primer encuentro.
También, en voz muy baja, se dice que ella mandó a congelar óvulos por si alguna vez tiene tiempo de ser mamá.
Ahora se rumorea que tiene «algo» con el asesor Eduardo «Lule» Menem, sobrino del senador homónimo y primo de Martín.
Por otra parte, su vinculación con las novias del hermano es vidriosa. A la extravagante Lilia Lemoine la odiaba, pero selló una alianza con ella cuando la imitadora Fátima Flórez apareció en escena.
Con Amalia «Yuyito» González solo mantiene una tensa cordialidad.
Pero fue llamativo que, entre su apostolado fraternal y las tareas oficiales, Karina haya encontrado un rato libre para ir al Teatro Lola Membrives a ver un recital ofrecido nada menos que por la cantante Daniela.
Fue durante la noche del 17 de agosto; o sea, apenas tres días después de que Yuyito revelara a la prensa su noviazgo con el presidente.
¿Acaso fue el signo silencioso que precede a la tormenta?
Mientras tanto, en medio de la simbiosis asimétrica que envuelve a los hermanos Milei, él se muestra sin frenos. Y lo que oculta también lo exhibe, ya sea la papada o sus aversiones más atávicas, en una permanente «desregulación» (palabra que le encanta) de su vida privada.
Karina, en cambio, se hace notar sin dejarse ver.